Existen tantos tipos de emprendimiento como expresiones de la capacidad humana para afrontar retos y generar progreso se puedan producir. El hecho de que Schumpeter identificara a los “emprendedores” como los principales agentes de crecimiento no quiere decir que el emprendimiento sea consustancial y exclusivo de la actividad económica.
Quizás fue Richard Cantillon quien mejor definió el emprendimiento, cambiando definitivamente el sentido original del termino francés entrepreneur, cuando lo considero como “la capacidad para enfrentar la incertidumbre”.
Vivimos la Era de la Incertidumbre y, entre otras muchas cosas, debiéramos recurrir a aquello que es capaz de tornar la incertidumbre en oportunidad: emprendimiento.
El único camino para superar la incertidumbre es dejarla atrás y, en consecuencia, nuestra única oportunidad es el cambio. Hace apenas tres años, defendía en este mismo espacio la necesidad de un renacimiento. Hoy, me resulta difícil admitir tan siquiera una profunda regeneración. No podemos mirar atrás con la mirada melancólica del que se siente derrotado esperando un renacer que borre todos nuestros errores. Pero tampoco es posible recurrir a la regeneración tratando de purificar un sistema que se ha desvirtuado más allá de los límites posibles. Este ha sido el país de los regeneracionistas en los últimos cuatro siglos y cuando creíamos que habíamos conseguido volver a la Historia, nos encontramos con un erial arrasado, tanto por aquellos que supieron interpretar el momento en beneficio propio, como por los que intentaron ir más allá del Estado del Bienestar posible y razonable. Ni renacimiento, ni regeneración, ni cirujanos de hierro, ni defensores de los derechos adquiridos. Se impone el cambio y tantos unos como otros se resisten a emprenderlo porque son perfectamente conscientes de que acabará en una nueva realidad en la que sus ideas probablemente no tengan cabida.
No existe certidumbre sin emprendimiento. Hay que enfrentar el reto convirtiendo la incertidumbre en oportunidad de futuro para conseguir llegar a ese instante pasajero que llamamos certidumbre. Negar este hecho es renunciar al futuro tratando de convertirlo en un presente indefinido, seguro y reconfortante, pero también carente de progreso.
No sabremos cómo será el futuro hasta que no lo alcancemos. En este momento, ahora ya es el futuro de las palabras de la frase anterior, pero el auténtico futuro sólo se podrá intuir cuando yo decida poner elpunto final a estos párrafos. Mañana es futuro previsible, dos años después será posible y quizás diez o quince años después hayamos llegado al futuro que perseguíamos. Pero para alcanzarlo hay que renunciar a la seguridad de lo que conocemos. Una seguridad manipuladora y chantajista que nos hace agarrarnos a ella incluso cuando naufraga. Una realidad que nos mata un poco más cada día, pero a la que somos incapaces de renunciar porque nos repetimos, una y otra vez, que es lo único que tenemos, lo único que poseemos, lo único que conocemos. Pero, no es así, todavía nos queda el futuro.
Necesitamos emprender, ponernos en marcha.
Aquellos que aún conservan su empleo pueden emprender para cambiar los modos y maneras de su empresa, reclamando el valor de sus ideas y de su inteligencia, transformándolas en organizaciones más eficaces y eficientes, más competitivas y, en definitiva, más valiosas.
Aquellos que perdieron sus empleos necesitan emprender. ¿Por qué han de trabajar necesariamente en lo mismo? ¿Por qué no pueden emprender con otros? ¿Por qué no pueden emprender solos?
Aquellos que buscan su primera oportunidad deben emprender. Quizás la facultad o la escuela les dijo que podían ser buenos en esto, pero también lo pueden ser en aquello. Quizás piensan aquí y deban atreverse a pensar allá. Quizás sea mejor crear una tendencia que seguirla. Quizás se equivoquen dos o tres veces, pero si emprenden de nuevo, no habrán fracasado.
Aquellos que se sienten indignados necesitan emprender y convertir ese estado emocional en una masa crítica sólida que permita cauces de expresión políticos y sociales, nuevas oportunidades en un futuro que no es incierto porque todavía no se ha escrito.
Aquellos que se sintieron afortunados por unos años deben emprender. El recuerdo conduce a la amargura, la decepción y, finalmente el fracaso. No podemos asegurar que vuelvan a sentirse afortunados, pero sí pueden sentirse de nuevo capaces de soñar y, eso, sólo eso importa.
Quienes se empeñen en hacer lo de siempre, llegarán donde siempre y siempre es ahora, hoy, este preciso momento: incertidumbre, indignación, impotencia, decepción.
Vivimos en la Era de la Incertidumbre. Si decidimos resistir, aguantar y sufrir por algo que ya es pasado, convertiremos esa incertidumbre en una molestia sin fin. Por el contrario, si decidimos emprender, podemos tener la oportunidad de descubrir un futuro distinto, ni peor, ni mejor, simplemente distinto. Sólo por eso, merece la pena EMPRENDER.