Internet ha revolucionado nuestra vida de manera muy positiva. Ha cambiado y facilitado la manera en que compramos, trabajamos, nos informamos, nos divertimos y nos relacionamos: así continúa una larga lista de acciones que ya ni siquiera recordamos la forma en que las hacíamos antes. Pero este acceso generalizado a la red trae consigo otras consecuencias a las que debemos estar muy atentos.
Los jóvenes acceden por primera vez a material pornográfico con 12 años y casi 7 de cada 10 lo consumen de forma frecuente
Con esto me refiero al contacto con el sexo y la pornografía que los más jóvenes tienen desde que llega a sus manos un móvil o un ordenador. Un informe elaborado por Save the Children, Desinformación sexual, indica que, de media, los jóvenes acceden por primera vez a material pornográfico con 12 años y que, casi 7 de cada 10 (el 68,2%) lo consumen de forma frecuente. Asimismo, las primeras tomas de contacto con la sexualidad son habitualmente a través de teléfonos móviles y en soledad (93,9%), con los cuales se suele acceder a contenidos gratuitos online (98,5%) usualmente asociados a la violencia y la desigualdad.
Estas cifras son preocupantes porque este comportamiento tiene sus consecuencias. Por un lado, supone un gran impacto en la forma en la que las nuevas generaciones entienden qué es el sexo o qué normalizan respecto de las relaciones sexuales. Por el otro, también influye en la manera de comenzar a socializar con otras personas y en su propio desarrollo sexual.
Si a esto le sumamos la poca -o nula- educación sexual que en general reciben por parte de sus familias o de los centros escolares, tenemos como resultado que la formación en sexualidad que tienen los jóvenes está en manos de vídeos a los que tienen acceso a través de las diferentes plataformas sociales (o la pornografía). Este golpe de realidad es algo que, en mi opinión, debería hacernos reflexionar: fomentar una correcta educación sexual, e impulsar una sociedad en la que se habla de la realidad del sexo, casi desde la infancia, supone dar un importante paso en cuanto a la prevención de delitos o abusos sexuales en el futuro.
En este sentido, el mayor obstáculo con el que nos encontramos en la edad adulta para seguir escondiendo los temas relacionados con la sexualidad es que nuestra propia generación ha crecido rodeada de tabúes interiorizados. Adicionalmente, existen muchas -y dispares- opiniones sobre cómo tratar estos temas en los centros escolares. Tras trabajar más de tres años al frente de una compañía de bienestar íntimo, estas cuestiones no tienen el peso suficiente como para dejar de lado el fomento de la educación sexual y maquillar el sinfín de riesgos que conlleva el no hacer nada.
La educación sexual no puede reducirse solo a la prevención del embarazo o las ETS
Considero, además, que toda formación respecto al sexo debería atender una serie de mínimos. Por ejemplo, que la educación sexual no se reduzca solo a la prevención del embarazo o las enfermedades de transmisión sexual. Sin duda, las charlas que se imparten en colegios sobre este tema son necesarias, pero estas, a su vez, están sometidas a múltiples convencionalismos que niegan la sexualidad como un concepto amplio y diverso.
Por ejemplo, se debería hablar de la importancia del autoconocimiento y la autoexploración de nuestro propio cuerpo: el sexo en el siglo XXI va más allá de las parejas. Por otro lado, no debe caer en el olvido que el sexo también implica respeto hacia los demás y hacia uno mismo. En una era en la que las redes sociales prácticamente marcan los patrones de imagen y comportamientos, nadie debería estar sujeto a esa idea de que hay que hacer determinadas prácticas con las que uno no se siente cómodo por el simple hecho de que son aceptadas por los demás.
Del mismo modo hay que trabajar la prevención de tabúes que fomenten complejos, falsos mitos que se vendrían abajo si se hablara abiertamente de qué es en realidad el sexo y este dejara de asociarse solamente a la pornografía.
Creo que ya es hora de que se tomen las riendas para ofrecer a los más jóvenes una educación sexual más completa, basada en la coyuntura actual y orientada hacia el bienestar y sobre todo en la felicidad de las personas. Para ello es necesario que los jóvenes sepan que hay recursos a su disposición. Al iniciarnos en el sexo es cuando nos damos de bruces con obstáculos en el camino que no conocemos, tales como la eyaculación precoz o la anorgasmia. En este sentido, tener acceso a información veraz sobre su tratamiento es básico.
También lo es la implicación de los padres y la familia; la educación sexual no es solo responsabilidad de los gobiernos o de los colegios. El entorno familiar debe involucrarse en este sentido. Muchos padres consideran que les hubiera gustado recibir una mejor formación en este sentido. A todos ellos les digo que nunca es demasiado tarde para inculcar una educación sexual positiva que ayude a que la sociedad empiece a ver y a entender, cada vez más, la sexualidad de una forma sana, sin tabúes y muy necesaria para el bienestar de las personas.
Patricia López Trabajo es CEO en MYHIXEL.La entrada La educación sexual, una asignatura pendiente se publicó primero en Ethic.