Revista Arte

La evolución emotiva del Arte, o cuando el pintor avanzará en su determinación emotiva de Belleza.

Por Artepoesia
La evolución emotiva del Arte, o cuando el pintor avanzará en su determinación emotiva de Belleza. La evolución emotiva del Arte, o cuando el pintor avanzará en su determinación emotiva de Belleza. La evolución emotiva del Arte, o cuando el pintor avanzará en su determinación emotiva de Belleza.
El siglo barroco ha sido el mayor culminador o productor de creadores habidos en la historia. ¿Qué sucedería para ello? Pues un mayor acercamiento a las clases populares, tanto de observadores como de creadores de Arte. La Iglesia favorecería extraordinariamente además la Pintura como una actividad profesional de comunicación sagrada y poderosa. Y muchos de sus acólitos, clérigos o frailes, abundarían con sus talentos en el deseo de satisfacer un prurito -acercarse a algún tipo de éxtasis sensual- que en la rigurosidad de sus votos religiosos le estaría vedado en lo carnal. Así que se acercaron a la Pintura, y disfrutaron de su alarde -saber pintar- con la satisfacción más poderosa que de una belleza sagrada pudiera ahora una mente desatada llegar a conseguir... Fue el caso de Bernardo Strozzi (1581-1644), un franciscano de Génova que, a los diecisiete años, terminara profesando en un convento capuchino de Italia. Pero diez años después, al fallecer su padre, el convento le permitirá ahora salir para cuidar de su madre. Y decidirá pintar, ganarse la vida pintando cuadros, donde ahora su emotiva sensibilidad le permitiera mostrar así la sagrada belleza aprendida de antes. 
Y entonces pintará gracias a su fervor de ganarse la vida a la vez que de ganarse su alma, ésta ahora más necesitada de belleza que de liturgias sosegadoras. Sería acusado en Génova de pintar sin estar asociado al gremio de pintores. En la república de Génova no se permitía pintar sin disponer de una formación y estar además asociado a un gremio. Para cuando su madre fallece, el convento le requiere de nuevo. Pero él ya no deseará volver a los rezos para tratar de calmar su espíritu. Deseará pintar, deseará encontrar, con la extraordinaria fuerza emotiva y espiritual que ofrece la pintura a sus elegidos, al mismo Dios ahora entre las suaves sombras de su estilo sensible. Escapa de Génova a Venecia -otra república entonces más tolerante- donde pueda él seguir plasmando sus anhelos sensuales. Pero, no solo ya pintando como lo hacía antes, no; ahora, en Venecia, aprenderá además a utilizar los colores para hacer con ellos lo mismo... y otra cosa diferente. La tenebrosidad del norte de Italia la suavizará Strozzi de tal modo ahora, que su pintura será una grata sorpresa para los ojos enamorados de los lienzos de Caravaggio. Será el estilo tenebrista del maestro pero, ahora, con los suaves, emotivos o detallistas matices de sus sombras coloridas y sentidas de antes.
En el año 1632 se atreve a pintar una leyenda bíblica, una donde su estilo particular acompañara ahora a su emoción menos divina: la ternura del alivio curativo de un hijo a su padre. Según el libro bíblico de Tobías, un joven encuentra de pronto a un nuevo amigo camino de su casa, pero no es un ser humano sino un ángel. Éste le ayudará a buscar esposa y, también, a remediar enfermedades. De regreso a su casa curará a su padre, el cual ha sido cegado por los excrementos de un ave maliciosa.  Debe usar la hiel de un pescado para eso, un pez que el ángel le ha recomendado utilizar para sanarlo. En la escena iconográfica aparecerán los personajes de la leyenda: Tobías, el ángel -arcángel Rafael-, el padre de Tobias y la esposa de éste. Luego, también, hasta un perro y el pescado curativo. Así compone Strozzi su obra La curación de Tobías. La primera de las tres que compuso -no sé si más- la realizaría en el año 1632 (actualmente radicada en el museo Hermitage de San Petersburgo). La obra de Arte del Hermitage es la primera de las tres, en ella observamos ahora las sensaciones que el pintor tuvo por entonces para plasmar su obra: el dramatismo realista -caravaggista- tan desgarrador en el semblante ahora rudo y desolado del enfermo; también en el de su esposa, ahora displicente o desdeñosa ahí; y, por último, en el gesto del ángel, éste más dirigido hacia el enfermo que hacia el inexperto curador.
