Revista Educación
Con un nuevo comienzo de mes se publican los datos del número de desempleados en España. Para no perder costumbre, este mes, amanecemos con la noticia de que más de 130.000 personas han pasado a engordar las ya de por sí desbordantes cifras que se repiten como un sonsonete en la conciencia de la sociedad española.
Estos datos, unidos a las reflexiones que me provocó el programa de la nueva temporada de “Salvados” han sido el punto de partida de este post. En el programa de televisión emitido la pasada noche del domingo se hablaba del tema de la educación recurriendo a un análisis comparativo entre el sistema educativo español y el sistema educativo de Finlandia, considerado el mejor del mundo. El sistema educativo español se nos presentaba como un sistema anquilosado, víctima de los recortes presupuestarios y del capricho político debido a sus continuas reformas, que impiden que sea considerado como algo propio de la comunidad o el entorno en el que se instaura.
En España, vemos que el modelo educativo trata de centrarse en el control, es decir, que los estudiantes se encuentren, durante un número de horas al día, refugiados en un entorno cerrado, aislados de su entorno más inmediato, y cuya calidad se mide únicamente en base a los resultados obtenidos en las distintas pruebas de evaluación que las diferentes inspecciones educativas realizan de forma periódica. El objetivo del sistema educativo en España, al menos desde las instancias ministeriales y directivas de los centros, apuesta por lograr que los alumnos puntúen lo más alto posible en estas pruebas. La práctica educativa gira en torno a esa palabra tan temido por los estudiantes: “control”.
Por el contrario, se nos presenta el caso de Finlandia en donde lo primero que llama la atención, en comparación con España, es contemplar (al margen de la gratuidad total de la enseñanza) cómo los centros carecen de barreras arquitectónicas que los separen de su entorno. El centro educativo es visto como un espacio más de la comunidad y abierto a la vista de todos con lo que se lanza el mensaje de que la tarea pedagógica no corresponde únicamente a los profesores y al personal del centro educativo, sino que es tarea de toda la comunidad. Junto a este primera diferencia otros hechos que resultan llamativos era el descubrir que los alumnos disponen de 15 minutos de descanso por cada hora en los que pueden disfrutar de sus juegos preferidos en el patio de la escuela, contemplar cómo los maestros comen con sus alumnos y cómo recurren a diferentes elementos para identificar que los alumnos están comportándose de una forma “inadecuada”. Un semáforo, situado en e l comedor escolar, indicaba con el cambio de unas luces cuándo el ruido excedía los niveles aconsejables. En España la manera más habitual para evitar que el alumnado deje de hacer ruido es gritar por encima de este nivel de ruido a fin de atemperarlo. Curioso método el nuestro.
Pero frente a estos detalles la diferencia de praxis que mejor podíamos contemplar la teníamos al comprobar cómo el sistema finlandés no recurre a un modelo de control, sino que opta por un modelo basado en la confianza de las personas encargadas de implementarlo: los profesores. El pasado 30 de enero apareció en el diario La Vanguardia una entrevista a SimonDolan que hacía referencia a la importancia de la confianza a la hora de gestionar una organización. Para ello ponía el ejemplo de la política empresarial de la empresa Sony que emplea la siguiente máxima “Primero satisfacer a mis empleados, después a mis clientes y por último a los accionistas”.
Este lema, aplicado a la cuestión educativa nos dice que lo primero que hay que hacer es dar valor a la figura del maestro. Darle confianza para que pueda demostrar la pasión por su trabajo, darle la educación de nuestras generaciones más jóvenes a aquellos que realizan su tarea sin mirar las cifras de su nómina a final de mes. Si el único incentivo que s ele ofrece al profesorado es un salario elevado a final de mes, llegará un momento en el que su rendimiento caerá y su búsqueda de la excelencia se abandone, es un ejemplo más de la Teoría de la Motivación de la U invertida. El punto de partida de cualquier sistema educativa junto con el logro de que ésta sea universal, gratuita y accesible a todos los ciudadanos es el que facilite a los profesores y al resto de agentes sociales su participación en la labor pedagógica. Dotándoles de los recursos necesarios para poder desarrollar su labor y que introduzcan elementos innovadores en la praxis educativos, siendo tolerantes con el hecho de que quizá algunos de ellos no funcionen o no ofrezcan los resultados deseados.
Recuperar la pasión del profesor por su trabajo llevará a éste a buscar nuevos caminos en su trabajo educativo siento el deseo de explorarlos, viendo así su tarea como un juego en el que a mayor esfuerzo, mejor lo hace y más disfruta con ello. Estas ideas no son únicamente válidas para el sistema educativo español, sino que deben ser tenidas en cuenta en los modelos de gestión empresarial. Olvidar la ya desfasada máxima empresarial ,a propio de una época de industrialización masiva y de extensión de los mercados , que decía que lo importante era ser capaces de fabricar lo máximo con el menor número de recursos. Esto ya no funciona, es el tiempo de que la empresa se esfuerce por cumplir con sus objetivos y de centrarse en, de una vez por todas, empezar a cumplir la misión con la que ésta fue creada (no olvidemos que toda empresa surge desde un propósito solidario: ofrecerle algo que la sociedad necesita) y menos pendientes de una cuenta de resultados que siempre debe tener el volumen de beneficios necesario para llenar el bolsillo de los menos a costa del romper el bolsillo de los más. Hasta entonces, en mi modesta opinión, los datos del paro no mejorarán y nuestra cultura del trabajo seguirá enquistada en el modelo de la Revolución Industrial.
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