Revista Arte
La primera vez que contemplé el retrato de Federico Madrazo de doña Amalia del Llano y Dotrés (Condesa de Vilches) , me llamó la atención su pícara expresión, su mirada y esa pose de mujer atractiva, de serena ironía. No es el típico retrato tradicional de seriedad y compostura, de nobleza impostada, de pose calculada en definitiva. Aquí hay alguien que comunica con la mirada, que sonríe discreta y enigmáticamente, que juega con la posición de sus brazos. Una mano que roza con sus dedos su delicado rostro y con la otra sujeta un abanico de plumas. Como buena intriga, similar a la que destilaba la célebre película "La mujer del cuadro", a uno le hubiera gustado que tras el lienzo de Madrazo se ocultara una mujer de carácter libertino o enigmático, alguien que ocultara una vida sorprendente. Y no llegando a tales extremos, lo cierto es que doña Amalia si que fue una mujer verdaderamente brillante y polifacética, escritora, pianista y cantante ocasional, amazona, inteligente que organizaba representaciones teatrales en su propia casa, en donde en algunas ocasiones actuaba para el público allí presente. Una mujer singular que supo dar vida a la intelectualidad del momento.
“Linda era como un ángel la condesa de Vilches, como un ángel al que Dios permitiese abandonar la solemne seriedad del cielo adoptando el reír humano, porque, según los doctores en bellezas, la de la Condesa no habría sido tan completa sin aquel soberano don de sonrisa y risa que le iluminaba el rostro y le descubría el alma. Ahora caigo en que no había vestido, ni mantilla, ni lazo, ni garambaina que no le sentase a maravilla. Caigo también en que sus movimientos tenían una gracia especial, un cierto no se qué, un encanto indefinible, que podrá expresarse cuando el lenguaje tenga la riqueza suficiente para poder designar, en una misma palabra, la malicia y el recato, la modestia y la provocación”Episodios Nacionales. Benito Pérez Galdós