Coincidiendo con los primeros grandes calores, llega a la Región Mediterránea la estación seca, la sequía estival que distingue nuestro clima del típico de las regiones boreales. No tendría por qué coincidir el verano con la sequía - en las sabanas del Serengeti, por ejemplo, la estación seca se da en invierno -, pero así ocurre por aquí, gracias al anticiclón de las Azores, desde hace ya unos 4 millones de años, desde que el Sur de Europa dejó de ser una tierra de clima subtropical. ¿Sucedería este cambio de clima a causa de la unión entre América del Norte y del Sur? Parece ser que, al formarse el istmo de Panamá por erupciones volcánicas, las corrientes marinas se reorganizaron y pasaron a transportar agua cálida hacia el hemisferio Norte, un agua que alteró las temperaturas. ¿Nació así el clima mediterráneo? Quién sabe...
Volviendo al día de hoy, la estación seca supone para los seres vivos dos hostilidades combinadas: un sol abrasador y una sequía casi total, y ambas hacen del verano mediterráneo una amenaza de primer orden para la supervivencia de las especies de nuestro ecosistema - basta con ver cómo en esta semana el pasto se ha secado casi por completo. A lo largo de este verano, iremos explorando en este cuaderno de campo algunas de las muchas estrategias que utilizan los seres vivos para sobrevivir a esta prueba, quizá la más dura de todas las que han de afrontar durante el año, junto con las heladas y carestías del invierno.
Para ir estrenando la temporada de verano, tenemos en esta imagen a una de las poquísimas flores que osan florecer con la que está cayendo: la punterilla, Pistorinia hispanica, un endemismo de la Península Ibérica y el Norte de África. Se trata de una planta crasa (Crasulácea), ya que almacena agua en sus hojas, que se vuelven gruesas como gruesos son los tallos de los cactus. Mediante esta estrategia para sobrevivir al verano, las Pistorinia le dan ahora un aire desértico al pasto seco, pero esta planta minúscula emplea además otro truco, más hábil aún, para resistir los calores. Durante el día cierra todos los poros de sus hojas (estomas), y de este modo evita transpirar la valiosa agua que almacena. Pero, como planta que es, tiene que tomar dióxido de carbono del aire, así que debe abrir alguna vez los estomas, y lo hace por la noche, cuando refresca y por tanto perderá poca agua. Se pasa la noche fijando dióxido de carbono, almacenándolo en forma de un ácido orgánico que le da sabor agrio a sus hojas. Al llegar el día, cierra los estomas y utiliza la energía solar para fabricar alimento a partir del ácido almacenado por la noche. Esta clase de fotosíntesis, llamada CAM, es típica de las plantas crasas, y hace de Pistorinia una de las especies mejor adaptadas para sobrellevar el durísimo verano de los campos mediterráneos.
Más sobre el origen del clima mediterráneo en Blondel & Aronson (1999) Ecology and wildlife of the Mediterranean Region, Oxford University Press.