Así no se puede jugar. En 20 minutos nos dieron 12 ó 14 patadas. Nos sacaron el ritmo”
Esa fue una de las excusas de Russo tras el empate sin goles ante Tigre, en un partido de roce constante y muy poca producción. Es cierto, Tigre utilizó como sistema, en su propia casa, golpes, acciones y faltas que hicieron del partido un auténtico bodrio. Jugó (por así decirlo) a cortar el ritmo. Pero sería injusto endilgarle todo el protagonismo, ya que contó con la ayuda del propio Racing, tan evidente en su falta de ambición y conforme con no irse perdedor. Cierto, utilizó la misma formación que goleó a Lanús la fecha pasada, como también es cierto que fue una goleada surrealista ante un rival desquiciado por las expulsiones. Ni goleando 4-0 había completado una actuación brillante. Contra Tigre repitió, con Lugüercio, un delantero poco relacionado con el gol, como único punta referencia -después salió y entró Hauche, otro que no es `9´-; el todavía tibio Gio Moreno por detrás; cuatro zagueros centrales y un lateral-volante para conformar la línea de cuatro mediocampistas.
Ramón Díaz y Cappa -citados por el Tribunal de Disciplina a pedido del Colegio de Arbitros- también tuvieron a los referís en la mira en esta fecha, excusas simplistas que ocultan la autocrítica. Los árbitros tuvieron malas actuaciones, pero no como para influir decididamente en el producto final. Racing apenas tuvo ganas de ir por el partido en algún tramo. La misión, más allá de tener un plantel como para aspirar a más que a un pobre empate que lo sigue alejando de la cima, era arañar una unidad, algo que pareció demasiado premio para tan escasa pretensión.
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