Sensorama Jazz Café/Coslada/28 de febrero de 2010/sábado noche/hora indeterminada/ El pacto era el siguiente. Si me convencía la mercancía, en lugar de huir me compartaba como un hombre y esperaba a que liquidaran el asunto para despedirme. Lo que ocurre es que había una segunda parte que no conté a Giuseppe antes de que comenzaran los tiros, pues ya se sabe que tratándose de los Corleone siempre hay que andarse con un tercer ojo. Si no derramaban la suficiente sangre durante los próximos minutos nadie leería jamás estas u otras líneas semejantes. Aunque el hecho de habérmelo callado no fue por intimidar o dejar de presionar, algo absurdo teniendo a unos gángsters tan particulares delante. Más bien, por estar suficientemente convencido de que no sería necesario.
Gran espectáculo el que brindó La Familia Corleone a sus paisanos, aunque si puntualizamos, “paisanos” eran sólo del bajista Carlos Arques y del guitarrista Miguel Ángel Morate. Otra nimiedad porque tanto el vocalista José Vega como el batería Fernando Bermejo se dejaron la piel igualmente —aunque lo de “El Negro” Carlos tenía un mérito añadido al lucir una escayola en su pierna desde esa misma mañana—. Puro Rock, repasaron una vez más unas canciones que dejaron tras de sí un rastro de vítores merecidos: La nueva, Local de Variedades, grabada para el disco Imposibles de Pedro Jiménez; la confirmación, A ninguna parte, uno de los puntos álgidos; la nota emotiva, En esta ciudad; y cómo no, esa versión de la inconfundible música de El Padrino que aclaró a los despistados qué grupo estaba tocando. Por cierto, el tema elegido para dar por finalizado el espectáculo fue otra versión, la de La Bamba de Ritchie Valens, que cantó hasta el apuntador. Lo dicho, muy buen concierto. Cumplieron su parte del pacto y lo hiceron con nota.