Revista Historia
La Hispania romana
Seguro que alguna vez has escuchado o has leído las palabras hispano, Hispanoamérica o hispanidad. Sigue leyendo y aprenderás cuál es su origen. ¿QUÉ FUE HISPANIA? Hispania fue el nombre por el que los antiguos romanos conocieron a la península Ibérica. Se cree que esa palabra quería decir algo así como ‘tierra de conejos'. Antes, los griegos habían llamado a esa zona de Europa Iberia (‘tierra de los iberos’). Observa cómo evolucionaron esos dos términos: · Hispania dio lugar a Spania y, finalmente, a España. · Iberia sirvió para dar nombre a la península donde hoy se encuentran España y Portugal: la península Ibérica. Cuando fue conquistada por los romanos, en el siglo III a.C., Hispania adoptó la organización política y social, las costumbres y la cultura de Roma. Ese proceso se llama romanización. En el sur y en el este de la península Ibérica, la romanización fue mayor, y menor y más tardía, en el oeste y en el norte. ¿QUIÉN VIVIÓ EN HISPANIA ANTES DE LOS ROMANOS? El ser humano ha habitado la península Ibérica desde tiempos muy remotos. Hace casi un millón de años, ya había hombres primitivos en Atapuerca (en la provincia de Burgos). Hace 4.500 años (sobre el 2500 a.C.) aparecieron los primeros poblados estables (la cultura de Los Millares, en Almería). La decisiva colonización del sur y del este peninsular por los fenicios se produjo hace menos de 3.000 años (en torno al 1000 a.C.). Gracias a los fenicios, los pueblos indígenas de la península Ibérica conocieron el hierro y la escritura. Posteriormente, otra civilización muy avanzada, la de los griegos, estableció colonias en esta zona. Desde el siglo VII a.C., en el sur y el este de la península vivieron pueblos iberos. El interior y el norte estaban habitados por pueblos celtíberos y celtas. Esa era la situación cuando llegaron los romanos en el siglo III antes de Cristo. LA CONQUISTA ROMANA A finales del siglo III a.C., Roma y Cartago peleaban por dominar el mar Mediterráneo. Esos enfrentamientos se llamaron Guerras Púnicas. Pues bien, los cartagineses controlaban las zonas costeras mediterráneas de la península Ibérica. Por eso, las legiones romanas desembarcaron en ellas para luchar contra sus enemigos. En el 208 a.C., las tropas de Roma, mandadas por el general Publio Cornelio Escipión, derrotaron a los cartagineses. A partir de ese momento, los romanos decidieron conquistar Hispania. Avanzaron hacia el centro y el oeste, pero encontraron fuerte resistencia. Dos ejemplos muy famosos de la oposición de los pueblos indígenas a la conquista romana fueron los lusitanos (cuyo jefe era Viriato) y la ciudad celtibérica de Numancia. Durante la etapa final de la conquista de Hispania, muy pocos años antes del nacimiento de Cristo, tuvieron lugar las Guerras Cántabras. En ellas, las legiones romanas, mandadas por el propio emperador Augusto, se enfrentaron a los pueblos cántabros, astures y galaicos, que opusieron una gran resistencia. Aunque Roma venció, la romanización de la zona norte de la actual España sería difícil y no muy profunda. HISPANIA ROMANA Cuando las legiones de Roma conquistaban territorios, los convertían en provincias de su Imperio. Al principio, los romanos dividieron Hispania en dos provincias: · Hispania Citerior. · Hispania Ulterior. Esta organización cambió posteriormente. En el siglo III, Hispania estaba dividida en cinco provincias: · Bética. · Lusitania. · Gallaecia. · Tarraconense. · Cartaginense. Más tarde, en el siglo IV, se creó una nueva provincia: Baleárica. Los romanos establecieron en la península Ibérica numerosas colonias. Difundieron desde allí su lengua y su cultura. Se produjo, así, la expansión del latín y del Derecho romano. Durante el periodo de presencia romana, llegó también a la península el cristianismo. Además, Roma creó una importante red de vías de comunicación: las calzadas, que permitieron que ciudades muy lejanas pudieran estar comunicadas (eran algo parecido a nuestras carreteras). ¿Quieres saber los nombres de algunas de las principales ciudades de la Hispania romana? Estas fueron algunas: Barcino (la actual Barcelona), Tarraco (Tarragona), Hispalis (Sevilla), Itálica (muy cerca de Hispalis), Corduba (Córdoba), Emerita Augusta (Mérida), Bracara Augusta (Braga, en Portugal), Lucus (Lugo) y Caesar Augusta (Zaragoza). En todos esos lugares, y en muchos más, puedes ver todavía numerosas muestras de la presencia romana. Por ejemplo: la muralla de Lugo; el acueducto de Segovia; los arcos de Bará y Medinaceli; el puente de Alcántara; los teatros de Segóbriga, Sagunto, Mérida... Pero, sobre todo, recuerda que cuando hablas español, estás utilizando una lengua románica, es decir, una lengua que procede del latín. EL FINAL DE LA PRESENCIA ROMANA EN LA PENÍNSULA IBÉRICA A comienzos del siglo V, la península Ibérica, como gran parte del Imperio romano, fue invadida por pueblos que los romanos llamaban ‘bárbaros’. En el caso peninsular, fueron los suevos, vándalos y alanos. Poco después llegaron otros, los visigodos, que en el siglo VI establecieron un reino en lo que había sido la Hispania romana.