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La Generación de la Televisión en Cinearchivo, entrega 1ª: Hud / El planeta de los simios

Publicado el 18 marzo 2011 por Esbilla

La Generación de la Televisión en Cinearchivo, entrega 1ª: Hud / El planeta de los simiosComienza ya mismo en Cinearchivo un antológico (en todos los sentidos) Especial dedicado proponer una panorámica de 50 títulos filmados por los integrantes de la llamada Generación de la Televisión, un grupo de creadores que rompieron la barrera entre medios después de ganarse el prestigio en la escena televisiva neoyorkina para luego aterrizar en Hollywood con su depurado formalismo y sus aires de cierta ruptura. Aquí están desde los más recordados, como el inagotable Sidney Lumet o el ya tratado en la página John Frankenheimer, hasta realizadores que fueron clave en su momento y ahora permanecen en el limbo, como Martin Ritt o Arthur Penn u otros que se mueven entre la gran popularidad de sus mejores obras (y más en su momento), por ejemplo, George Roy Hill, Robert Mulligan o Franklin J. Schaffner y la clase de los postergados que representan Delbert Mann, Ralph Nelson o Fielder Cook. Esta primera entrega abarca desde el éxito formidable de Marty en 1955 hasta los últimos 60 con títulos tan legendarios  como El planeta de los simios o Dos hombres y un destino. Mi contribución al asunto se centra en dos filmes bien distintos: Hud, un denso americana dirigido por Martin Ritt en su momento y que ha supuesto un muy agradable descubrimiento, y la archilegendario obra maestra de Schaffner, El planeta de los simios, con la dificultad que acarrea el tratar de escribir algo interesante sobre una pieza tan y tan exprimida.

Hud, Martin Ritt, 1963:

La Generación de la Televisión en Cinearchivo, entrega 1ª: Hud / El planeta de los simios
“(…)Pese a lo que la apariencia de Hud pueda dar a entender no se trata esta de una película de personaje, ni de un vehículo para el exclusivo lucimiento personal de su divo protagonista en un personaje que acapare todo el metraje, no. De hecho esta es una película de personajes, es decir casi coral o al menos a cuatro voces donde Hud es el carácter central pero no unívoco, determina el drama pero no lo fagocita. Incluso se podría decir que el joven Lonnie, interpretado con sobriedad por un excelente Brandon De Wilde una década después de su maravilloso papel infantil en Raices profundas (1953), es el verdadero protagonista, correspondiendo su punto de vista con el del espectador y , en cierto modo, con el del narrador al ser su figura, su aprendizaje vital dividido entre dos hombres descomunales, su abuelo, el legendario ranchero Hommer «Wild Eye» Bannon un hombre recto y duro como la misma tierra, y su tío Hud, egoísta, violento y sin moral alguna. Dos caminos enfrentados, el de la América en trance de desaparición y el de la nueva, entre las cuales tendrá que elegir, con el resultado de preferir marcharse a vivir su propia vida que quedarse a seguir el ciclo de odio con Hud. Es curioso como, y volviendo a Raices Profundas, la peripecia de su personaje es similar pero se resuelve de manera inversa, mientras en la de Stevens se queda
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llamando al «hombre-mito» que represente Shane, aquí se marcha, dando la espalda a esa parodia del mismo que es su tío Hud. A este terceto en perfecto equilibrio todavía cabe añadir el personaje más secundario, pero igualmente determínate, de Alma (una pequeña traición al original: en la novela era una mujer negra), gobernanta del rancho y testigo inocente que saldrá dañado de forma irremediable de la batalla familiar, del cual se encarga una formidable Patricia Neal en la interpretación de su vida (Oscar® incluido). Una mujer en sus cuarenta, todavía atractiva, maternal y sexual por igual, una belleza algo ajada pero con chispa, de ojos cansados, y voz quebrada de precioso acento (muy similar al de la magnífica cantante country Loretta Lynn, y es que ambas son de Kentucky) que se debate entre la fidelidad al patriarca, el cariño sincero por joven Lonnie y la atracción erótica hacia Hud, la cual culmina en la extraordinariamente violenta secuencia del intento de violación.(…)” continuar

El planeta de los simios, Franklin J. Schaffner, 1968:

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“(…)Virtuosa como película de acción, rica como alegoría, renovadora en cuanto a la técnica, revolucionaria en el empleo de la música, esa música electrónica sin electrónica de Jerry Goldsmith que todavía asombra hoy por la audacia de su ruidismo y su desafiante atonalidad, abierta a lecturas en clave política o de género puramente (¿no es un film tremendamente cercano al western?), en definitiva una maestría absorbente y magnética, emocionante y penetrante que nace, en palabras de Carlos Aguilar «de la habilidad para sintetizar/alternar la vertiente espectacular y al especulativa».
El planeta de los simios es, y voy a descubrirme ya, la obra maestra de la ciencia-ficción norteamericana, superior a cualquier otra precisamente por esa cualidad mágica de equilibrar todas sus propuestas intelectuales mientras las supedita a la narración pura. Superior y tan influyente (como poco) a 2001: Una odisea del espacio (1968), film este al cual a sido sistemáticamente subordinado, por cuanto la de Stanley Kubrick resulta ser una propuesta eminentemente filosófica y discursiva (por lo tanto más «importante»), visualmente tan fascinante como hermética y finalmente mucho menos jugosa que la de Schaffner. Mientras las hazañas del «eternauta» kubrikiano admiten una posición única, la reflexiva (o quizás también la «experiencial»), las del «crononauta» hestoniano son múltiples gracias a la modestia inherente a su planteamiento de base. Es decir, una es una película sobre las grandes preguntas, la otra solo una de aventuras. Incluso su nacimiento está lejano de la epifanía creadora del de Kubrick (o del Solaris de Andréi Tarkovski, por ejemplo, otro clásico del «cine-pensamiento») y su existencia se debe más al fornido estado del star-system de finales de los 60 como sustituto del studio system, ya que El planeta de los simios es, en su naturaleza más básica, un vehículo para el divismo de Heston, actor hoy todavía minusvalorado y, pero aún tristemente desacreditado cuando el grueso de su cine y vida indica unas inquietudes bien superiores, (…)” continuar

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