Yvette Guilbert saludando al público-Tolouse Lautrec.1894
Cuando Yvette Guilbert debutó en 1892 en el Concert-Parisien, cabaret del suburbio de Saint-Denis, se convirtió inmediatamente en la preferida de lo más selecto de Paris. Manos de rapaz enguantadas de negro, cuerpo de esfinge, contaba veintitrés años. Así es como la presentó Henri de Toulouse-Lautrec en sus dibujos, pinturas y carteles. El artista supo captar lo imperceptible: la forma en que la gran recitadora articulaba cada una de sus sílabas, que llegaban como flechas hacía el público.
Antes de describir lo que tiene ante los ojos, su dibujo lo “escribe” en la rapidez del gesto: algunos trazos con manchas de color lanzada sobre la tela o sobre el papel , Yvette Guilbert saludando al público, con su vestido y el telón tiznados de verde, su cabellera pelirroja, su cara apenas esbozada, se cuenta entre las obras maestras del artista.
Sin embargo cuando la cantante vio el álbum de dieciséis litografías acompañadas de un texto de Gustave Geffroy, que le dedicó en 1894, no se encontró lo bastante agraciada y por un momento pensó en atacar al artista ante los tribunales por ultraje a su persona, después inteligentemente, cambió de parecer.