Soy Ileana; hija de María Antonia; hija de Domitila; hija de Julia; hija de Domitila...
Y esta la historia de mi (traumático) nacimiento en Pinar del Río, Cuba, 1973, escrita por mi madre, María Antonia, profesora universitaria de Física, tenía 33 años, y yo fui su tercer -y último- bebé.
Creo que menciona todas las "aberraciones" posibles que se hacían a las parturientas, y que aún se hacen (Kristeller, episiotomía, enemas, esperas, abandonos, separación del bebé, fracaso en la lactancia, reincorporación inmediata al trabajo...)
Fui, fuimos, víctima de todas ellas. Quizás por eso, INCONSCIENTEMENTE, he reaccionado tanto al darme cuenta de que las cosas pueden y deben ser de otra manera. Aunque muchas de estas cosas las oí desde niña, no ha sido hasta ahora que soy consciente y puedo ponerles nombre, y darme cuenta de la dimensión que tienen.
Aquí os dejo el relato:
"El tercer parto:
Los dos partos anteriores yo los había hecho con un médico particular, que me atendió todo el tiempo cada barriga y que en el momento del parto lo mandabas a buscar y estaba contigo todo el tiempo. Además, parí esas dos primeras veces en el Policlínico, al lado de la casa. Yo tenía miedo de que me tocara parir la tercera vez en Maternidad y a merced de cualquier médico que me correspondiera. Así que hablé con mi compañero de trabajo, cuya esposa era gineco-obstetra para que me atendiera en este tercer parto. Ella me hizo un reconocimiento y me dijo que yo debía parir para fines de febrero, que ella el 25 estaría de guardia y que me ingresaba para inducirme el parto y dejarme parida durante su guardia. Así que dejé para el día antes el arreglo de pelo y manos y en esa semana acabaría de preparar el ajuar para el parto, todo como si fuera un turno para parir, jeje.
El domingo 18 habíamos hablado de salir a comer fuera, porque cuando pariera no íbamos a poder salir en mucho tiempo y nos fuimos a la pizzería, nos pusimos a esperar que abriera, para comer temprano y el personal que debía atender el establecimiento no llegó, así que como a las 8 y media de la noche nos fuimos a El Pavito, nos dimos a esa hora un atracón de todo lo bueno que despachaban allí y nos fuimos al cine a ver "Terror en el bosque" una peli de un violador de niñas que tenían que atravesar el bosque para ir de la escuela a su casa.
Cuando llegamos a la casa, ya pasadas las 12, comenté con tu padre lo bien que me sentía, que a pesar de la llenura tenía como una felicidad, me dieron ganas de orinar y en el tránsito hacia el baño rompí la fuente. A esa hora me metí a darme un baño y tu abuela me decía que no me pusiera nerviosa, pero ella intentó buscar el número de teléfono para llamar a un taxi y no lo encontraba. Tu padre salió a la calle y encontró que un vecino (yerno de Elisa Arias, una dentista amiga nuestra que vivía al doblar) tenía parqueado su carro frente a la casa.
El amigo no se hizo esperar y como a la una y media de la madrugada llegamos a maternidad. El que estaba de guardia era Noda (creo que una hija de él fue compañera tuya en la escuela), nos conocíamos de toda la vida, fue compañero nuestro de estudios, porque él hizo el bachillerato y la Escuela Normal a la par. Cuando me reconoció, me dijo que tenía toda la dilatación, pero que la criatura no bajaba. Esas fueron las mismas palabras que me dijeron cuando el parto de tu hermano y se lo hice saber: "Dr., yo no soy primeriza, ya en el segundo parto me dijeron eso y era que el niño tenía el cordón umbilical enredado en el cuello y hubo que empujarlo para que naciera" (creo que se llama "cristelier" a esa operación). Me contestó que el que sabía de eso era él y que debía irme a la habitación y esperar. Hubiera parido sin un dolor, me fueron a poner enema, pero me dieron deseos de defecar y no terminaron de ponerlo; al acostarme en la habitación, me empezaron los pujos, me cagué toda en la cama y allí estaba dentro de aquella mierda, prieta y apestosísima por demás, sin nadie que me atendiera, hasta que pasó una negrita empleada de limpieza y me limpió con esmero, se lo agradeceré toda la vida.
Al Dr. Noda lo mandé a buscar como tres veces, para decirle que yo creía que ya estaba lista para el parto y no vino, estaba haciendo una cesárea, me dijeron. Como a las 8 y pico de la mañana entró por él el Dr. Rigoberto García de los Ríos y al fin vino a verme. Me reconoció y enseguida armó el corre-corre. Me picaron un poco, cosa que yo pensé que en el tercer parto no me harían y te sacaron, cuando empezaron a sacudirte no llorabas y yo pregunté: ¿Qué pasa que no llora? _ No es nada_ me contestaron. Pero yo sabía que pasaba algo, estaba casi segura de que tuvieron que desenredarte el cordón umbilical, pero no me dijeron nada; así que te sacaron de allí a la carrera y te pusieron en el cunero en una cámara de oxígeno.
Lo único que compensa todo el trabajo del parto es tener al bebé al lado, revisarlo, ver que tiene todo su cuerpecito completo, acunarlo, acariciarlo, disfrutar de su calorcito y de su belleza (escribiendo esto se me saltan las lágrimas y ya han pasado casi cuarenta años). Esa noche la pasé muy triste y desolada, solamente te había visto de lejos, a través del cristal del cunero y sin saber la magnitud del peligro en que estabas. Ya pariste, ya puedes valorar mi estado de ánimo.
Hasta las 24 horas no pude tenerte en mis brazos. En cuanto me dejaron la historia clínica al alcance, la revisé y efectivamente, decía que habías nacido cianótica, o lo que es lo mismo, que por poco te asfixias. Esperé que Noda pasara visita y me lo comí con papas fritas, le dije hasta del mal que iba a morir y le advertí que si tenías alguna secuela, que hasta los tribunales no paraba. Lo único que hizo fue llamar a la enfermera para regañarla porque me había dejado la historia clínica al alcance. Y este médico tenía fama de ser el mejor.
La lactancia:
Lo que sigue es la rutina de todos los partos, las curas, el intentar amamantar después de casi 8 años del parto anterior y tú chupabas con los labios hacia adentro, cubriendo las encías. Me dolía mucho cuando te prendías, más que en los partos anteriores, o así me lo parecía y un día se me hizo como una cortada, por la parte de adentro del pezón de la teta izquierda, no fueron grietas, ya llevaba varios días amamantándote, sin grietas. Corrí al médico y me mandó antibióticos; ya no pude darte más de mamar, no recuerdo qué tiempo de nacida tenías, pero de todas formas, en ninguno de los tres partos yo amamanté más de 45 días; tenía que trabajar..."