Mural de One Piece de 2 m x 1 m. La foto desmerece el original. O qué hacer con tu hija para que no mire tantas series mangas online.
Primero, la mayoría de los alumnos, en una clase concurrida, llegaban media hora antes. Hablaban un poco entre ellos. Luego se ponían a dibujar, que era el objeto de estudio, y apenas se oía algún murmullo. Cinco minutos antes de la llegada del joven profesor, muy respetado por el alumnado por sus capacidades, la clase era un gota de silencio. Llegaba el profesor y ametrallaba a los alumnos imponiendo un alto ritmo de trabajo.Y así tres horas seguidas y sin descansos. El sueño de un maestro. La utopía de la escuela ideal. Y acabada la explicación de mi hija, me quedé pensando en por qué obligamos a los niños a aprender a diferenciar entre gótico y barroco, entre mitocondrias y catabolismos, raíces cuadradas y prefijos y otras materias que jamás, jamás van a servirles para nada en la vida y que les harán sufrir durante años y años, derivando en esas materias un esfuerzo que podría ir hacia otras direcciones, como, por ejemplo, pensar por sí mismos. Si los jóvenes y adultos, por ejemplo, entendieran bien lo que es una hipoteca, ¿hubieran sido tan fácilmente estafados en masa durante la burbuja inmobiliaria? ¿Por qué malbaratar tanto en enseñanzas que sólo son útiles a una minoría de especialistas? ¿Para qué lanzar a la basura tantos esfuerzos y años para nada? Quedan muchas cosas por hacer, una es derribar el vetusto edificio de la enseñanza, tal y como lo conocemos, y edificar otro un poco más inteligente. Y a quien le interese la poesía comparada o las matemáticas puras, que las estudie. ¿Y la educación emocional, y los oficios, y los técnicos especialistas?
La escuela Manga