"FOTOGRAFIADO POR DIANE ARBUS, CUALQUIERA ES MONSTRUOSO", DIJO SUSAN SONTAG.
Diane Arbus nace en 1923, criada en un mundo hermético, cuando Diane empieza a poder tomar sus propias decisiones, empieza a descubrir otras realidades.
"No sabía que era judía cuando era una cría!! No sabía que era desafortunado serlo!! Como me crié en una ciudad judía, y como mi padre era un judío rico y yo iba a un colegio judío, adquirí un firme sentido de irrealidad. Lo único que sentía era mi sensación irrealidad".
A los 14 años comienza su relación con Allan Arbus, con quién se casa al cumplir los 18 años; el joven Allan la inició en los misterios de la fotografía y en el vicio de la masturbación. Al parecer encontró el complemento perfecto para sus fantasías exhibicionistas. Diane solía tocarse con las ventanas abiertas para que las luces de la ciudad de Nueva York iluminaran su placer a sabiendas de que los vecinos pudiesen estar observándola.
Diane trabajaba como ama de casa y asistente de su marido, el mundo de la alta sociedad la hacían oscilar entre etapas de depresión profunda miedo y represiones: se sentía "rara" circulando dentro de esa vida, detestaba la cuidad imagen publicitaria, el mundo de la alta sociedad y el show busines. Pasados los 30 años comenzó a sentir que tenía que ser fiel a sí misma, que debía plasmar su mirada, su ser interior.
Luego decidió dejar de asistir a su marido para comenzar con un trabajo autoral; así fue como comenzó a estudiar con Lisette Model, quién la alentó a concentrarse en fotos personales, en un realismo crudo; mientras su matrimonio comenzaba a deteriorarse, salía a recorrer las calles más marginales de Nueva York en busca de personajes singulares. Entablaba charla con prostitutas, travestís, enanos, deformes, discapacitados, personajes pesadillescos, les explicaba su pasión por la fotografía y luego los convencía en dejarse retratar.
Siempre en blanco y negro, su logro fue hacer que los personajes miraran directos a la cámara para que el flash revelara sus imperfecciones. Y aquello que en la oscuridad simula normalidad al contacto con la luz horroriza. Su intención era producir en el espectador "temor y vergüenza"; además fue pionera del flash de relleno (flash diurno).
Decidió ser una gran artista triste y lo consiguió, decidió actuar en la vida sin reglas morales, sociales o artísticas; odiaba la máscara que la gente se ponía para parecer ser lo que no eran, intentaba por todos los medios que sus retratos se despojaran de ella, quería mostrarlos tal y como eran.
Su obra se va enriqueciendo con fotos de asilos de psiquiátricos, nudistas, gemelos, negros, discapacitados, todos los dejados de lado por el "sueño americano". Vestía de manera descuidada y en ocasiones hasta lamentable, se tiraba semanas con la misma ropa; y su vida sexual era agitada, se acostaba indistintamente con hombre y mujeres, hasta se ha dicho que en algunas ocasiones tuvo sexo con muchos de los marginales de los cuales retrató. Cada vez las depresiones se hacían más fuertes; a pesar de que su reputación de artista siempre fue ascendente su situación económica fue precaria. La razón era que recibía contados encargos y muchas de sus fotos, donde dejaba el alma, despertaban todas las admiraciones posibles, pero las revistas tenían cierto reparo en publicarlas.
Para retratar a nudistas tuvo que visitar algunos campamentos que fueron un experimento de liberación sexual novedoso, en aquellos años. Ella cuenta más o menos así esta experiencia:
"Los campamentos nudistas eran un asunto nuevo para mi. He ido a tres de ellos en unos cuantos años. La primera vez fue en 1962. Me quedé una semana entera y eso realmente me estremeció. Era el campamento más granado y por esa razón, por alguna razón, era también el más patético. Realmente estaba cayéndose en pedazos. El lugar era mohoso y el césped no estaba creciendo. Siempre había querido ir pero mi ansiedad no me permitió atreverme. Recuerdo que para llegar al sitio me fue complicado..."
Un 27 de julio de 1971, Diane Arbus se suicidó tras una larga depresión. Se había cortado las venas, además presentaba los síntomas característicos de una sobredosis de pastillas para dormir. Aunque jamás aparecieron las fotografías, el rumor indica que sacó varias tomas de ella misma en la bañera mientras se desangraba, rodeada por barbitúricos. A la luz de hoy las fotografías de Diane Arbus siguen perturbando, aunque la televisión ha curado a uno de todos los horrores posibles, el trabajo de Arbus posee el toque mágico de lo artístico. Hay una insignia metódica, lírica y plástica que se eleva por encima de toda la masa mediática. En apariencia son fotos enmarcadas en la normalidad.
Lo que quiere es mirar, lo que quiere es ser vista. Hay un punto ciego donde el ojo jamás alcanza, hay un pozo. Hay un apocalipsis en la corteza cerebral. Hay un comienzo a cada fin del mundo, en forma de baba, de chillido, de risa pura. Hay una mujer paseándose con una cámara por los jardines del psiquiátrico. Hay un pulso barroco en su mirada. Hay un recuento de los márgenes, la vida en los márgenes, las afueras de los márgenes, para arrojárselos a la cara a la narcotizada gente del centro del sistema. Mira, este es también tu retrato, imbécil, la máscara que lleva la loca es la misma con la que tú quieres ocultar tus deformaciones. De nada sirve que se oculten los márgenes: siguen existiendo, incluso dentro de uno mismo. La enfermedad y la grieta. El blanco y el negro del corazón humano. Diane Arbus mira a la loca, la loca mira a Diane Arbus. En ese fuego cruzado perecemos nosotros.
"Creo realmente que hay cosas que nadie puede ver si yo no las fotografío", escribió Diane Arbus.