Hasta la Segunda Guerra Mundial, Jesucristo fue el gran referente ético, al menos en occidente. Mucha gente era creyente, o al menos fingía serlo y el ideal moral se encontraba en las enseñanzas de los Evangelios. La llegada de Hitler al poder y su posterior agresión bélica cambió la percepción de la brújula moral y el dictador alemán pasó a ser el sumun de la maldad, el señor de la guerra genocida con el que se ha comparado posteriormente a otros dirigentes. A partir de aquí, los instintos éticos de buena parte de la Humanidad siempre hacían referencia a Hitler aunque, a diferencia de Jesús, él lo hacía de modo negativo. Llamar a alguien "nazi" se convirtió en el peor de los insultos y no cabía duda de que la guerra contra Alemania había sido un conflicto moralmente justo, a pesar de los excesos en los que pudieron incurrir los Aliados. También, hasta ahora, ha habido consenso respecto al rechazo al antisemitismo. La tesis de Ryrie es que, como diría Bob Dylan, los tiempos están cambiando y muchos tabúes éticos se están viniendo abajo:"Durante gran parte de mi vida, en el ámbito público ha existido un silogismo que casi todos aceptaban: el nazismo es decididamente malo: los nazis odiaban a los judíos; en consecuencia el antisemitismo es tabú. De hecho, es preferible pecar por exceso e incurrir en un ligero filosemitismo, aunque a veces se haga con cierta torpeza."
Como sabemos, este consenso se ha roto, sobre todo en los últimos tiempos en los que no pocas voces califican a los propios israelíes como genocidas contra el pueblo palestino. Ahora, con la llegada de millones de inmigrantes a países europeos, el nazismo pugna con fenómenos históricos como el imperialismo o la trata de esclavos como mal histórico absoluto. La mitología de la lucha contra Hitler le ha venido muy bien hasta ahora a Europa para construir un relato histórico de batalla contra la opresión, que sirvió muy bien en tiempos de la Guerra Fría, pero parece que ha llegado el momento para Occidente de enfrentar otros fantasmas del pasado en los que no sale tan bien parado. Esta falta de consenso de los últimos años ha derivado en una creciente polarización política que a su vez puede ser denominada como "guerra cultural": la izquierda más radical y la derecha más tradicional ofrecen visiones del mundo antagónicas que el autor quisiera reconciliar en unos consensos morales mínimos que permitieran hacer cambiar a unos políticos que cada vez trabajan menos por los intereses de los ciudadanos, centrándose más en reforzar sus trincheras culturales.
Existe un capítulo muy interesante en el libro en el que se plantea si es bueno tomar como referente el esfuerzo bélico que hubo que realizar para parar a Hitler comparándolo con situaciones actuales, como la agresión de Putin a Ucrania. ¿La Segunda Guerra Mundial es un ejemplo moral tan puro que debe ser tomado como medida absoluta para situaciones que apreciamos como semejantes a aquella? Ryrie expresa sus dudas al respecto. También el apaciguamiento puede funcionar a veces y evita muertes innecesarias, aunque este es un debate deliberadamente polémico, como lo son buena parte de las tesis que Alec Ryrie expone en este libro que tiene la virtud de presentar unas tesis muy debatibles.
