Al finalizar el sueño, reflexionaba sobre la importancia de la experiencia de religación con la divinidad, la necesidad imperiosa que tiene el hombre de reconocer la Realidad del Alma, precisamente hoy que vivimos en un mundo desacralizado. Un mundo sumido en la intolerancia, la violencia y el materialismo. Y, mientras reflexionaba sobre el contenido de este sueño, muy relacionado con el mensaje que trato de transmitir en mi novela, LA HERMANDAD DE LOS INICIADOS, leía un poema del poeta sufí Rumi, cuyas palabras resuenan con las enseñanzas del Maestro de mi novela, que dice así:
¿Qué puedo hacer, oh musulmanes?, pues no me reconozco a mí mismoNo soy cristiano, ni judío, ni mago, ni musulmán.
No soy del Este, ni del Oeste, ni de la tierra, ni del mar.
No soy de la mina de la Naturaleza, ni de los cielos giratorios.
No soy de la tierra, ni del agua, ni del aire, ni del fuego.
No soy del empíreo, ni del polvo, ni de la existencia, ni de la entidad.
No soy de India, ni de China, ni de Bulgaria, ni de Grecia.
No soy del reino de Irak, ni del país de Jurasán.
No soy de este mundo, ni del próximo, ni del Paraíso, ni del Infierno.
No soy de Adán, ni de Eva, ni del Edén, ni de Rizwán.
Mi lugar es el sinlugar, mi señal es la sinseñal.
No tengo cuerpo ni alma, pues pertenezco al alma del Amado.
He desechado la dualidad, he visto que los dos mundos son uno;
Uno busco, Uno conozco, Uno veo, Uno llamo.
Estoy embriagado con la copa del Amor, los dos mundos han desaparecido de mi vida; no tengo otra cosa que hacer más que el jolgorio y la jarana.
Y, en otro lugar, dice Rumi:
Ven, ven, quienquiera que seas;
Seas infiel, idólatra o pagano, ven
Este no es un lugar de desesperación
Incluso si has roto tus votos cientos de veces, aún ven!
Y, todo esto, sucede hoy, Viernes Santo, cuando se conmemora la Muerte de Jesús en la Cruz...