
Seguidamente La fuerza de existir toma forma de ensayo filosófico, uno que se propone criticar la historiografía tradicional de la filosofía, aquella que ensalza a Platón, Aristóteles y Santo Tomás, hasta llegar a Kant y Hegel. Esta conformación cristiano-idealista de la sociedad occidental podía haber tomado otro rumbo si se hubiera prestado más atención a otro tipo de discurso, cuya obra escrita en gran parte se ha perdido, como la de Demócrito o Diógenes. Una filosofía de carácter hedonista que proclama una relación mucho más liberal del hombre con su cuerpo, un rechazo del espíritu y del alma y una reivindicación del sexo como algo mucho más rico que la simple capacidad de procrear. Desterrar la idea absurda de pecado cuando se dan situaciones en las que no estamos perjudicando a terceros y crear una nueva ética que acepte que no somos más que una forma extraordinaria de materia, pero nada más. El tener certificado de caducidad nos debe llevar a disfrutar cada minuto de nuestra existencia y potenciar lo mejor que tenemos, nuestra mente:
"El bien y el mal, lo verdadero y lo falso, lo justo y lo injusto, lo bello y lo feo, dependen de decisiones humanas, contractuales, relativas e históricas. Estas formas no existen a priori, sino a posteriori, y deben inscribirse en la red neuronal para existir; no hay moral sin las conexiones neuronales que lo permitan. La ética presupone, pues, un cuerpo faústico, constituido por la potencia y la demiurgia de una inteligencia que desea. La moral se aprende, se inscribe en la materia del cerebro para producir sinapsis y permitir las funciones anatómicas de la empresa moral."