La fluidez con la que en las últimas fechas aparecen por la cartelera de nuestro país estrenos francófonos en su origen convertía en cuestión casi de probabilidades que nos dejáramos caer por alguno de ellos desde este espacio. Le ha correspondido a La familia Bélier “el honor de nuestra presencia”, ser la sorpresa de la primavera hablando en serio, y destapando una película original, divertida y entrañable que dista mucho de aquello que esperaba el que nada sabía a priori de ella, como reconozco que fue mi caso, quizá un melodrama irónico y esnob encantado de conocerse. Nada más lejos, qué malos son los prejuicios.
Eric Lartigau dirige y trabaja en el guión de una cinta arriesgada que trata de una familia en la que tanto padre y madre como hermano pequeño son sordos (sordos, repito, que estoy harto de leer por ahí “sordomudos” y no es lo mismo). Paula es la hermana mayor, apenas 16 años, y ser la única oyente en su casa la convierte paradójicamente en el elemento peculiar. El tono de comedia marca desde el principio la distancia con la lágrima fácil y el autocompadecimiento, aportando frescura, naturalidad y una sonrisa permanente en el espectador. Es ese tono hilarante a la vez el que se convierte por momentos en enemigo de la historia, ya que las situaciones surrealistas sobre todo con los padres hacen que parezca que los personajes desbordan la línea de la idiotez, y que la sordera es una dificultad muy menor con la que lidiar en comparación con ser tonto hasta decir basta, que mal remedio tiene.
Y a todo esto, resulta que la muchachita se ha convertido en mucho más que un apoyo para su familia y para el negocio de la granja que entre todos explotan como un buen equipo. Pero es una adolescente con amigos y vida propia, que va al instituto y que además, casi sin quererlo, se da cuenta de que tiene un maravilloso don para cantar. Si ya todo esto parece demasiado para una chica de su edad, las circunstancias la llevan a tener la oportunidad de entrar en una importante escuela de canto en la capital, alejada de la locura de su día a día… y de sus padres y hermano, que tanto la necesitan.
Aunque parezca que me he pasado contando cosas, en realidad todo lo relatado es una buena excusa para el auténtico meollo de la obra: explorar campos tan humanos como el de la relación progenitores/hijos, el miedo a fallar a tus seres queridos, a no saber protegerlos, a lo desconocido, y cómo puede afrontarse una misma sensación semejante desde el punto de vista de unos y otra. A estas alturas ya habrán intuido que estamos ante una cinta que va bastante más allá de la comedia ligera que torna en drama (algo convencional en sus últimos minutos de metraje), y que basa su éxito en unos estupendos trabajos interpretativos por parte de sus protagonistas Karin Viard y François Damiens (mamá y papá) junto a una deslumbrante Louane Emera, ganadora del concurso “La voz” en el país vecino y merecidísimo premio César a actriz revelación. Junto a Luca Gelberg, único sordo real del elenco y el personaje menos lucido, forman una familia que desprende química y autenticidad.
La guinda la ponen escenas finales que no pueden ser desveladas y que conectan directamente con nuestra sensibilidad. Yo en su lugar consideraría esta película seriamente como alternativa a quedarme en casa un domingo aburrido en el sofá…
Dirección: Eric Lartigau. Año: 2014. Duración: 105 min. Género: comedia/drama. País: Francia. Intérpretes: Louane Emera, Karin Viard, François Damiens, Luca Gelberg, Roxane Duran, Eric Elmosnino, Ilian Bergala, Clémence Lassalas, Bruno Gomila. Guión: Victoria Bedos, Thomas Bidegain, Eric Lartigau. Música: Evgueni Galperine, Sacha Galperine. Fotografía: Romain Winding.