Revista Opinión
La era de la apreciación: ¿qué busca el nuevo capital humano?
Publicado el 15 octubre 2014 por Alfonso Bárcena @razonable_a_72¿Estamos actualmente ante una nueva condición humana diferente a las anteriores? La abrupta entrada del neoliberalismo en el terreno de la política y la economía a partir de 1979, marcó un antes y un después no sólo en la gestión de los Estados y el gobierno corporativo, sino también en la concepción de qué es el hombre y cuál es su condición y cualidades más relevantes, creando una nueva antropología neoliberal que difiere bastante de la anterior concepción liberal del ser humano.
Como expone el filósofo francés Michel Feher, en la anterior concepción liberal del hombre los seres humanos sufrían carencias pero eran muy inventivos: los deseos eran insaciables e inconstantes pero poco a poco aprendían a optimizar su satisfacción mediante el intercambio de bienes y servicios con otros seres humanos, que también se encuentran en situación de carencia. En la esfera pública, se permite negocios provechosos, donde la mano invisible del mercado permite que los sujetos libres y responsables adquieran lo que desean al precio óptimo. En la esfera privada, los lazos de amor conyugal y paterno se crean y se mantienen mediante intercambios desinteresados. La antropología liberal estaba fundamentada en la prosperidad económica y felicidad en el hogar. En la separación entre lo público y lo privado y la noción de interés.
Michel Feher expone que con el nacimiento de la era neoliberal se desarrollan dos tipos de políticas que afectarán fuertemente al ámbito económico y también al social y personal: la política monetarista de elevación de los tipos de interés, concebida para destruir la economía fordista basada en las grandes empresas con fuerte presencia sindical, por un lado, y la supresión de todas las reglamentaciones y reglas que pesaban sobre la circulación de capitales, por el otro.
La forma de gestionar la empresa realiza un cambio: con la ética del mánager fordista, la autosuficiencia de la empresa es un ideal y el pedir crédito se hacía para poder invertir y ser lo más autónomo posible. En la ética del mánager neoliberal, lo importante es atraer a los inversores y prestamistas. La gestión empresarial ya no consiste en maximizar los beneficios de la empresa, sino su atractivo. Una empresa que recibe créditos es una empresa acreditada (sólo se presta a los ricos). El crédito financiero ha cobrado más importancia que el beneficio comercial. Para los directivos actuales, la verdadera prueba de excelencia no consiste en generar ingresos sino en atraer inversores.
Con la predominancia y absoluto dominio de los mercados financieros en la economía, el neoliberalismo no es liberalismo de la competencia y mercado libre equilibrado automáticamente por la mano invisible. Los mercados financieros no funcionan de ese modo. Las oscilaciones del valor de las acciones van desde la exuberancia al crack y esta parece que es su manera natural de comportarse. Una acción puede bajar o aumentar sin límite y esto nada tiene que ver con el sistema liberal de competencia y de retorno al equilibrio automático. Estamos pues ante un sistema que se debe constantemente sostener en la confianza, o la desconfianza, que es lo propio de los mercados especulativos.
Y todo esto nos lleva a una nueva condición humana neoliberal: así, si en la Edad Media lo importante era la redención y superar el deseo con la caridad; en la Época Ilustrada con la aparición del liberalismo Victoriano lo importante era el cumplimiento y la satisfacción; en nuestra Era neoliberal inauguramos la era de la apreciación, de la autoestima.
Entramos en un sistema en el que solo nos interesan las competencias de las personas. Feher explica que debemos ser un sujeto atractivo: compramos acciones sobre nuestra capacidad para tener ideas patentables, maquillar cuentas, gestionar recursos humanos. La empresa toma partes del capital humano del empleado y a cambio el empleado recibe partes del capital financiero de la empresa. Los individuos que buscan empleo se comportarán exactamente como las empresas y los Estados. Harán valer sus competencias: su atractivo.
Las cosas que realizamos, cortarnos el pelo, dejar de fumar, hacer deporte, formarnos...ya no son cosas que hacemos para optimizar mi renta sino para ser más atractivos. No soy por lo tanto un empresario de mí mismo, como querría una concepción liberal, sino más bien el gerente de una cartera de conductas que trato de valorizar. Todo lo que hago o me ocurra tendrá un efecto sobre el valor y capital humano que soy y, por consiguiente, me trato como una cartera de acciones y obligaciones y mi manera de gestionar mi vida es una forma de valorizarme o desvalorizarme en el mercado.
Finalmente Michel Feher expone que entramos de este modo en una nueva era psicológica en la que mi objetivo fundamental no es maximizar mi satisfacción sino apreciarme. En todos los sentidos del término. En el sentido financiero (hacer que el capital que soy sea atractivo para todos los inversores posibles) pero también apreciarme en el sentido de adquirir autoestima (paradójicamente uno de los pilares fundamentales de la psicología actual). Pasamos de un sujeto anhelante que busca la óptima satisfacción para reemplazarlo por una persona vulnerable cuyo destino depende de su capacidad para adquirir suficiente autoestima. Nuestra nueva subjetividad neoliberal es, cómo nuestra época económica dominada por los mercados financieros, la del individualismo especulativo: se trata de especular en permanencia sobre lo que puedo ser.
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