El uso de la escritura estaba extendido por todas las tierras bajas mayas. Sin embargo, los textos de las tierras bajas septentrionales de las meridionales se distinguen unos de otros en la forma de los símbolos y en la sintaxis, reflejando así unas diferencias no sólo artísticas sino también lingüísticas e históricas. Por la lingüística histórica sabemos que en estas regiones se hablaba el yucateca en el norte y el protochol en el sur, dos lenguas emparentadas pero claramente diferenciadas, y que diversas lenguas vecinas, primero el mixe y más tarde una variante nahua de la costa mexicana del Golfo, ejercieron también cierta influencia. Las escrituras más tempranas se encuentran en las tierras bajas meridionales. La estela 29 de Tikal se ha fechado el 290 d de C, y la placa de diorita de Leyden, que se supone originaria del mismo lugar, el 320 d de C. El uso de la escritura se conservó hasta la conquista española, pero sólo en el norte. Contamos incluso con una descripción del sistema de escritura maya procedente del período colonial temprano —aunque incompleta y equívoca— en la memoria sobre Yucatán de Diego de Landa (hacia 1566).
Representación de la escritura
La escritura aparece de múltiples formas en monumentos de piedra aislados (estelas y altares), en escalones, dinteles e intradoses de las puertas, en tableros de piedra, estuco o madera, en pinturas murales y códices, así como, en la cerámica funeraria, en pequeños utensilios y adornos.
Las piezas más relevantes para los investigadores son, sin duda, el millar de monumentos de piedra, a menudo bastante bien conservados, y, en menor medida, debido a la densidad y complejidad de su información, los cuatro libros manuscritos (códices de Dresde, de París, de Madrid y Grolier), así como la abundante cerámica policroma, descubierta sobre todo con los saqueos modernos de tumbas.
La escritura maya presenta destacados contrastes, incluso externamente, respecto a las otras escrituras mesoamericanas. Los jeroglíficos mayas consiguieron un alto grado de estandarización y abstracción. Los textos jeroglíficos mayas están escritos de modo muy compacto en líneas y columnas exactas y, a menudo, sin ningún tipo de representación gráfica aclaratoria. De este hecho pueden sacarse dos conclusiones: por una parte, que después de su creación a partir de una base postolmeca, la escritura maya se desarrolló con rapidez e independientemente de otras escrituras mesoamericanas; por otra, que ya a partir de alrededor del 400 d de C era una escritura totalmente funcional que no necesitaba el apoyo de comentarios orales ni gráficos. Este proceso se desarrolló en un período de aproximadamente 500 años.
En vista de la larga tradición y estabilidad de nuestro sistema de escritura actual, este lapso puede parecemos inverosímilmente corto, pero está demostrado también para el desarrollo de la escritura sumeria, con lo cual hasta cierto punto podría considerarse un período sistemático inmanente.
Las lenguas
En atención al desarrollo de la escritura jeroglífica y su desciframiento, es importante conocer qué lengua o lenguas se hablaban en ese momento en la región y a qué influencias extranjeras se vieron sometidas en el curso de los siglos. Los métodos de investigación de la historia de la lengua, sobre todo la glotocronología, la geografía lingüística y los estudios sobre el vocabulario popular, permiten una tosca reconstrucción.
A principios del período preclásico, con el establecimiento del sedentarismo, se formó la lengua protomaya, que progresivamente se fue descomponiendo en lengua separadas, hasta alcanzar su máximo grado de fraccionamiento en el siglo XVI con unas treinta lenguas distintas.
Según las reconstrucciones glotocronológicas, la comunidad lingüística protomaya tenía su origen en valles de las tierras altas junto a la frontera de Guatemala y Chiapas. De allí salieron diversos grupos, uno de los cuales, los huaxtecas, se trasladó tan hacia el norte que se desvinculó definitivamente de los otros grupos mayas. Sin embargo, la mayoría se limitó a ocupar lentamente los territorios a su alrededor.
En esa misma época, al noreste de los mayas se hablaba otra lengua, el protomixe-zoque. También este grupo lingüístico ha sobrevivido hasta hoy en la aislada región montañosa del istmo de Tehuantepec. Muy probablemente esta era la lengua de los olmecas. Así pues, entre los olmecas y los mayas no se estableció ninguna continuidad lingüística, con lo cual la escritura jeroglífica, si se originó entre los olmecas, tuvo que adaptarse idiomáticamente a unas condiciones muy distintas. Por otra parte, las lenguas mayas y sus testimonios escritos debieron conservar algunos préstamos olmecas que reflejan el papel dirigente de esta cultura durante el período preclásico.
Dos factores que hay que tener en cuenta y que han dificultado enormemente el desciframiento de la escritura maya, son el hecho de que diversas regiones reproduzcan sus inscripciones en diferentes lenguas mayas, y, sobre todo, que las influencias extranjeras posteriores se asimilaran también de modo diferente, según la región en la que actuaban. En el período clásico medio suponemos una importante influencia del totonaca, y en el posclásico otra aún mayor del nahua de la costa del Golfo.
