Revista Espiritualidad

La esperanza y las ilusiones no sirven para nada

Por Chocobuda

Este post responde a varios comentarios y correos que recibidos en reacción al artículo Para ti, que estás llorando porque alguien te engañó, donde Kodo Roshi dice:

Tener ilusiones significa ser inestable. Tener ilusiones significa ser controlado por la situación.

Nuestra cultura valora e impulsa tener sueños vacíos en los que construimos realidades alternas donde todo nos favorece. Pasamos horas enteras elaborando fantasías donde tenemos todo el dinero, la pareja ideal, el trabajo perfecto y hasta ganamos el Premio Nobel.

En la imaginación nadie ha muerto, el amor es eterno y perfecto y algunos hasta llegan a dirigir una nación.

Por otro lado, nos implantan la idea de que, ante la desesperación, debemos aferrarnos a una fantasía donde todos los problemas ya terminaron. La esperanza es parte implícita de nuestro desarrollo.

Debemos tener esperanza de que las cosas cambiarán, de que los políticos serán honorables, de que un ser amado no morirá y de que nuestras finanzas personales sanarán tan sólo con desearlo.

Incluso muchas personas viven con la ilusión de que al morir irán al cielo a encontrarnos con los que extrañamos y que un amigo imaginario redentor saneará todos sus pecados.

La esperanza y la ilusión están tan bien integradas a la mente colectiva, que existen métodos comerciales para crear fantasías e imaginar cosas; clamando que la Ley de la Atracción es el secreto arcano de los exitosos. Estos timadores venden la idea de que el universo proveerá todo lo que desees, si lo deseas con mucha, mucha fuerza y  usando su método mágico.

Hacemos todo lo que sea posible con tal de no aceptar la realidad como es. Nos aferramos a ficciones basadas en ignorancia*, que generan apegos y aversiones.

En budismo, sobre todo en zen, sabemos que la esperanza y las ilusiones son muy peligrosas.

Son el resultado de rechazar las cosas como son, y abrazar realidades alternas que únicamente suceden en la mente.  Estas realidades son tan perfectas y atractivas que es casi imposible no apegarse a ellas.

Deseamos con tanto ahínco que se cumplan las ilusiones, que quedamos devastados cuando nos enfrentamos a la realidad.

Con este auto engaño le damos atributos imaginarios a personas, situaciones y cosas. Pensamos argumentos como:

Ella es lo único que me hace feliz.

Cuando gane la lotería, compraré la casa/auto/cosa/viaje que siempre he querido.

Mi tía Chayo no nunca morirá. 

Algún día tendré el empleo de mis sueños.

Él jamás me tratará mal porque es todo un caballero.

Con todo esto se podría pensar que la comunidad budista internacional es un grupo amargados que sólo ven lo malo de la vida. No hay nada más lejos de la realidad.

El budismo considera la ilusión y la esperanza parte de la naturaleza humana.

Gracias a la creación de mundos imaginarios es como hemos desarrollado la ciencia, logramos escribir libros, terminamos la universidad y construimos la civilización que tenemos.

La gran diferencia es que no nos aferramos ni a las ilusiones ni a las esperanzas.

Por supuesto que muchas veces fallamos miserablemente en esto. Yo soy un soñador empedernido y me cuesta mucho trabajo destruir mis auto engaños. Y esa es la razón por la que entreno budismo.

Al final, no hay nada de malo en pensar en una vida mejor.

Pero es mejor alcanzar las estrellas con los pies bien plantados en el piso.

*Ignorancia en términos budistas implica desconocimiento del dharma. Es decir, vivimos en el auto engaño, apegos y aversiones.


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