Todo el mundo conoce la imagen del átomo formada por varios electrones dando vueltas a un núcleo como planetas orbitando alrededor del Sol. Esta figura la creó en 1904 un físico japonés llamado Hantaro Nagaoka y aunque constituye la percepción más común del átomo, está equivocada. En realidad, la mecánica cuántica nos cuenta que las partículas elementales tienen una apariencia un tanto borrosa. Los electrones se parecen más bien a aspas de un ventilador que gira. Es decir, el electrón no ocupa una órbita definida, sino una nube o zona del espacio donde existe la probabilidad de encontrarlos.
Modelo planetario del átomo
Literalmente, un átomo no se parece a nada que hayamos visto antes. Tal vez, debido a esta incapacidad de poder someter al mundo subatómico a nuestro sentido común, el modelo planetario del átomo, ordenado y mecanicista, se siga enseñando en las escuelas y haya inspirado a multitud de artistas desde su formulación en los primeros años del siglo XX. Fue entonces cuando surgió en las más variadas ramas del conocimiento un mismo interés por descomponer el objeto de estudio en sus unidades mínimas: desde las partículas subatómicas en la física a las cadenas del ADN en la genética o los factores conductuales en psicología.
En arte, el equivalente de esta tendencia fue la abstracción. Las vanguardias artísticas, en su búsqueda de un lenguaje renovado que expresara una realidad más completa y diversa, no dudaron incorporar los avances científicos de la época, especialmente, los relacionados con la nueva física de la fragmentación de la materia. La idea de que un mensaje visual complejo se puede construir a partir de elementos simples se convirtió en uno de los principios básicos del arte abstracto.
Kandinsky, anatomía de un lienzo
"Composición VIII", Wassily Kandinsky
Tal vez le corresponde a Vassili Kandinsky la contribución más lúdica a esta nueva concepción del arte. Su interés por la ciencia fue una constante en su vida y ejerció una profunda influencia en su obra. Uno de los descubrimientos científicos más decisivos en su pintura y que sirvió de justificación teórica en el proceso de abandono del naturalismo a la abstracción une sus raíces en la composición atómica de la materia. No es casualidad que sólo pasaran diez años entre la creación de su pintura más representativa “Composición VIII” (1923) y la aparición del modelo atómico del físico Niels Bohr en 1913.
"Several circles", Wassily Kandinsky
Gracias a su erudición, Kandinsky supo entender la nueva realidad, más allá de las percepciones y sin determinismo, que la mecánica cuántica planteaba. En palabras del pintor, refiriéndose al descubrimiento de las partículas subatómicas: “Un acontecimiento científico vino a eliminar uno de los obstáculos más importantes de este camino. Fue la división del átomo. En mi alma, la desintegración del átomo era lo mismo que la desintegración del mundo entero.”
La nueva era de la incertidumbre era para él un logro que confirmaba la fortaleza de la ciencia y, a su vez, una oportunidad de cambio para el arte. “Allí están los sabios profesionales que analizan una y otra vez la materia, que no tienen miedo a ninguna pregunta, y que finalmente ponen en tela de juicio la misma materia sobre la que ayer descansaba todo y sobre la que se apoyaba todo el universo”, expresó.
"Circles in a circle", Wassily Kandisnky
La materia ya no era algo rígido, aprehensible mediante los sentidos, sino un complejo enredo de materia y vacío, unida por fuerzas que apenas comenzaban a estudiarse. “Todo se hacía precario, inestable, blando. No me hubiera asombrado ver una piedra fundirse en el aire frente a mí y hacerse invisible”, explicó. Kandisnky no dudó en convertir este sentimiento de pérdida total del sentido y de colapso de las bases preexistentes en una conversión a la abstracción y concentró sus esfuerzos pictóricos en visualizar esa inestabilidad material e invisible.
Dalí y la mística nuclear
Dalí también se sintió fascinado por la teoría cuántica. El llamado periodo nuclear de Dalí empieza con el lanzamiento de la bomba de Hiroshima: “La explosión atómica el 6 de agosto de 1945 me había estremecido sísmicamente. A partir de entonces el átomo se convirtió en mi sujeto de reflexión preferido. Muchos paisajes pintados en este periodo expresan el miedo enorme que sentí con el miedo de la explosión“.
"Las tres esfinges de bikini", Salvador Dalí
Interesado por el mundo escondido de los sueños y del psicoanálisis, la física de partículas significó para él la posibilidad de conocer metafóricamente los misterios insondables de la materia. “En la actualidad el mundo exterior -el de la física- ha trascendido al de la psicología. Mi padre hoy es el doctor Heisenberg”, manifestó. Para el pintor, el Principio de Incertidumbre formulado por el físico era algo absolutamente surrealista: “Esta es la razón de que yo, que hasta ahora sólo admiraba a Dalí, comience admirar a ese Heisenberg que se parece a mi”.
La desintegración de la materia y la liberación de la energía como consecuencia de las fuerzas que unen las partículas subatómicas serán, desde entonces, algunos de los temas recurrentes de Dalí. “Deseaba ver y comprender las fuerzas y leyes ocultas de las cosas, evidentemente para llegara a dominarlas”, declaró el pintor quien se consideraba a sí mismo como un “medio excepcional para penetrar en el corazón de las cosas”. Llegó a manifestar: “En la comarca del Empordán el único átomo que se encuentra en periodo de fabricación es el átomo de Dalí”.
"Galatea de las esferas", Salvador Dalí
El pintor se sintió, sobre todo, cautivado por la representación esférica de los átomos. En su universo atómico, los objetos se descomponen en partículas corpusculares que flotan en un estado de aparente inmovilidad a través de fuerzas de atracción y repulsión recíproca. “Sumido en una gran efervescencia de ideas, decidí acometer la solución plástica de la teoría cuántica, e inventé el realismo cuantificado para convertirme en dueño de la gravitación”, expresó.
"La separación del átomo (Desmaterialización cerca de la nariz de Nerón)", Salvador Dalí
La tensión superficial, la fuerza de origen atómico que impide que los materiales se mezclen, sirvieron a Dalí para justificar una vuelta al misticismo en el que incorporó elementos tradicionales de la pintura religiosa. “La virgen no asciende al cielo rezando. Sube hacia él impulsado por la fuerza misma de sus antiprotones”, comentó. Consideraba las partículas y antipartículas como “elementos angelicales” y manifestó: “Con los pi-mesones y los más gelatinosos e indeterminados neutrinos deseo pintar la belleza de los ángeles y de la realidad (…) Si los físicos producen antimateria, les está permitido a los pintores, ya especialistas en ángeles, pintarlas.”