No me gusta la reforma educativa de Wert, pero no por los motivos que aparecen en luces de neón en la calle, sino porque parto de una preferencia por un modelo que no se ha puesto nunca en práctica que es el de la libertad educativa.
A Wert todo esto se la trae al pairo.
Dicho esto, reconozco que hay críticas razonables. Existe un conflicto de competencias cuando el Estado central -esa cosa de Madrid que resulta ajena y extraña-, pretende acaparar un mayor ámbito de decisión sobre la educación, que es una competencia regional. Si lo que quieren es controlar la educación, que aprueben una ley que reforme todos los estatutos de autonomía y el Estado recupere la competencia. Pero eso no lo harán. Ya se ve en su intención de cargarse la Selectividad -una de las pocas cosas que tienen en común los chavales de Soria y los de Melilla, junto a los videojuegos, los pimientos y la comida basura- que lo que quieren no es centralizar ni plantear más cosas comunes. Quieren que todo siga igual pero con un debate en la calle donde las posiciones sean encontradas, sulfuradas y entretenidas (lo mismo que hace Mourinho).
El gobierno sabe muy bien que en este país, las lenguas, las tradiciones y lo tribal, son algo que enerva mucho. Basta con que critiques la aldea de mierda de alguien y se te lanzará a la cara a quitarte los ojos.
«Me acaban de preguntar si aquí lavamos la ropa».
Así, la famosa españolización de Wert, que todo el mundo acepta en los carnets de conducir, resulta inaceptable para muchas personas relacionadas con la educación y la cultura. No es difícil encontrar a escritores que nadie lee, periodistas de periódicos que nadie compra y profesores de carreras en las que nadie se matricula, poniendo el grito en el cielo porque el gobierno pretenda reducir la enseñanza de otras lenguas españolas que no sean el castellano o el gallego.
Hay que saber que la reforma wertiana se basa en la consulta a los padres que puso en práctica Feijoo en Galicia. Una reforma que en Galicia no gustó a nadie, por cierto, y de ahí su éxito: cada cual quiere una reforma a su medida y nadie se pone de acuerdo, así que todo el mundo se fastidia y a callar.
El caso es que si esto vale para Galicia, donde la lengua mayoritaria es el gallego, no vale para Cataluña, donde sus patricios se esfuerzan mucho en enseñar el catalán a una población que básicamente viene de Sevilla, Badajoz y Marrakech; o para el País Vasco, sitio donde es muy difícil encontrar a alguien que hable el vasco. Así, una pretendida normalización lingüística (es decir, apoyar a la lengua minoritaria), en Galicia tiene sentido con el castellano, pero en los otros lugares levantiscos, el sentido lo tiene con el catalán y el vasco. De ahí que la misma norma no valga para todas partes.
Ah, diablos, qué coñazo es España ¿no? Con sus varios idiomas y los españoles que nos emperramos en utilizar otros idiomas además del castellano. Hasta diría que es imposible tener una ley educativa única porque a la gente le da la gana de estudiar la lengua que lleva hablándose desde antes que el castellano en su aldea.
«¿Me prometen una fiesta muy loca y no son capaces de enviarme un par de enanos gemelos chinos?»
Pero la wertiana reforma no se queda sólo en la norma gallega. Incorpora algo que en Galicia no tenemos. Algo muy sabroso y chanante: si en tu aldea de mierda no hay un centro que imparta las clases en la lengua principal de tu elección, la Consejería te paga el centro privado que sí la imparta. Toma ya. ¿Y los escritores que nadie lee, protestan por esto? Caray, que se reúnan en conciábulos y funden escuelas privadas. Podrán cumplir con su máxima aspiración y vivir del cuento para siempre. Este es el punto cardinal sobre el que más protestan los políticos irredentos: supondría un gasto mucho mayor. ¿O acaso alguien piensa que a la Generalitat le importa un pijo que se estudie castellano o catalán? Lo que les importa es la pasta y sólo se trata de eso. El resto son tonterías útiles. Si tienen que dedicar más dinero a educación, lo tendrían que quitar de los centros de observación de la cebolleta o de los institutos nacionales del control galáctico. Ah, no, por ahí si que no paso, con lo que me costó inventarme el chiringuito para enchufar al hijo de mi peluquera.
Otra cosa que pica a los antiwertianos es lo de la asignatura de Religión (no veo que especifiquen «Religión Católica», pero bueno). Esto puede tener más sentido. Sin embargo, si no hay oferta de colegios religiosos cercanos, y los padres quieren que sus hijos aprendan budismo o ecologismo, ¿dónde si no en la escuela pública lo van a aprender? Siguiendo el espíritu wertiano, el Estado debería pagar la matrícula en colegios religiosos a quienes lo pidan. Vale, sé que esto jamás lo consentiría un partido tan profundamente anticatólico como el PP. Supongo que la alternativa de quienes no quieren saber por qué hay un campanario en la plaza del pueblo o por qué tenemos los festivos que tenemos, será la de «que vayan a catequésis a la Iglesia y nos dejen en paz». El problema es que no hay suficientes curas para eso. Es decir, existiría una discriminación incompatible con el concepto de acceso universal a la educación. ¿Qué pasa, que unas discriminaciones son buenas y otras no? Pues que los niños aprendan religión en la escuela pública (y que haya una asignatura alternativa de Ética Occidental Judeocristiana, para quienes quieran ir al infierno, claro). Además, ¿qué haríamos con los afiliados de Izquierda Unida?, si en ese partido sólo hay profesores de religión (un tanto revenidos, lo reconozco).
«No os vayáis, que tengo más chistes».
Una cosa que todo el mundo ve positiva (y las editoriales las primeras) es la desaparición de Conocimiento del Medio y su división entre Ciencias Sociales y Ciencias de la Naturaleza. Ya era hora de que quitaran ese bodrio que nos hace pensar en ir a buscar hormiguitas al parque lleno de jeringuillas.
Y también está lo de quitar Educación para la Ciudadanía, que creo que no la quitan del todo, sino que se transforma en la nueva asignatura de Educación Cívica. Otra zapaterada del PP. Espero que al menos en su contenido no haya referencias a capar capitalistas para destruir a la oligarquía dominante.
Acabo con lo de Griñán. En serio, entiendo que la consejera catalana proteste (les quedaría menos dinero en el presupuesto de su gobierno), pero ¿el presidente andaluz por qué protesta? Si quiere salir en la tele, que diga lo que sabe de los ERE y se deje de gaitas.