La existencia utópica como hecho posible

Por: Laura Liz Gil Echenique

Cuando se visite la sala de exposición de Elsinor, que no sorprenda encontrar una escenografía que dance al compás de Cascanueces. Esa fue la primera idea que, a grandes rasgos, me llevé del proyecto de Diseño Escénico de la estudiante Ana Sofía Sinigoj de quinto año de esta especialidad.

En esta sala, entre algunos cachivaches viejos, relucían un par de maquetas y una proyección que, con más o menos dificultades, mostraba el proyecto de iluminación de aquellos telones tensados que parecían flotar sobre los pequeños escenarios. La idea motriz del proyecto es, precisamente, lograr que la escenografía también forme parte de ese movimiento casi aéreo que el ballet provoca. Y ello, con la mezcla entre lo aparentemente sencillo y a la vez complejo de la iluminación sobre los telones, de alguna manera me

recordó las tensiones de la carpa y cómo su transformación conjuga cada uno de los distintos momentos de la obra en ambientes totalmente diferentes.

No puedo evitarlo, pero el trabajo de Ana Sofía realmente me cautivó. De alguna forma sentí, y creo que es extensivo a todos los que allí estuvieron, que detrás de aquella limpieza y síntesis había toda una armadura mucho más compleja que refiguraba el clásico de Cascanueces que permitía acercarlo más al tecnológico y convulso mundo de hoy sin que por esto perdiera su esencia. En esta “exposición´´ encontré el espíritu creativo de los jóvenes que, mediante el Elsinor, intentan hacerse escuchar, esos que, a pasos pequeños, encontrarán su espacio dentro de la escena cubana. Tal vez, de forma más inmediata, haya que contentarse con buenos proyectos, pero quién sabe si dentro de unos años la utopía sea un hecho posible.