Características de la escritura maya
Algunos ejemplos escogidos ayudarán a determinar los rasgos esenciales de la escritura maya. La principal característica —y base del desciframiento, aún incompleto— es, sin duda, el hecho de que la mayoría de las sílabas mayas tienen su correspondiente símbolo jeroglífico. Así pues, una palabra puede escribirse completa e inequívocamente con tales símbolos. El cacao, un producto típico de la América precolombina, en maya se dice kakaw. Jeroglíficamente la palabra se forma con la yuxtaposición de los símbolos silábicos ka-ka-wa. A fin de que las sílabas no pudieran confundirse, el modo de ensamblarlas, es decir la lectura, obedecía a determinadas reglas. En los símbolos silábicos, las vocales al final de una palabra no se leían, por lo tanto este jeroglífico de tres sílabas reproduce correctamente la palabra kakaw.
Además de esta grafía silábica, la escritura maya disponía también —casi siempre en combinación con los anteriores— de un gran número de símbolos gráficos que deben interpretarse como palabras completas o como conceptos, en gran parte independientes de una lengua determinada. Un ejemplo especialmente claro y comprensible es un singular jeroglífico para el concepto «día». En él aparece gráficamente el símbolo del Sol entre los símbolos abstractos del cielo y la tierra, representando en cierto modo el sol saliente o poniente, es decir la característica principal de un día cualquiera.
Sin embargo, los escribas mayas no se conformaron con estas reglas y símbolos relativamente fáciles y, por motivos estéticos o incluso para hacer más difícil el acceso al arte de la escritura y la lectura a los no iniciados, utilizaron otros recursos. Si el espacio para escribir no era suficiente, a menudo componían dos símbolos en uno, surgiendo así a primera vista otro símbolo nuevo; no obstante, un estudio detallado puede volver a separar sus componentes originales. Para los símbolos más habituales —los del calendario— desarrollaron incluso tres o cuatro formas distintas: un símbolo abstracto que los estudiosos llaman modelo corriente por su frecuente utilización; el denominado modelo-cabeza, casi siempre la cabeza de un animal, de un hombre o de un grotesco ser mixto; y, ocasionalmente, una figura humana o animal entera. Por lo general sólo se reconoce a qué símbolo hacen referencia estas figuras por pequeños detalles, como el adorno de la mejilla o la forma de la mandíbula inferior. Como ya se ha dicho, casi todos los jeroglíficos mayas forman textos completos, por eso ha podido estudiarse también la sintaxis, comparándola con la de las lenguas mayas aún vivas. Tanto en los textos completos como en las frases y palabras sueltas, los textos jeroglíficos muestran una rígida ordenación.
El texto inferior derecho de la página 30 del códice de Dresde, compuesto por cuatro jeroglíficos, empieza con un verbo seguido del sujeto de este verbo y dos complementos locativos. Esta estructura corresponde con toda exactitud a la sucesión de las partes de la oración en los textos narrativos de la lengua maya yucateca. También la sucesión de las silabas y las palabras sueltas dentro de cada jeroglífico estaba rígidamente regulada. Empezando por la izquierda, se leía el símbolo superior derecho, luego el que estaba debajo y por ultimo el símbolo situado más a la derecha. Siguiendo esta regla se obtiene el texto
u + chum + uchum... se sienta
chak + k(i) Chak (el dios de la lluvia)
chak + l(a) + te' chakal te' sobre el árbol rojo
ti + la + kin + n(e) ti lakin en el este
La imagen abajo representada muestra al dios de la lluvia Chak sentado en un árbol, con una bolsa para copal en la mano derecha y un hacha en la izquierda, que está levantada; con ella abre las nubes y provoca tormentas.
Códice de DresdeEl contenido de los textos mayas
A pesar de que el sistema de escritura de los mayas se adecuaba a todos los contenidos de naturaleza oral, los testimonios que se han conservado demuestran que se empleó sólo muy limitadamente.
Uno de los temas para el que se utilizó sobre todo la escritura en forma de libro es la predicción del futuro, que estaba en manos de sacerdotes adivinos, ahkin. Estos, que ejercían tanto privadamente como en actos oficiales públicos, se ayudaban de unos manuales en los que se detallaban las fechas del calendario, los dioses más influyentes, los pronósticos para los clientes y las ofrendas más convenientes para aplacar a los dioses. Los adivinos contaban los días con piedras y con semillas del árbol del tzite, rezaban y ejecutaban diversas acciones rituales. Aparte de la utilización de libros adivinos en escritura jeroglífica, este tipo de predicción del futuro ha sobrevivido hasta hoy.
Las inscripciones mayas en estelas, altares y construcciones suelen tener un carácter biográfico. En el centro figura el soberano del lugar con su nombre y títulos, los acontecimientos más importantes de su vida (nacimiento, ascenso al trono y campañas bélicas victoriosas) y las obligaciones religiosas (autolaceraciones, sacrificios a los dioses).
A menudo se menciona también su descendencia de antepasados famosos o incluso en los dioses, un factor muy importante para legitimar el poder.
Desde hace sólo diez años sabemos que la decoración de la cerámica funeraria pintada, con sus vivaces escenas de colores acompañadas de cortos textos jeroglíficos, suele tener un contenido mítico. Quizá se trate de sumarios de himnos fúnebres, o de los mitos sobre la muerte y el renacimiento de figuras del rico panteón indígena que ha transmitido el Popol Vuh de los indios quiché. En este campo, la investigación no ha hecho más que comenzar.