Revista Ciencia

La fisicalización de la química

Publicado el 05 mayo 2013 por Joseleg

La fisicalización de la química
La imagen pública de la química a lo largo de la historia El laboratorio de química y su representación social La alquimia y los venenos La química y la ilustración La época dorada de la química: el poder de Alemania La fisicalización de la química Impureza y suciedad, la química asume sus pecados La fisicalización de la química
La cuarta revolución química está dominada en buena me­dida por la sumisión teórica a la física. Lo anterior a pesar de que los primeros modelos exitosos para explicar las reaccio­nes químicas se diseñaron sin considerar la mecánica cuánti­ca, a partir de iones moleculares (Nye, 1993).
Sin embargo, la espectroscopia, con su multitud de instrumentos se hizo pre­sente en los laboratorios de química y sus practicantes tuvie­ron que aprender su idioma, la mecánica cuántica. Los libros de texto en todo el mundo, bajo la concepción lógico-positi­vista de la ciencia cada vez se hicieron más fisicoquímicos, buscando los “principios” de la química en la física y abando­nando la enorme cantidad de conocimiento empírico que se había acumulado durante siglos. Talanquer, caracteriza admi­rablemente la situación con el adjetivo “química agazapada” (2010, p. 145, 148):
Sin negar la importancia y centralidad de la perspectiva fisi­coquímica en el pensamiento químico moderno, uno podría cuestionar si estas ideas reflejan con fidelidad los principios e ideas que, de manera práctica y cotidiana, los químicos asu­men y utilizan para resolver problemas, generar explicaciones o hacer predicciones […] Quizá la renuncia de los químicos a reconocer, de manera central y explícita, algunos de los con­ceptos e ideas que utilizan de manera práctica y cotidiana, es que algunos de ellos se refieren a propiedades “trascendentes” de las sustancias y los procesos en que éstas participan. Esto es, varios de estos conceptos identifican o describen entidades que están más allá de la esfera de lo perceptible y medible.
Las explicaciones derivadas de la naciente química-cuánti­ca llenaron miles de hojas provenientes de las también enton­ces juveniles, enormes y asépticas computadoras. Los cálculos teóricos, aunque inicialmente resolvían poco, fueron la moda. Los químicos eran cada vez más fisicoquímicos o bioquímicos y los plásticos y los pesticidas empezaron a cubrir al mundo. La química “agazapada” y colonizada se volvió, además de im­pura, sucia.
La fisicalización de la química
Ya desde antes de la Segunda Guerra Mundial las indus­trias químicas se habían dedicado a “limpiar” la imagen de una química identificada socialmente con los explosivos y los ga­ses venenosos utilizados en las trincheras europeas.  

La fisicalización de la química

Figura adicional p. Éleuthère Irénée du Pont de Nemours

La estado­unidense DuPont lanzó en 1930 su exitosa campaña “Mejores cosas, para vivir mejor […] gracias a la química” colocando a los polímeros y en particular al sintético nylon “Como lo ha indicado Bensaude-Vincent (2005, p. 24): El mismo nombre de nylon ilustra esta transformación hasta bien avanzados los años cuarenta. En lugar de silkon, silkex o silkene que habrían evocado con su nombre a la seda, DuPont escoge comercializar este polímero sin ninguna referencia a las sustancias naturales. Este material enteramente sintético habría de promocionarse en sus propios términos”,en un pedes­tal (figura 6).
Las palabras plástico y flexible se volvieron co­munes e identificaron socialmente una actitud valiosa, aun­que también caracterizaron, la primera de ellas, a la naciente sociedad de consumo mundial. Los plásticos eran baratos, fá­ciles de producir en todas partes y desechables.
En la segunda mitad del siglo XX, al final de la cuarta revolución química, con los nuevos tejidos de plástico producidos por las cada vez más poderosas industrias químicas, lo artificial parece domi­nar a lo natural, aunque, como nos lo recuerda la historiadora de la química francesa Bernadette Bensaude-Vincent (2005, p. 44), siempre fue así:
La historia de la civilización humana ha sido, en cierto senti­do, la historia de lo artificial. Cuando los primeros humanos se apartaron de la caza por la agricultura, ya habían domi­nado muchas técnicas para la preparación de pieles animales para el vestido, y de plantas y productos minerales para la construcción. En algún punto la lana comenzó a reemplazar la desnudez, lo que representa un excelente ejemplo de lo arti­ficial para sustituir a lo natural, aunque este periodo de tran­sición ha sido durante mucho tiempo perdido en la memoria colectiva de la humanidad.
Con la creciente presencia de materiales “Un material es una sustancia o compuesto que se utiliza con un propósito determinado […] es una porción de materia a la cual le damos una utilidad intencional (Martínez, 2011, p. 9).” sintéticos, los químicos y su industria fracasaron en integrar en el imagina­rio colectivo lo que para ellos es evidente y bien sabido. Una sustancia química es lo que es, independientemente de su ori­gen.
Esta veneración popular, con resabios de nobleza, de identificar las genealogías materiales impide superar la absur­da dicotomía de natural vs. sintético. Y peor aún la de asociar moralmente: “natural-bueno” vs. “sintético-malo”.
La fisicalización de la química

El corto tiempo que hay entre la cuarta y quinta revolu­ción química está marcado por el impacto mundial del libro de Rachel Carson, Primavera silenciosa. El uso indiscriminado que durante la Segunda Guerra Mundial se hizo del DDT en los territorios disputados y posteriormente en las granjas norteamericanas llevó a reconocer que la toxicidad de éste y otros pesticidas y herbicidas no sólo afectaba a sus inmediatos destinatarios (los mosquitos que transmiten la malaria, en este caso), sino a muchos otros en la cadena alimentaria.
La culpa de ello era la ignorancia de las industrias químicas y de los profesionales que allí trabajaban que no conocían suficien­temente bien lo que sucedía con sus productos, una vez que los arrojaban en vastas cantidades al mundo.
La imagen públi­ca de que envenenar a unos envenenaba a todos fue profunda, extendida y, desde entonces en muchas sociedades, perma­nente. En Estados Unidos el impacto fue brutal y el presiden­te J. F. Kennedy creó por ello la EPA (Environmental Protec­tion Agency). Sin embargo, venenosos o no “Y aquí hay que recordar de nuevo lo dicho por Paracelso […] la dosis es el veneno”,desde entonces la producción de pesticidas no ha hecho más que crecer en todo el mundo.
En la mitología romana Jano es un dios que tenía dos caras mirando hacia ambos lados de su perfil (figura 7). Jano era el dios de las puertas, los comienzos y los finales. Por eso le fue consagrado el primer mes del año (que en español pasó del latín ianuarius a enero). Es el dios de los cambios y las transi­ciones, de los momentos en que se traspasa el umbral que se­para el pasado y el futuro. Su protección, por lo tanto, se ex­tiende hacia aquellos que desean variar el orden de las cosas.
Se le honraba cada vez que se iniciaba un proyecto nuevo, nacía un bebe o se contraía matrimonio. Al igual que Prometeo, Jano es una suerte de héroe cultural, ya que se le atribuye, entre otras cosas, la invención del dinero, las leyes y la agricultura. PRINCIPAL REGRESAR

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