Leo en la prensa que un 60% de madrileños rechazó ayer ponerse la vacuna de AstraZeneca. La noticia me causa sorpresa, aunque teniendo en cuenta algunas decisiones de los madrileños respecto a otros asuntos no debería sorprenderme tanto.
La toma de decisiones es un terreno en el que se ponen de manifiesto cómo personas relativamente inteligentes pueden tomar decisiones poco racionales. Y es que hay que distinguir entre inteligencia y racionalidad. Mientras que la inteligencia hace referencia a aquellas competencias y habilidades usualmente evaluadas mediante los tests de inteligencia, la racionalidad tiene que ver con adoptar objetivos apropiados y emprender acciones de acuerdo con dichos objetivos y con las propias creencias. Son muchas las ocasiones en las que inteligencia y racionalidad aparecen disociadas, y en las que sujetos inteligentes toman decisiones poco racionales.
Estas discrepancias se manifiestan de forma clara en los sesgos cognitivos que cometemos cuando analizamos un problema o situación ante la que debemos dar una respuesta o tomar una decisión. Unos sesgos que suelen estar causados por el desequilibrio entre dos sistemas diferentes de pensamiento. El sistema 1 es experiencial e intuitivo, opera de manera rápida y con poco esfuerzo, también es inconsciente y automático. En cambio, el sistema 2 es analítico, consciente y responsable de operaciones lógicas y cálculos complejos que requieren de mucha atención y esfuerzo mental, tales como comprobar la validez de un argumento lógico complejo o comparar los riesgos derivados de tomar una decisión.
También la Teoría de la Representación Borrosa propone la existencia de dos formas cualitativamente diferentes de procesamiento y codificación de la información.En algunos casos procesamos la información atendiendo a aspectos literales pero carentes de significados (palabras o cifras exactas). En otras ocasiones se trata de representaciones basadas en un procesamiento profundo de la información que extrae su significado esencial, aunque carece de la precisión y el detalle de las representaciones literales. Mientras que las representaciones literales pueden basarse en cantidades o porcentajes objetivos y exactos, las esenciales se basan en la interpretación o valoración que hace el sujeto de una determinada situación incorporando aspectos emocionales de las diferentes alternativas entre las que se ha de decidir.
La toma de decisiones se puede ver beneficiada en algunas ocasiones por un razonamiento intuitivo que tenga en cuenta lo esencial de la información disponible, atendiendo a los aspectos esenciales más que a los detalles. Por ejemplo, si un adolescente que ha de decidir entre consumir o no consumir alcohol antes de coger el coche para regresar a casa es posible que sopese la baja probabilidad de tener un accidente frente al placer de divertirse con sus amistades y volver a casa de forma cómoda. Sin embargo, esta decisión implica un claro fracaso en la toma de decisión ya que una evaluación literal y cuantitativa de los posibles riesgos no tiene en consideración que lo esencial de la decisión es comprender que la propia supervivencia es mucho más importante que cualquier cálculo probabilístico de los riesgos derivados. Por baja que fuese la probabilidad de ocurrencia tendría que haber antepuesto la gravedad de las consecuencias de una decisión arriesgada.
Sin embargo, cuando se trata de la decisión de ponerse o no ponerse una vacuna entran en juego algunos aspectos que hacen que lo más racional no sea centrarnos sólo en la posibilidad de sufrir un trombo e incluso morir como efecto secundario de la vacuna. En este caso sí tiene sentido poner en funcionamiento el sistema de pensamiento analítico tipo 2 y tener en cuenta los aspectos literales o cuantitativos, ya que la no vacunación también conlleva la probabilidad de morir. Es decir, en este caso las dos opciones que se nos ofrecen pueden tener consecuencias con una alta carga emocional, por lo que no tiene ningún sentido hacer un análisis intuitivo o emocional de la situación, sino tomar una decisión racional basada en una comparación de probabilidades al margen del sesgo cognitivo que supondría tirar del perezoso sistema de pensamiento tipo 1. Yo lo tuve claro y me vacuné el pasado jueves.