Tres años después, aproximadamente, el pintor genovés llevaría a cabo la misma composición, pero, ahora, sin embargo, con unas especiales modificaciones en su trazado final. Es la misma obra, Curación de Tobías, pero, en el año 1635, Strozzi pintará ahora otra cosa diferente... La obra barroca (radicada en el Museo Metropolitan de Nueva York) sesgará ahora los gestos, las semblanzas o las emociones -tanto de los personajes retratados como la del propio pintor- en la representación de esa misma curación totalmente distinta. Ahora, Tobías estará aquí más inquieto, menos seguro ante el ojo enfermo, esta vez el izquierdo, donde depositará la hiel salutífera del pescado medicinal. Su padre ya no demuestra aquella realista actitud de antes, esa tan dolorosa de un enfermo intranquilo ante el sufrimiento ocular de un posible alivio. No, ahora aparece entregado al poder de una curación con los rasgos humanos más espirituales que físicos... Su esposa también es aquí ahora otra mujer, así lo parece, una persona más entregada al sentir doloroso de su esposo que antes. Pero es el ángel el que, decididamente, cambiará de posición en la nueva composición evolucionada del artista. Ahora se acercará a Tobías, a su discípulo espiritual, a su alumno físico, a su amigo, para apoyarle, aleccionarle o dirigirle en su operación curativa. 
Sin embargo, Bernardo Strozzi todavía llegaría, nueve años después, a volver a componer aquella obra de antes, la misma que ahora consiguiera entusiasmar de nuevo a algún otro cliente fascinado por su Arte. Tiene muy clara ya la composición el pintor genovés, no cambiará nada de aquello que compusiera así nueve años antes. Y pinta la misma obra, el mismo resultado, ese que sentiría debía hacer ahora con la misma idea de componer una obra parecida. Todo volvería a hacerlo igual que antes: el ángel, más cerca de Tobías, apoyándole claramente; la esposa, decidida a sentir con su marido el mismo gesto de pasión que él; Tobías, con la misma mano y el mismo ojo de su padre... Pero, entonces, ¿qué es lo que, en su evolución emotiva, el pintor sensible, aquel que decidiera sentir con el Arte lo que se podría sentir con la vida, debería ahora hacer, sin embargo, para completar tal hazaña evolutiva? Y Bernardo Strozzi, en su obra La curación de Tobías del año 1644 (actualmente ubicada en el Museo del Prado), idearía ahora una ligera sensación muy diferente en el rostro lastimero del padre de Tobías. Y, así, diseñaría ahora un gesto diferente a los de antes, ni aquel tan realistamente doloroso del año 1632, ni tampoco el duramente sosegado del año 1635. No, ahora, en el año 1644, Strozzi pintará aquí el semblante enfermo del padre de Tobías con el magnánimo gesto -muy sutilmente,  apenas apreciable- de un alma sensitiva entregada a su curación imposible. De un alma que, más tranquila ahora, descubrirá así, sosegada, el buen hacer cariñoso y saludable de la mano de su hijo. Toda una evolución muy emotiva... y artística en el Arte. 
(Óleos del pintor barroco italiano Bernardo Strozzi: Curación de Tobías, 1632, Museo Hermitage, San Petersburgo; Tobías curando la ceguera de su padre, 1635, Museo Metropolitan de Nueva York; La curación de Tobías, 1644, Museo del Prado, Madrid.)

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