Revista Cultura y Ocio
De Punta Cana a Panamá, de Panamá a Bucaramanga, de Bucaramanga a Panamá, y de Panamá a Punta Cana, con sus respectivas escalas, eso es lo que duró en mis manos la novela La hija del Dragón, de la autora española Myriam Millán.
La novela, ganadora del Concurso de Autores Independientes 2015 de Amazon, es una gran historia con un desarrollo trepidante, pero a mi entender, dotado de una prosa que en algunos momentos no está a la altura de la historia. Vaya por delante que ya me hubiera gustado escribirla a mí, pues como decía, la historia es magnífica y la tensión narrativa también.
La trama se desarrolla en tres vertientes, e incluso al principio en alguna más, narrativas diferentes que al final acaban trenzándose para acabar en dos situaciones paralelas: una que transcurre a principios del siglo XVII en Transilvania, y otra que se desarrolla en el Londres de nuestros días, en las que la señora Millán nos presenta una serie de personajes magníficos, entre los que es obligación destacar a la condesa Erzsébet Báthory, la que dicen que puede haber sido la mayor asesina en serie de la historia, si desechamos a personajes tan ilustres como Stalin, Alejandro Magno o Hitler (ya sé que ellos no mataban con sus propias manos, o sí...), entre otros, y que parece haber sido una de las mayores seguidoras de ritos mágicos basados en el contacto con la sangre ajena. Sangre que, como no podía ser de otro modo, no sirve si es de viejas o viejos desdentados y calvorotas, sino que solo garantiza un porcentaje de éxito cuando se extrae de jóvenes doncellas en edad prematura, más de quinientas si hacemos caso de las crónicas y de la propia narración de la novela. Esta historia, cruel y trágica ocurrida a principios de mil seiscientos, se repite en nuestros días en un Londres moderno utilizando a personajes también magníficos entre los que destaco a Natalia, una de las protagonistas y de quien no daré más datos para no reventar la historia.
La novela, construida a base de saltos en entre las diferentes historias y épocas, y tejida con mucha habilidad en capítulos muy cortos, es magnífica porque consigue crear un clima de tensión y una necesidad por saber más que creo que es verdadero secreto del éxito del libro. Sin embargo, y reconociendo que me lo ha hecho pasar muy bien, hay un punto que no puedo dejar de comentar. Como decía al inicio de la reseña, esta novela ha sido la ganadora del concurso Indie 2015 de Amazon, un galardón al que optaban miles de novelas y cuyo premio, además del reconocimiento a la obra y a su autora, supone un impulso comercial brutal por parte de la mayor librería del mundo, lo que se traduce, y de forma totalmente merecida, en un incremento mayúsculo de las ventas de la novela, y es precisamente por eso que me atrevo a ser más crítico de lo que quizá en un principio debería serlo con una novela que, por menos de tres dólares, te hace desear que tus vuelos duren más para poder disfrutar de su lectura.
Ese punto que no quería dejar de comentar es la falta, en algunos momentos y bajo mi punto de vista personal, de una mayor calidad de prosa en la novela. Se dan dos cuestiones que quiero analizar. Por la propia naturaleza de la historia, en la que se suceden crueldades continuas, los personajes son seres atormentados que sufren en demasía, especialmente las víctimas de los diferentes rituales vampíricos a los que son sometidas, lo que hace que estos mismos personajes tengan situaciones extremas de sufrimiento, tanto físico como psicológico, pero en demasiadas ocasiones la autora utiliza el recurso del llanto para hacer notar lo mal que lo están pasando esos personajes, “a fulanita le caían las lágrimas...”, “sus lágrimas brotaron…”, “un par de lágrimas corrieron por sus mejillas...”, y así en tantas ocasiones que al final, cuando leía que alguno de ellos lloraba de nuevo, ya no me resultaba creíble. Y otra cosa que me ha sorprendido es el uso de algunas expresiones demasiado coloquiales para la trama de la novela. Recuerdo un momento en particular en el que la narradora omnisciente de la novela retrata a un personaje que se “pone a cuatro patas”, usando precisamente esta misma expresión, y que me pareció fuera de lugar. Los personajes, salvo que estén obligados por un bandido deslenguado, se ponen de rodillas, a gatas, sobre sus manos, lo que sea, pero no a cuatro patas. Detecté también un exceso de adverbios de los que decimos acabados en “mente”, situación que en mi opinión resta calidad literaria al texto. No es lo mismo decir que un personaje escapó con rapidez de una situación equis, que decir que escapó rápidamente. Son pequeños matices, pero que creo que deberían haber estado más cuidados vista la magnitud del galardón recibido.
La hija del Dragón me ha recordado en muchas fases a la trilogía del Baztán, de la escritora navarra Dolores Redondo, porque al igual que en sus novelas, en la de la señora Millán también se mantiene al lector amarrado a una trama sanguinaria, medio mágica, y en la que se descubren matices y se forman los personajes en el imaginario del lector a medida que los acontecimiento se suceden en una chicane cada vez más veloz y cerrada, sin embargo, y quizá por la intervención editorial en la obra de la señora Redondo, La hija del Dragón creo que no ha sido tan delicada en su corrección, cuando es una obra que yo colocaría en el mismo escaño por su trama y complejidad.
Ojo, no piense nadie que desmerezco el premio ganado, o que no he disfrutado con la obra, al contrario, mientras la leía y sufría con la historia no podía dejar de imaginarme a la autora escribiendo su obra de noche, porque estoy seguro de que la escribió en esas horas, y la veía golpeando sin parar el teclado en un torbellino de emociones y descripciones que son las que aceleran el pulso del lector, tal como estoy seguro de que le ocurrió a ella misma mientras las escribía. No sé, quizá haya sido esa premura, esa necesidad compulsiva por escupir los demonios que habitan al escritor lo que haya precipitado en algunos momentos a que la prosa se vea envuelta en una cierta velocidad perdiendo agarre, no lo sé.
Lo que sí sé es que os recomiendo esta novela y que doy infinitas gracias a la escritora por haberme hecho pasar un rato tan sumamente agradable, tan feroz y adictivo que incluso a mí, en algún momento, me hizo rodar lágrimas por las mejillas.
Resumen del libro (editorial)
En el año 1600, el pueblo de Nyitra, en Transilvania, contemplaba horrorizado cómo una mente perturbada acababa con la vida de más de quinientas doncellas. La creencia popular susurraba que en los bosques habitaba un demonio que buscaba sangre de jóvenes vírgenes, pero los habitantes de aquellas tierras no tenían dudas de que el destino que sufrían sus hijas estaba relacionado con algo que ocurría tras los muros del castillo de Cachtice. Londres 2013. Comienzan a aparecer cadáveres de jóvenes, aparentemente desangradas con antiguos aparatos de tortura. El Doctor Emanuel Mason, encargado de estudiar el caso, pronto descubre que tendrá que analizar una de las mentes más sádicas de la historia hasta llegar a los orígenes de un misterioso ceremonial de sangre, un rito milenario practicado por distintas culturas y religiones que aún hoy es un misterio para el común de los mortales. Con una historia basada en la leyenda de Erzsébet Báthory, Myriam Millán desvela en esta novela algunas incógnitas sobre antiguos rituales. Mitad histórica, mitad contemporánea, cien por cien thriller.