Revista Cine
¿Qué ocurre cuando un ingenioso timador expande su "negocio" tras enamorarse de una mujer decidida a colaborar con él?. Y más allá de eso, ¿cómo salvará la situación cuando el mismísimo FBI decida utilizarle para cazar presas mayores?. Pronto la ambición de las autoridades se centrará en descubrir a peces gordos corruptos del mundo de la política. Sospechosas alianzas verán la luz a medida que la investigación avanza. ¿Podrá salvarse de la quema una pareja de estafadores que nunca pensó en volar tan alto?
A lo largo de la historia del cine se han realizado un gran número de películas sobre estafas. Gracias a ello, conocemos múltiples formas de engañar y timar al objetivo de turno. Pero quizá lo que aporta la nueva cinta de David O. Russell es que nos explica una historia que puede sonarnos pero lo hace a través de una serie de personajes cuyo santo y seña es la extrema peculiaridad. Utilizando este aliciente y situando la acción en la década de los 70, caracterizada siempre por el triunfo de la cursilería y la estética "discutible", se nos invita a presenciar las andanzas de un grupo de personas que, bien insertados en su época, derivan la película hacia la tragicomedia paródica.
El director no habría conseguido tan buen resultado sin un reparto absolutamente genial. El carisma de todos los intérpretes principales y su predisposición a coger el tono del film y hacerlo suyo, supone el mayor logro de la película.
No es de extrañar la composición del cuarteto protagonista. Todos tienen una complicidad inicial con el realizador puesto que han trabajado previamente con él. Se aprecia una comodidad y un entendimiento entre ellos y la dirección que, por sí solo, explica como Christian Bale o Bradley Cooper aceptan representar a dos hombres esperpénticos, cada uno con su estilo, y logran resultar creíbles. La película propone siempre una desmitificación de personajes y situaciones. Aquí no hay timadores ni gángsters estilizados y seguros de sí mismos. Scorsese abrió una nueva senda cuando se centró en la mafia de la calle y en los ejecutores pero nunca, hasta The Wolf of Wall Street (2013), ha llegado al punto de mostrarnos a personas cuyo nivel de "frikismo" empieza a ser importante. En este sentido, creo que debe desmarcarse esta cinta del tono y objetivos que suele perseguir el cine de Scorsese. Aunque puedan compartir un marco temporal y una cierta estética, la cinta de Russell transcurre por otros caminos y el modo de expresión, con toques de comedia elegante, la convierte en una aportación muy interesante al panorama fílmico reciente.
Sólo la primera escena de la película, con Christian Bale colocando y ajustando su peluquín, ya es una declaración de intenciones. Porque si muestras al público, con cámara fija y sin sonido de acompañamiento, como uno de los actores más cotizados y atractivos del momento aparece completamente diferente a lo habitual y encima detallas el largo proceso de acicalamiento de su personaje, estas expresando que esto va en serio y que supera lo anecdótico. La película que vas a ver empieza con un aporte nada convencional y así transcurrirá el resto del metraje.
No estoy de acuerdo con las opiniones que se han vertido acerca de que poco interesa el destino final de los protagonistas porque no existe demasiada empatización con el público. En mi opinión, ocurre exactamente lo contrario: son los personajes los que ostentan la mayor parte del interés de la cinta, incluso por encima del argumento. Cuando la trama se hace más enrevesada, son ellos, con su carisma y buen hacer, los que siguen manteniendo en alto la expectación del público. Y al final resulta imprescindible saber cuales de ellos logran su propósito.
Esta American Hustle es un gran divertimento bien orquestado. No es la gran película de la temporada de premios ya que otros films como Gravity o 12 Años de Esclavitud la superan en su conjunto. Pero se consolida como un festín interpretativo en el que las risas acaban creando una sensación final de optimismo que te acompaña al salir de la sala. David O. Russell sigue demostrando que es muy hábil a la hora de caminar por esa estrecha frontera que intersecciona con drama y comedia. En otras películas anteriores nos dejó atisbos de ello. Ahora lo demuestra al cien por cien.
Por último, mención especial para Amy Adams y Jennifer Lawrence. La primera sigue consolidándose como una intérprete capaz de encontrar su acomodo en toda clase de producciones. Su fragilidad es solo aparente porque, más allá de sus edulcorados primeros trabajos, ha demostrado que es una actriz de carácter. Todo ello le puede suponer una larga carrera en Hollywood, algo muy necesario en el futuro.
Y en cuanto a Jennifer Lawrence insistir en que su extraordinaria precocidad no está reñida con el talento. En el papel de Rosalynn, esposa oficial de Irving Rosenfeld (Christian Bale), depara algunos de los momentos más brillantes del film. Viéndola en pantalla, parece que tenga más experiencia y trayectoria. Se ha curtido tan rápidamente que casi asusta su prodigiosa evolución. No sabemos si un nuevo Oscar la espera a la vuelta de la esquina. Pero lo que es seguro es que, a sus 23 años, está batiendo registros de agudeza y perspicacia en la elección de proyectos.