[6/10] En unos tiempos en que la valentía era un valor exigido entre los franceses, unos niños imitan a sus mayores y se enfrentan en una guerra por el territorio y también en una lucha por conseguir el amor de su vida. Y eso porque la Francia ocupada por los alemanes en 1944 es el escenario de “La guerra de los botones”, película de Christophe Barratier en donde los chicos de los pueblos vecinos de Longeverne y Velran reviven la rivalidad y odio de sus antepasados, en lo que viene a su vez a ser reflejo de un país dividido entre la resistencia y los colaboracionistas. En la pelea infantil hay mucho de guerra psicológica y de humillación inflingida por cuanto el botín son los botones de las camisas y pantalones del enemigo, hasta que la causa judía sale a escena… porque entonces todo cambia.
Como en “Los chicos del coro”, Barratier nos presenta a un maestro que trata de inculcar a sus díscolos alumnos el sentido de la justicia, del respeto y otros valores humanos y de convivencia. Y, como entonces, una o varias historias de amor sirven para endulzar unos tiempos difíciles donde la violencia amenaza con torcer el rumbo de esos pequeños… si la tortura o la impiedad se imponen en el campo de batalla. También la banda sonora vuelve a ser crucial para el director francés, con una música envolvente y melodramática que despierta los sentimientos más tiernos y enardece el espíritu guerrero… de manera tan hermosa como artificiosa. La novela homónima de Louis Pergaud fue llevada al cine por Yves Robert en 1962, y ahora Barratier ha querido ambientarla en unos momentos de ocupación donde convivían patriotismo, denuncia y persecución… pero aquí todo de manera desdramatizada.
A la cinta le falta intensidad y resulta excesivamente blanda y sensiblera, con demasiados tópicos que hacen que la historia no encierre sorpresas, y con personajes trabajados sobre el estereotipo que pierden espontaneidad y frescura. De los adultos, sólo el padre del conflictivo Lebrac admite varias capas y tiene una personalidad definida gracias a la buena interpretación de Kad Merad; el resto, son meras comparsas, y las figuras de Simone y su ahijada o del padre de L’Aztec no tienen desarrollo alguno. En cuanto a los niños, son simpáticos y adorables en su inocente comportamiento pero su dirección no acaba de convencer, tampoco en el caso del campestre Lebrac y de la madura y urbanita Violette, jóvenes entre quienes no se da una química que haga creíble su naciente amor.
Por eso, con las mejores intenciones, Barratier nos ofrece una película familiar y agradable, de factura dulce con algunos momentos emotivos y entrañables en medio de una puesta en escena un poco acartonada. La cinta no alcanza instantes mágicos entre los niños ni la(s) historia(s) de amor terminan de funcionar y coger vuelo, pero a favor está que carece de pretensiones y da lo que promete, que se ve con gusto y conserva el tono amable durante todo el metraje y sin caídas de ritmo. La idealización de la Resistencia con todos los franceses como patriotas y el carácter de fábula infantil la convierten, a su vez, en una película de iniciación a la madurez -aunque vivida con escasa convicción-, con unos niños que juegan a ser mayores y a repetir que “no somos unos gallinas”, aunque a veces se escapen unas lágrimas (fáciles y un poco artificiales) y haya que pedir disculpas (por el exceso y simplificación).
Calificación: 6/10
En las imágenes: Fotogramas de “La guerra de los botones”, película distribuida en España por Alta Classics © 2011 La Petite Reine, TF1 Films Production, Studio 37, Mars Films y Logline Studios. Todos los derechos reservados.