La protesta masiva no funciona y se ha decidido efectuar acciones muy concretas, autónomas, por sectores. El uso de una gran masa de gente es efectista y sirve únicamente como propaganda y para salir en la tele. Concretamente sirve para que algún policía cometa el error de abrirle la cabeza a alguien y ganarse portadas en los periódicos. A los periódicos les encanta la sangre, ya sea para mostrar lo violentos que son los manifestantes o lo franquistas que son la policía y el gobierno.
A quienes organizan estas protestas multitudinarias no solo no les importa que abran la cabeza a alguien, es que lo esperan con fruición. Se sabe que la gente siente empatía con el débil, así que como propaganda es impagable. El número de seguidores de una reivindicación se puede inferir del número de cabezas abiertas de la fiel infantería. Otro mundo es posible, otra grapa en la cabeza también.
Pero no se puede abusar de esta estrategia. Así, en las acciones más localizadas se evita el enfrentamiento y se sale casi igual por la tele. También hay que decir que las movilizaciones masivas suponen un desgaste por parte del que convoca. Ahí están los resultados de las huelgas de los sindicatos del régimen para demostrar que la gente cada vez está menos por la labor de marchar con banderitas.
Dos tipos de protestas
Se están mezclando y realimentando dos tipos de protestas. Por un lado, las protestas políticas relacionadas con el sector público, sobre todo en Madrid (sanidad, Telemadrid, educación, metro...) y otras partes (justicia, más sanidad...). Por el otro, las que tienen que ver con despidos y ERE en el sector privado. A estas dos categorías, se les unirá en breve la de los afectados por la Ley de Servicios Profesionales (supongo que farmacéuticos, taxistas, notarios, registradores y arquitectos pondrán el grito en el cielo. Será interesante ver cómo sectores conservadores se incardinan en la protesta).
Es una realimentación, y funciona en los dos sentidos. Por un lado se da un contenido de caracter político a la protesta (desde luego un contenido claramente de izquierda extravagante) y por el otro se mantiene la llama encendida en todo el país. Se trata de pintar un cuadro sencillo ante la opinión pública.
Hay dos colaboradores necesarios en esto. El primero, la indolencia del Gobierno. El segundo, la corrupción política. Cuando a una calle incendiada le unes un Gobierno especialmente torpe y unos políticos que no afrontan la corrupción, ni sus problemas de comunicación, que no tienen ganas de renovar a sus caras conocidas, que hablan de cosas que a nadie le interesa; se promueven este tipo de protestas, las ayuda. La gente, en lugar de tener su referente en el político de la neorrestauración de turno, prueba con otras cosas.
La nueva izquierda aprende a comunicar mejor
Hay una película estupenda que se llama La batalla de las Ardenas. En una escena, el general alemán se carga a un par de Sherman en un puente. Los americanos saltan de sus tanques y salen corriendo, dejando a los carros en medio del puente. El ayudante del general pregunta a qué se debe el retraso en el avance. El general, que es un viejo zorro, dice «informe al cuartel general de que los americanos están aprendiendo a retirarse».
La izquierda extravagante está aprendiendo a comunicar. Por primera vez (aun habiendo de todo), salen de esas cuevas en las que discuten hasta la náusea sobre la undécima tesis de Feuerbach y tratan a la gente de la calle. Cambian lo que dicen en función de las circunstancias. No van con el asunto del plusvalor o de la superestructura. Simplemente le dicen a un paisano «te están robando» y ese mensaje cala. En parte cala porque es medio-verdad. Cuando hay un empobrecimiento generalizado, cuando hay que reducir sueldos, cuando se decide aumentar la solvencia de la banca antes de tratar con un poco más de cuidado los dolorosos casos de desahucio, la gente asume que hay unos poderes oscuros que le están robando. Este discurso es muy atractivo. La izquierda extravagante lo aprovecha y dice «yo jamás te bajaré el sueldo, basta con subir los impuestos a los más ricos». En parte cala también porque no existe un relato alternativo. Tenemos en los gobiernos a robots que hacen lo que les da la gana y ni se molestan en explicar lo que hacen, ni tienen cuidado en ocultar sus trampas.
A las puertas de una escuela pública, donde hay padres preocupados porque van a tener que pagar el comedor de sus hijos, la gente está receptiva a cualquier relato alternativo, por muy alejado de la realidad que esté. Pocas personas rechazarían a quien les dice que ese comedor tiene que seguir siendo costeado con dinero público, que el pago de la deuda no puede ir antes que la educación, etc. Puede haber gente que no sufra la crisis más que en el comedor de sus hijos. Padres con empleo indefinido, clase media, gente normal que hasta va a misa y compra el ABC. La vieja pequeña-burguesía, antigua enemiga de clase. A esa gente, la izquierda extravagante ya se la gana con su relato alternativo.
