Revista Cultura y Ocio

¿La hacemos o no?

Publicado el 21 agosto 2015 por Revista Pluma Roja @R_PlumaRoja

“Si votar sirviera para cambiar algo, ya estaría prohibido”. Dicen que esta frase es de Eduardo Galeano, otros dicen que la recopiló de otras fuentes, sin embargo, independiente de quién sea el autor, nos enseña una verdad irrefutable: las elecciones de políticos, en los sistemas pseudo-democráticos que nos controlan, no son más que un circo para la plebe. La opción de votar jamás ha sido, ni será, en la mayoría de los países neoliberales actuales, una real opción de cambio. Pero entonces qué, ¿cómo cambiamos ese algo que nos oprime?

Yo soy un firme creyente de la revolución popular como único medio real para cambiar la inercia que nos controla y oprime. Sin embargo, también tengo claro que, la revolución vista como concepto, no goza de muy buena aceptación en las mentes neoliberales de mis coterráneos, y esto se debe a dos razones principales: la comodidad y el miedo a la muerte.

COMODIDAD

Y es que el modo de vivir de estas personas, sumado a sus costumbres mercantiles y consumistas, los han convertido en los animales cómodos descritos en La Granja de los animales de George Orwell, quienes pese a estar conscientes de su condición de oprimidos, prefieren quedarse con sus amos, a cambio de abrigo, alimento, estabilidad, y pérdida de la libertad. Todo lo contrario a lo que sucede en la Granja de los animales, donde todos trabajan, nadie es oprimido, y donde establecen sus propias normas de conducta (al menos, al comienzo de la revolución en la granja).

La gente que se ha sentado en esta “incomoda comodidad”, saben que las cosas no están bien, se quejan de los bajos sueldos, el sistema de salud miserable y el altísimo costo de la vida. Sin embargo, ante estos mismos problemas, en vez de luchar para solucionarlos, prefieren tragarse las píldoras que les arroja ese mismo sistema: Para los bajos sueldos, créditos bancarios; para una salud miserable, endeudarse en el sistema privado; ante el aumento del costo de la vida, “facilidades crediticias” de pago, etc. Ellos reclaman, pero al final del día, abrazan las mismas “soluciones” que les ofrece el sistema, y en vez de irse a la granja de los revolucionarios, se quedan en la granja de la incómoda comodidad autoimpuesta.

MUERTE

El miedo a la muerte también juega un rol importante a la hora de descartar la revolución como método para lograr cambios, pues se le asocia a: sangre, muerte y sufrimiento. Ahora bien, esto me llama profundamente la atención, pues no logro comprender esas ganas enfermas que tienen todos de vivir, y por ende, no involucrarse en hechos revolucionarios, por temor a morir, si al final, ¡todos vamos a morir! Entonces ¿por qué no consagrar la vida a la lucha de una buena causa, sabiendo que sí, efectivamente, se puede morir en el intento, pero acaso, no es preferible eso a esperar a morir de viejo y no hacer nada por cambiar las cosas cuando tuviste la oportunidad de hacerlo? Si la vida es tan frágil y la muerte nos sobrevuela siempre ¿por qué temer a la revolución por miedo a perder la vida, si podríamos perfectamente morir por causas tan absurdas, como por ejemplo, un ataque al corazón o atropellados por un borracho al volante?

Sí, un proceso revolucionario involucra muchos riesgos, perder la vida es uno de ellos, pero la muerte nos acecha siempre. Entonces, la muerte no puede ser una excusa para temer a la revolución. Ya lo han oído antes: revolución o muerte. No ser revolucionario significa sentarse a esperar la muerte esclavizado por el trabajo y sometido por los de arriba, ser revolucionario, por otra parte, significa luchar hasta la muerte por la libertad del pueblo y de los que vendrán. La muerte es inherente a la existencia, no solo a la revolución.

¿SEGUIREMOS ENCENDIENDO VELAS POR CADA UNO DE LOS NUESTROS?

En Chile, el pasado 24 de julio, fue asesinado a manos de la policía, Nelson Quichillao, mientras se encontraba junto a un grupo de trabajadores protestando y luchando por mejoras laborales en el mineral de la ciudad de El Salvador, Chile. Este nuevo asesinato pasó inmediatamente a engrosar las listas de mártires de esta tierra, que ante una lucha desigual y desarmados, siguen cayendo presa de las balas fascistas de la policía.

Quizá, no debería relacionar esta muerte a la revolución, sino fuera porque su asesinato se suma a otras tantas sucedidas en los últimos años en este país en pseudo-democracia. Aquí dejo algunas:

Daniel Menco (23) asesinado por la policía, 19 mayo de 2009, Arica. Marcha estudiantil.

Matias Catrileo (24) asesinado por la policía, el 3 de enero de 2008, en territorio Mapuche. Recuperación territorios usurpados por privados.

Jaime Mendoza Collio (24) asesinado por la policía, el 12 de agosto de 2009, en territorio Mapuche. Recuperación de territorios usurpados por privados.

Manuel Gutiérrez (16) asesinado por la policía, 25 agosto de 2011, Santiago. Jornada de movilizaciones estudiantiles.

Anyelo Estrada (23) asesinado por gendarmería, 9 de octubre 2012, Santiago. Jornada de movilizaciones estudiantiles.

Juan Pablo Jiménez (34) asesinado por una “bala pérdida” 21 de febrero de 2013, Santiago.

Estos son algunos de nuestros muertos, pero hay cientos de otros que han sido heridos y torturados en democracia en estos últimos años.

REVOLUCIÓN O MUERTE

Es ante todo este macabro escenario que me pregunto: si nos van a matar y no estamos en revolución, ¿no sería mejor estar en revolución y que estas muertes dejen de ser en vano? Si nos van a matar igual, sea que estemos o no en revolución. Si nos van a matar igual, sea que protestemos o no. Si nos van a criminalizar igual, sea que marchemos o no. Entonces, ¿por qué no simplemente declarar la revolución?

Siento en mi alma cada una de estas muertes, pero más siento el hecho de que seguiremos enciendo velas, marchando para denunciar los crímenes, declarando nuestra solidaridad con las familias dañadas con estas pérdidas, para que al final del día, todo siga igual, inmutable, a menos que, nosotros cambiemos y hagamos algo al respecto.

La revolución pasa por etapas y estados. Primero debe ser mental, luego ser llevada a la acción; debe ser una convicción personal, y luego colectiva. La revolución la hacemos todos, o no se hace. La revolución debe tener razones y también motivos.

Si hasta ahora, la sangre inocente derramada, ni las muertes que se acumulan a nuestro alrededor, no son suficiente motivo ni razón para movilizar al pueblo, nada lo será.

Ya basta de encender velas y marchar por nuestros muertos, es hora de hacer la revolución o sentarnos a esperar a morir de viejos, y yo, al menos, no quiero morir de viejo.

Por Pablo Mirlo

pablomirlo.wordpress.com


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