
Mesera de Ale
House inglés de comienzos del S. XVIII
Comienzan a partir de junio de 2016 los actos conmemorativos de los 300 años de la Masonería y mucho se ha escrito y poco se sabe de lo que pasó cuando la fundaron en Londres en una habitación de 4.26 por 6.36 metros cuadrados del segundo piso de la “Casa de Ale La Oca y la Parrilla” (Goose and Gridiron Ale House) el 24 de junio de 1717.
No se conoce si se reunieron cuatro o seis Logias ni si eran operativas, especulativas o de ambas clases. Tampoco se sabe cuántos eran exactamente los asistentes ni mucho menos como se llamaba la mayoría. De lo que sí se está al corriente es que de las cuatro Logias fundadoras tres no tenían más de cuatro años de fundadas y la otra contaba con veintiséis. Sobre las restantes dos (si las hubo), solo existen conjeturas inciertas. Pero lo que sí está comprobado, es que en medio de aquel puñado de hombres se encontraba la “hermosa Hannah”, la mesera que sirvió las jarras de cerveza ale a los asistentes para calmar la sed, paliar el calor y avivar la fraternidad, y que además (¡Oh sorpresa!) firmó de su puño y letra el acta de fundación de la Masonería.

Casa de Ale La Oca y la Parrilla
La Logia anfitriona de la “Casa de Ale La Oca y la Parrilla” se llama ahora glamorosamente “Lodge of Antiquity” Nº 2, y en la reunión resultó por elección a mano alzada Anthony Sayer como el primer Gran Maestro de la Masonería. Un personaje del que tampoco se sabe mucho, que es posible que sea francés, de baja posición social, al que se tuvo que socorrer varias veces económicamente y que terminó siendo el Guarda Templo de su Logia hasta que murió con setenta años de edad en 1741. Y además parece que no estuvo satisfecho con el rumbo que tomó la Gran Logia porque fue amonestado en público por enfrentarse a la autoridad junto con otros Hermanos en 1730, siendo Gran Maestro el Duque de Norfolk. Por lo menos, tuvieron la amabilidad inglesa de llamarlo “Gentleman”. La jornada del 24 de junio tuvo que ser chispeante como corresponde a las de las tabernas, y con una espumeante jarra de medio litro de ale en la mano, que es como se toma en las altas temperatura y los largos días soleados del verano inglés. Y es cosa meritoria para el proyecto, si consideramos que habían encerrados unos veinte hombres en un salón sin abanico, con una atmosfera pesada por la inexistente costumbre del baño diario, el tabaco en cigarro y en rapé, los sudores del día, la falta de sanitarios… la higiene para ellos consistía en cambiarse la camisa y empolvarse el pelo. Evidentemente no era un lugar en que se sintieran cómodos algunos masones tiquismiquis que conozco, y si el olfato de los presentes no frustró la fundación de la Masonería, ya no lo haría más nada en los siguientes tres siglos.Como en Inglaterra la cerveza llega a un nivel de beneplácito que hasta Shakespeare dijo en “Un cuento para el invierno” (1611) que “Un cuarto de litro de cerveza equivale al platillo de un rey”, vaya uno a saber quién bebió con moderación, quien se pasó de la raya, quien no dio propina, a quien se llevaron en andas y quien miró a la “hermosa Hannah” más allá de lo decente. Y como todo es posible en una taberna, tampoco sabremos si Hannah correspondió con sus sonrisas a alguien, si se reía con todo el mundo o si mantuvo la distancia.


Fuente: "Pido la palabra"de Iván Herrera Michel