Estamos biológicamente diseñados para que nos salten las alarmas ante los problemas inmediatos. Es muy sugerente abrazar a quien te propone una solución rápida para tu problema inmediato y concreto. Si aceptas una solución atractiva para tu problema, ya cambia tu visión de las cosas y pasas a estar más receptivo para la segunda parte del relato: «existe un poder hegemónico que está haciendo aguas, porque la evolución de la financiarización de la economía conlleva una serie de contradicciones inherentes al sistema capitalista. Si seguimos así sólo habrá más deuda, que además es impagable, y además vas a pagarla tú y no los auténticos responsables que son los poderosos, los dueños de las finanzas internacionales y las grandes organizaciones internacionales que controlan la economía mundial en función de los intereses de las grandes multinacionales». Poco importa que haya cierta dosis de pensamiento mágico en este relato porque ya te lo estás tragando. Va en el pack. Aceptas la medio-verdad y te comes con patatas la magia. La medio-verdad en este ejemplo es que probablemente sí haya dinero para pagar el comedor (bastaría con priorizar los gastos sin aumentar la deuda: adiós a las subvenciones a los monos pelados de Ghana, adiós a los JJ.OO.), pero todo lo que va detrás ya es algo que tiene que ver con una visión del mundo muy concreta, con una ideología.
No hay respuesta. No, Marhuenda no es una respuesta, por Dios
Quienes no estamos de acuerdo con cómo van las cosas, con las mentiras del gobierno, con la falta de debate en este país, con la tremenda losa casposa y engominada que la dirección del PP echa sobre esa parte de la derecha democrática ajena al PP a la que se deja sin espacio para operar, lo tenemos muy crudo. Es necesario construir un relato alternativo. Hace falta una historia que sustituya el discurso actual que ya se muestra inoperante y sustituya también el relato que nos venden ahora los de la conciencia global y la contradicción capitalista.
Es que además es necesario este paso por cierta higiene o coherencia intelectual. Yo no sé cómo se lo monta, pero la izquierda extravagante siempre tiene un doble discurso. Por ejemplo: por un lado la Transición fue una traición a las aspiraciones democráticas del pueblo por la que los ministros del anterior régimen, mandos militares, judicatura y fuerzas policiales siguieron en sus puestos y nadie les picó el billete. Bien. Pero es que por otro, tratan a los etarras como interlocutores políticos válidos, con los que es posible construir un futuro mediante el diálogo, etc. ¿En qué quedamos? ¿Lo que se pide para unos no vale para otros? ¿Y son estos a quienes el gobierno y los medios dejan construir un relato diferente de las cosas? ¿A estos?
Y qué me decís de los corifeos que bailan alrededor de los despachos oficiales. Ese cuarto poder que, paralizados ante el cambio tecnológico y de costumbres, en lugar de cambiar ellos, están dispuestos a vender a su madre por un poquito más de publicidad institucional, a ver si con suerte y dinero público consiguen retar a la muerte un invierno más. Dinosaurios en época de lemures y ratillas. En ocasiones tratan de ser más papistas que el Papa y reciben su buena dosis de backfire.
Crisis política
A mi me vale asumir que la correlación de fuerzas en este país ha cambiado. Es inevitable que sea así en primer lugar por el hecho biológico y en segundo lugar por razones exógenas (UE, islamismo, etc). Lo construido durante la Transición respondía a un momento histórico y más o menos hay razones para pensar que el momento histórico ha variado. El consenso establecido tras la Transición, creado a imitación de otras transiciones tras la guerra europea (caso alemán) es que aquí tiene que haber un fuerte bipartidismo moderado. Por un lado, el equipo azul, que tiene cierta querencia por la patronal y las privatizaciones a la española, pero que tampoco pone en duda el modelo de estado social. Por otra parte, el equipo rojo, con su querencia por los sindicatos y las minorías sociales, pero que tampoco pone en cuestión los negocios grises del Ibex 35 ni va a morder la mano que le da de comer. Todo esto ha cambiado en la mente de muchas personas.
El bipartidismo surgido del modelo de la Transición hace aguas debido a una crisis política que no es sistémica como dice la izquierda extravagante (muchos países de nuestro entorno han superado las consecuencias políticas de la crisis). Es una crisis política que tiene que ver con la torpeza de nuestros gobernantes, con la ignorancia del peso de Europa en nuestra capacidad de decidir (parece que queremos a Europa sólo para lo bueno) y con la falta de capitalismo popular (¿los pisos iban a crecer hasta el infinito?). El cóctel de estos ingredientes nos da como resultado una grave desafección por la política que es interpretada como una grave desafección por el sistema.
El bipartidismo se las ve y se las desea para mantenerse por encima del 50% de apoyo popular. ¿Seguimos por tanto con ese consenso de la Transición o las cosas han cambiado? Los partidos mayoritarios siguen siendo mayoritarios, pero cada vez lo son menos. Parece que la crisis abre una ventana de oportunidad para otras opciones políticas. La izquierda extravagante lo sabe y lo aprovecha. Su movilización en la calle, la participación en protestas, la organización de medios alternativos, las pequeñas victorias que obtiene al abrirse paso en cotos que antes eran de una clase media que más o menos rechazaba sus tesis, son testimonio de que la gente políticamente se está moviendo. Y como quienes van a la frutería, si lo único que venden son kiwis, al final, acabarán comprando kiwis. ¿Son libres para comprar kiwis? Sí. ¿Son tan libres como los que se encuentran kiwis, peras y uvas? No.
Me parece que se está defraudando a la gente si se deja que sólo unos obtengan ventaja de la crisis política.