Todos los días pasan accidentes, todos los días alguien es herido o muerto por una imprudencia, ya sea propia o ajena. La tarde de ayer uno de esos "alguien" fue atropellado a unos metros de donde estaba. Estaba por subirme al auto que estaciono a una cuadra del hospital en donde trabajo. Un fuerte estruendo, un rechinar de llantas en reversa y el acelerador a tope en una camioneta que huía después de arrollar un motociclista.
Tuve que hacerme a un lado para que la camioneta en fuga no me arrastrara junto con ella, no pude ver las placas, porque además de que mi vista no me ayuda, con el impacto la placa quedó colgando en la defensa. Por lo fuerte del impacto pensé que le había pegado a un auto estacionado, Martín el lavachoches, me grito para decirme que le había una persona herida. Corrí casi por instinto, porque mi mente ya trabajaba en formarse una escena espantosa en base al impacto que escuché. ¡Lo mató! Fue lo que pensé, afortunadamente no fue así.Por lo que dijeron los testigos que venían detrás de la camioneta, el chófer de la camioneta impactó al motociclista de lado y lo levantó con todo y moto para hacerlo caer unos tres metros separado de ella. Luis (el herido) estaba consciente y relativamente tranquilo. Me acerqué con él tratando de revisar su estado general, le pedí que no se moviera, entró un poco en pánico en ese momento, lo tomé del cuello para revisarlo, antes de quitarle el casco (que por fortuna traía), pero Luis se arrancó el casco de la cabeza en un intento por respirar mejor. No hubo daño cervical, ni en apariencia en cualquier otro lugar que no fuera su pierna izquierda, la que a todas luces estaba fracturada. Saqué mi teléfono para pedir una ambulancia, casi al mismo tiempo que le pedí a Martín que fuera por un médico a urgencias del hospital. Uno de los testigos me dijo que ya había pedido la ambulancia y que ellos tenían las placas y una fotografía de la camioneta. Traté de acomodar a Luis, una vecina del lugar y su hija se acercaron, les pedí me alcanzaran una botas de lluvia que traía el señor en su moto para acomodar su cabeza, me las dieron mientras la chica fue a su casa por una almohada que inmediatamente pusimos bajo la cabeza de Luis. Luis llamó a su familia y a su jefe (Luis es repartidor en moto), sigue en buen estado de consciencia y con mucho dolor en su pierna, que poco a poco gana volumen por la inflación. Martín regresó diciendo que en el hospital no había ambulancias, ni nadie que pudiera venir, al parecer todo el mundo estaba ocupado. Pasé de la indignante incredulidad al plan B en tres segundos. Necesito un cartón para inmovilizar la pierna y un pedazo de tela o cinta adhesiva para fijarla, Martín salió corriendo a conseguirlas, regresó dos minutos después con las cosas.Revista Cultura y Ocio
La fragilidad de la vida y su morbosidad
Publicado el 11 diciembre 2015 por Patricia Bañuelos @PatyBanuelos24
La vida es demasiado frágil, en cinco segundos se va, muchas veces por causas que se pudieron evitar. Salimos de casa sin la certeza de volver, sin tener la seguridad de regresar a contar y compartir las experiencias del día, antes de dar las buenas noches.