Revista Espiritualidad

La generosidad ayuda contra la depresión

Por Chocobuda

ADVERTENCIA: Si padeces depresión persistente, sólo tu médico puede ayudarte a salir de ello. Las ideas expuestas en este blog son únicamente una ayuda que funciona junto con un tratamiento profesional.

En innumerables textos budistas se menciona el gran valor que la generosidad aporta a la vida. Ser generosos rompe barreras entre culturas y razas, promueve la concordia y la comprensión. Por desgracia, es una de las expresiones básicas de humanidad que, por desgracia, cada vez se practica menos.

La generosidad está gravada en lo más íntimo de nuestro código genético. Es una de las conductas que hacía sobrevivir al grupo de hombres primitivos ante las inclemencias del mundo que lo rodeaba.

Dar sin ningún interés funciona como ayuda contra la depresión. Así de simple. Esto es porque ponemos el ego de lado, nos olvidamos de nosotros mismos y nos preocupamos por resolver las necesidades de alguien más.

Tal es el ejemplo de D, alumno de Kid Buda y amigo mío. Él comenzó a experimentar con generosidad y compasión regalando alimentos a personas con necesidad.

Bajo su permiso, reproduzco su experiencia:

Hola, hermanos, les mando un fuerte abrazo y les escribo para platicar la experiencia y lo que ha movido esto.

Chocobuda, recuerdo muy bien lo que me dijiste de ser compasivo y ayudar a los demás vs la depresión.

Si bien es cierto que aún estoy medicado porque aún hay ansiedad y de repente algunos episodios de crisis de pánico, todo va mucho mejor.

El 30 de abril (celebración del Día del Niño en México) hice junto con mi familia, cajitas de dulces y después se me ocurrió que algo más saludable para regalarle a los niños de la calle puede ser fruta, así que también hicimos algunas bolsas con fruta para repartir.

Una amiga me donó muestras de barras de granola; otras con nuez, arándanos y cereales, que son nutritivas y muy sabrosas. Así que tuve un poco más para dar.

Por la tarde fui a repartir esos detalles a los niños que me encontrara afuera del Hospital General (me llevé a J, el chico con el que estoy saliendo… bueno, mi novio) y nos pusimos a repartir, estando ahí me di cuenta que hay muchísima gente que no ha probado alimento, que están afuera esperando alguna noticia de sus familiares internados, muchos de ellos se ven de bajos, bajísimos recurso y hasta de otros lugares del país.

Terminamos de repartir y me quedé con pensando en todas esas personas. Como me había sobrado media caja de muestras de barritas y mi abuela había dicho que en la noche iríamos a cenar todos en familia con motivo del día del niño, aproveché para hablar con ellas. Les relaté mi experiencia de la tarde y les propuse que antes de irnos a cenar, ¿porqué no juntábamos lo que teníamos de galletas y las muestras que aún quedaba y nos íbamos a repartirlas a las personas adultas?

Así que nos pusimos en marcha y llegamos al Hospital General para hacer nuestra labor. Ahí un grupo de chicos se nos acercaron a ofrecernos café o té y les dije que nosotros llevábamos galletitas para repartir. Ellos nos dijeron que son un grupo de chicos que se reúnen todos los miércoles y van a repartir café o té y algunas galletas a las personas que están ahí esperando noticias de sus familiares internos. Así que nos unimos a ellos y repartimos lo que llevábamos a las personas a las que se les dio café o té.

Estos chicos tiene una página en Facebook que se llama “México Sonríe” y pues quedé con ellos que juntaría a mis amigos para hacer colecta de galletas y el próximo miércoles llevar más.

colecta

Ya regresábamos al auto cuando pasando vi a una señora sola. Tenía cara de tristeza, angustia, miedo… no sé bien cómo describirlo y aparte sentí algo. Me acerqué a preguntarle si estaba bien, si necesitaba algo. Ella apenas podía articular palabra porque el llanto no la dejaba y como pudo me explicó que ella y su hija habían sido mordidas por un perro. A su hija la había mordido en el hombro y que se le veía el hueso y que desde el medio día anduvieron recorriendo hospitales para que la atendieran y que en ninguno la querían atender hasta que llegaron ahí. La abracé, le dije que tuviera mucha fe y que seguro su hija iba a estar bien, que ya la estaban atendiendo, ella me abrazó y se soltó a llorar. Empezó a llover. La dejé encargada con mis mamás y fui por el auto para acercarlo y que la señora se metiera y descansara un rato y se resguardara de la lluvia. Ella sólo iba con otro familiar que es el que estaba dentro del hospital con su hija y que ya le había hablado a su hijo para que llegara al hospital.

Nos quedamos acompañando a la señora mientras llegaba su hijo. Lo único que en ese momento se me ocurrió que podía de ser de gran ayuda era estar junto a ella, tomarle la mano y hacerle sentir que no estaba sola.

La señora poco a poco dejó de temblar. Al poco tiempo llegó su hijo, la abrazó, nos dio las gracias. Preguntamos si podíamos hacer algo más, nos dieron muchas bendiciones y gracias. Nos despedimos y partimos hacia la cena.

Esta experiencia y los chicos de México Sonríe nos motivaron para hacer colecta y regresar el próximo miércoles a ayudar.

Escribí esto en Facebook para mis amigos y recibí tan buena respuesta que hasta formamos un nuevo grupo: Llevando sonrisas a quien más lo necesita.

Y se lanzó la convocatoria de recolecta de galletas, pan y alimentos que se puedan repartir como merienda.

Hay muchos que están con la intención de ayudar. El miércoles será nuestra primera actividad apoyando a los de México Sonríe.

:)

Les mando un gran abrazo y aquí sigo, mejorando, y ayudando… cambiando bastante lo que fui, para ahora tener una vida con equilibrio.

La historia de D es una muestra de lo que la compasión y generosidad pueden lograr. Se mejoran vidas, se da calor humano y todos nos movemos hacia adelante.

Pero no me creas a mi. No creas nada de lo que has leído. Comprueba tú mismo lo que ser generosos puede dejar en tu vida.

Te aseguro que tus problemas, tristezas y depresiones serán mucho menores. Y quién sabe, quizá podrías comenzar a ser feliz.


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