Revista Cultura y Ocio

La "Giovanna" del Thyssen

Por Harendt

"Giovana Tornabuoni" (Museo Thyssen, Madrid)
De mis sesento y ocho años largos de vida los cuarenta y siete últimos los he pasado en las islas Canarias, la tierra que me acogió y en la que vivo desde entonces. Nací en Andalucía, pasé por Asturias y Castilla-La Mancha, y desde los cuatro a los veintiún años viví en Madrid. Toda mi infancia la pasé allí, entre los barrios de Delicias y Prosperidad. En Madrid descansan mis padres para siempre, vive uno de mis hermanos y su famlia, y también la numerosísima parentela de tíos y primos y de sus hijos, descendientes de mis abuelos maternos. Durante muchos años después de venirme a Canarias pasé allí con mi mujer y mis hijas vacaciones y días de trabajo y estudio. Hace ocho años que no he vuelto. Pero saben, a pesar de todas sus innegables bellezas y el cálido acogimiento de sus gentes, lo que más echo de menos (no necesariamente por ese orden) son los bocadillos de calamares fritos de su plaza Mayor, los mejillones de la trasera de la Puerta del Sol, y sus museos... Dejemos sus tesoros culinarios para otra ocasión y hablemos de sus museos.

Esa "Milla de Oro" que conforman El Prado, el Reina Sofía y el Thyssen no tiene parangón en el mundo mundial, como diría ese otro madrileño universal que es el "Manolito Gafotas" de mi admirada Elvira Lindo. Muchos madrileños no saben las joyas que encierran, pero tengo la sospecha que sus autoridades tampoco. Mi preferido, sin duda, por temperamento y formación académica es El Prado, que visitaba de joven todos los sábados por la tarde por ser ese día de entrada gratuita. Llegué a aprenderme la ubicación de cada cuadro en cada una de sus salas, o casí... Y quedé prendado de cuatro de sus joyas para toda la vida: la "Eva" de Durero, en las salas de pintura alemana; "El descendimiento" de Van der Weyden, en las de pintura flamenca (mis salas preferidas); "La Anunciación" de fray Angelico, en las dedicadas a la pintura italiana; y por último, "Las hilanderas" de Velázquez, en las, lógicamente, mayoritarias salas de pintura española. ¿Mi preferida-preferida?, difícil me lo ponen, pero si no queda otro remedio..., yo diría que "La Anunciación" de fray Angelico.Con el Reina Sofía lo tengo más claro. Es un museo con el que guardo una especie de relación amor-odio que no logro solventar. Heredero del museo de Arte Contemporáneo, en el campus de la Universidad Complutense de Madrid que tantas veces visité, me defrauda y me encandila a partes iguales. Dejémoslo así. Su joya, y la mía también, sin duda alguna la pintura más representativa del siglo XX, el "Guernica", de Picasso.El Thyssen es un museo distinto a todos por su heterogeneidad temática pues sus pinturas abarcan todas las épocas, y por la calidad de las mismas. También aquí lo tengo claro, también sin dudarlo, el "Retrato de Giovanna Tornabuoni" de Domenico Ghinlardaio.Mi hija Ruth, fervorosa amante de la historia del arte, me manda esta madrugada (ambos somos insomnes confesos, ella por razones materno-filiales y yo no se muy bien por qué) por correo electrónico un precioso artículo del director de cine Jaime Chavarri en el Huffington Post de ayer, que relata la historia de las vicisitudes que rodearon la realización del retrato de Giovanna Tornabuoni y a sus protagonistas: la retratada y su pintor, y ficciona y fabula sobre el posible encuentro en el más allá entre la joven toscana de finales del siglo XV que retrató Ghinlardaio y la gran periodista española Juby Butamente, fallecida en julio pasado a los 76 años de edad y en cuyo homenaje y recuerdo está escrito el relato, que fue durante muchos años directora de comunicación del museo Thyssen. Un emotivo relato que lleva el enigmático título de "El gato de Montaigne"  cuya lectura les recomiendo encarecidamente.

Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt






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Entrada núm. 2164[email protected]"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

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