¿Para qué puede servir la filosofía? ¿Cuál es su función? Una posible respuesta es que cómo entiende el filósofo Francesc Torralba, la genuina función del filósofo es doble: el cuidado del alma (cura animae) y el cuidado del mundo (cura mundi).
Para Torralba, el cuidado del otro exige, como condición de posibilidad, el cuidado de uno mismo. Sólo si el ser humano tiene cuidado de si mismo, de su ser corpóreo y de su ser espiritual, de su exterioridad y de su interioridad, si cura sus heridas, es capaz de tener una relación nueva consigo mismo y, consecuentemente, con el mundo, podrá contemplarlo con otros ojos e interacciones con el de una manera nueva.
Entiende la filosofía no como un ejercicio críptico reservado a una élite académico sino como una actividad vital necesaria para construir una ciudadanía global responsable. La filosofía no es solamente un saber teórico, un cuerpo de conocimientos, sino una actividad que tiene como fin el pleno desarrollo de la persona y de sus horizontes profesionales y sociales.
Francesc Torralba propone así siete movimientos inherentes a la actividad filosófica y que pueden ayudarnos en nuestra discurrir cotidiano:
- Sosegarse: Lo que aprendimos de los estoicos. Buscar la paz interior, lo que los estoicos latinos llamaron como la tranquilitas animae fruto de una ascética espiritual y física y como condición necesaria para la contemplación.
- Maravillarse: Las lecciones de Aristóteles. No hay filosofía sin el acto de maravillarse ante el enigma de la vida. Somos extraños en el mundo y, por eso, nos admiramos de lo que hay en él. El enigma de la vida, no del mundo sino del rostro de nuestra vida, es el objeto de la filosofía.
- Indagar: La audacia de Sócrates. La indagación comoexpresión de la curiosidad humana, responde al deseo de saber, al anhelo de conocer lo que se ignora. El sosiego es la condición de posibilidad de la admiración y la admiración es la fuerza motriz de la indagación. El por qué de las cosas es el fundamento de la actividad filosófica: al filósofo no le interesa cómo es el mundo sino por qué hay mundo.
- Dialogar: Lo que hemos heredado de Platón. Filosofar es, esencialmente, dialogar. Es un diálogo con uno mismo y con los otros. Un diálogo que conduzca al examen de conciencia, a dirigir la atención sobre uno mismo, a conocerse a uno mismo. Un diálogo es auténtico cuando no se limita a intercambiar información sino que sirve también para aproximarse al otro y estar más cerca de él.
- Criticar: Lo que Immanuel Kant nos ha enseñado. La crítica es el arte de discernir, de separar lo esencial de lo accidental; es la capacidad que posee todo ser humano de distinguir y priorizar. La actitud crítica es necesaria para sopesar la consistencia racional de lo que se comunica, la validez de los argumentos, la cualidad de la persuasión.
- Decidir: El vértigo de Soren Kierkegaard. La crítica es la condición necesaria para tomar decisiones. La filosofía articula una metodología para tomar decisiones libres y responsables. Saber decidir es abrirse paso entre la disyuntiva y asumir las consecuencias positivas o negativas de los actos. Es un acto que imprime carácter dado que define un camino dejando atrás un universo de posibilidades que ya no volverán.
- Transformar: El legado de Marx. El conocimiento filosófico que se pierda en el universo de las ideas no es significativo para la comunidad humana. El acto filosófico debe transformar el mundo y tiene como fin mejorar la cualidad de la existencia de todos los seres humanos. No es cuestión de excluirse del mundo sino que hay que orientarse hacía el compromiso de edificar el mundo para que este sea más bello, más verdadero, más unitario, más bueno. Esto es lo que propiamente es la transformación.
Como concluye Torralba, todo discurso filosófico trata de formar y transformar el mundo, de modificar el modo de ver y vivir el mundo. La filosofía no es un simple discurso teórico, sino una práctica, un ascésis, una transformación del ser. Su último objetivo es cuidar del mundo.