Prólogo
Mi cuerpo es aferrado a cuerdas elásticas y colocado en una plataforma horizontal. Me han preparado para recibir la inyección. La inyección que le dará fin a mi vida. No estoy lista para morir, aunque sé que me lo merezco. He cometido traición. Traicioné a mi familia, a mis amigos y mi pueblo.Hice algo que jamás debí haber hecho. Fui seducida por el enemigo, y termine enamorándome de él. Ahora estoy aquí, frente a miles de personas que desean verme morir. No estoy preparada para lo que viene, tal vez mi alma sea reclamada por el cielo o el infierno. Sin embargo, estoy dispuesta a enfrentar mi destino. Todo lo que me importaba en este mundo se ha ido, así que, la muerte no podría ser tan mala.La puerta de la habitación se abre y aparece un hombre vestido blanco. Es el médico que supervisa mi ejecución, lo sé, porque son los únicos que pueden entrar. Además, su forma de vestir y la jeringa que lleva en una de sus manos, lo dice todo. Me estremezco y trato de relajarme, mientras el médico me inyecta un líquido transparente. Por unos instantes, se me paraliza el cuerpo e intento calmarme contando del uno al diez. Siento como el líquido comienza a correr por mis venas y llegar hasta mis pulmones. Parpadeo en dirección al médico, y miro a la multitud de personas que presencian mi muerte detrás del pequeño cuarto de cristal en donde me encuentro. Es una habitación sencilla, quizás de algunos cinco metros de altura y ocho de largo, pero lo suficiente para mantener a cien personas dentro ella. Busco a mi padre con la mirada, y lo veo a lo lejos. Me mira con tristeza, y luego como si nada hubiera sucedido, aparta la mirada y sonríe a su compañero de al lado. Aparto la mirada y cierro los ojos. De algún modo, yo sabía que esto sucedería, pero era demasiado ingenua para creerlo. Mi muerte sólo será una más para él. Me revuelvo inquieta en la plataforma y un disparo se escucha a los lejos. El médico me sujeta del brazo, y después entrecierra los ojos e inesperadamente cae contra el suelo. Le han disparado, pero… ¿Quién? De pronto, la multitud se propaga y dos oficiales del pueblo corren hacia mí. Luego, el primer oficial cae, y el segundo apresura el paso, pero no logra llegar hasta mí porque alguien le dispara por detrás. No logro identificar a los tiradores, ya que mi vista se nubla y mi cuerpo comienza a relajarse. El líquido está comenzando a hacer efecto. —¡Marco! —grita una chica desde el otro lado de la habitación.Unas estrechas manos me sujetan de la cintura, y por unos minutos, siento que mi cuerpo flota. Estoy en mi límite. En cualquier momento, cerraré los ojos y no volveré a despertar. —Dale el antídoto, de prisa —vocifera alguien en mi oreja. Es la voz de un chico, pero no percibo de quién se trata. Sus manos se aprietan a mi cintura y me carga, como si sostuviera a una niña pequeña.La chica me toma del brazo y me inyecta un líquido blanco. Después, cierro los ojos y me duermo, pensando que éste será mi fin.No. de Registro: 1307205456182Fecha de registro: 20-jul-2013 22:39 UTCLicencia: All rights reservedAutor: Astrid E. MéndezQueda prohibida la reproducción total o parcial de la obra sin autorizaciónexpresa de los titulares de los derechos de autor.