Las gallinas no son las primeras víctimas de las crisis, pero cuando les llegan las primeras espumas de la ola son las que las sufren con más saña. Los primeros en sucumbir son siempre los valientes, los que se enfrentan a la tropelía, los que protestan alto y claman por sus derechos, desdibujados ya entre la bruma y el humo de los gases lacrimógenos. Pero es ésta una derrota parcial porque, siendo como son valientes, se rearman día a día en la retaguardia para la próxima batalla.
Max Aub, intelectual proscrito, republicano y humanista (hasta aquí todo correcto), escribió en 1969 La gallina ciega, contra el franquismo, contra los estragos de la desinformación y la falta de cultura de los jóvenes. Aub fue denostado por ello por unos y otros y obviado nuevamente. Las gallinas, como gallinas que son aunque no lo sepan, tienen miedo a vivir sin venda y picotean a quien quiere quitársela, no sea que la luz sea insultante…