Revista Religión
HEBREOS 11.23-27 | Los conflictos y los sufrimientos son parte de la experiencia humana. ¿Quién no ha estado en situaciones que parecen irremediables o sin final? Incluso el Señor Jesús clamó en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué tienes me has desamparado?” (Mt 27.46). ¿No es verdad que a veces hacemos la misma clase de preguntas: ¿Dónde estás, Señor? ¿Por qué no haces algo en mi vida?
Quiero animarle a seguir adelante, incluso en la horas más sombrías. Cuando le quede muy poca fe y parezca que su fortaleza y sus sueños se hayan vuelto añicos como un cristal roto, no renuncie al Señor, porque eso solo le llevará a tener un autoestima dañada, a perder bendiciones y a limitar severamente su utilidad para Dios. También es negar a 1 Juan 4.4, que enseña: “Mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo”. El abandono de la ayuda divina en favor de nuestras fuerzas humanas, es un rechazo a la verdad de que Dios siempre es fiel.
Lo contrario de darse por vencido no es siempre el triunfo inmediato, ya que a veces somos llamado a perseverar hasta lograr la victoria. Es posible que el Señor quiera que nos sostengamos bajo la aflicción y que permanezcamos firmes ante la tentación. Al igual que Moisés, podemos ser llamados a resistir, “como viendo al Invisible” (He 11.27).
Resistir requiere tiempo y paciencia, y por eso hay que mantenerse firme como un buen soldado hasta ganar la batalla (2 Ti 2.3). Eso significa echarse al hombro, con valentía, el peso de la aflicción o de la persecución, confiando en que el Dios que permitió sus circunstancias le sacará adelante.
Fuentes: En Contacto