Revista Coaching
“Ya no es ni esposa, ni madre, ni dueña de casa, sino un ser humano, y contempla el mundo pasivo y recuerda que ella es toda una conciencia, una irreductible libertad”. Simone de Beauvoir, El segundo sexo. II. La experiencia vivida
Hace ya algún tiempo decidí que el arte dejase de ser tan solo una afición para convertirlo en mi (futura) profesión,así que dejé de lado los libros de historia - que era lo que había estado estudiando- y me tiré de cabeza a la facultad de bellas artes, que es lo que me tiene tan alejada de este blog y de toda mi vida en general. Vivo por y para el arte, así de simple, así de trágico, y a pesar de todo ese estrés y todo el trabajo y la falta de horas de sueño y todo lo demás que a veces te hacen replantearte un poco tus decisiones, cuando llega ese momento casi mágico en que una obra pasa de ser una simple idea a algo mucho más físico, una pequeña parte de ti que regalas al mundo, crees en la magia, en los milagros y en el amor universal. Son horas de trabajo duro, son momentos que te pierdes de estar con los tuyos, es dinero gastado, son miedos y reflexiones profundas, es mirar el mundo desde otro punto de vista que no siempre gusta y a veces asusta más de lo que creíamos. Pero hay que ser valiente para ser artista. Hay que ser valiente para dejar algo de ti en una obra y permitir que el resto del mundo lo vea, lo comparta, opine...
Mi último acto de valentía es una escultura de 100x110x45 cm. “La feminidad nos hará libres”, que así se llama, es mi proyecto final de escultura este curso, siendo una obra que se forjó con una idea clara sobre el tema que quería tratar- la libertad de la mujer, el feminismo- y un boceto inicial sobre cómo lo quería tratar, qué quería que dijese la obra y aquello que yo misma, como artista y como mujer, quería decir con ella. Cómo curiosidad, decir que la elección del título no es casual, si no que me gustó la idea de reinventar una frase de tradición cristiana – recogidas en el evangelio como palabra de Jesús- en contraposición precisamente a la represión tan brutal de la que ha sido, es y tal vez seguirá siendo por mucho tiempo, por parte de esta institución religiosa y moralista.
Quise hacer uso del alambre para crear las estructuras para así poder representar esa fortaleza de la mujer, aquello que por dentro llevamos y que es irrompible. Para darle ese aspecto más femenino, más etéreo, más delicado, hice uso de tul – morado por ser el color del feminismo- porque se tiende a usar en prendas típicamente empleadas por mujeres y porque me permitía jugar a las transparencias y las sombras que acabarían formando una pieza clave en la obra final, además de permitirme incluir el concepto del velo, de la ocultación del rostro, en el significado más represivo de la obra.
Es un canto a la mujer, a la feminidad, a lucha ancestral por una libertad que, a pesar de ser nuestra por derecho propio, siempre ve irremediablemente como aparecen obstáculos que parecen insorteables para disfrutar con plenitud de ella. Así pues esta pieza representa esa fortaleza innata de la mujer, a pesar de su aparente fragilidad, ante todos esos obstáculos, ante una sociedad que parece no derribar nunca esas barreras culturales que nos han mantenido atadas a unos roles totalmente inventados. En nuestra mano está decidir qué queremos acabar siendo, cómo queremos que esa sociedad y esa cultura nos afecte en el largo camino del crecimiento personal, cómo haremos para crear nuestros propios roles en la vida; la mujer como madre, como amante, como hermana, como amiga, pero sobretodo como concepto, en una lucha por liberarse de ese velo que tapa su verdadera identidad.
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