Hacia la mitad del embarazo me di cuenta que en esa barriga enorme (decir que los segundos embarazos se tiene más barriga) habia un bebé que tenía que salir. Y me dió como una angustia pensando en el parto. Me tranquilicé pensando que el parto anterior habia sido “rápido” y al final me lo pasé bien.
Y llegó el día de salir de cuentas. Yo sólo quería que me sacarán a ese bebé de la panza porque estaba muy incómoda. Esa tarde estuve jugando con mi hija sin problema. No notaba nada. Y como si el destino supiera mi porvenir mi suegra vino a llevarse a mi hija a dar un paseo. Entonces aproveché el momento para darme una ducha de agua caliente. Y fué cuando la fiesta empezó.
Salí de la ducha y le dije a mi marido “esto empieza a doler”. Eran las seis de la tarde. Me bajé una aplicación en el móvil para contar las contracciones y quince minutos después en mi móvil saltó una alarma diciendo que tenia que ir al hospital que las contracciones indicaban parto inminente. (Me habían dicho que el segundo parto era más rápido pero no me imaginaba que tanto)
7 de la tarde. Llamé al hospital y me dijeron que fuera para allá. Media hora en coche teniamos y además teniamos que parar a dejar las cosas de mi hija en casa de la abuela. Me tomé medio gramo de paracetamol y me armé de paciencia.
8 de la tarde. Llegamos al hospital. Me asignaron una habitación. Y me exploraron. 3 centimetros. En ese momento me dió un bajón porque yo ya me imaginaba que en media hora iba a tener mi cuerpo de vuelta e iba a estar abrazando a mi bebé. “Calcula centimetro por hora”, me dijo la matrona. “Ok, siete horas me quedan” pensé.
9 y media de la noche. Hacia ya unas horas que me habia quitado el reloj porque no hacia más que mirar qué hora era. Dejé el reloj para centrarme en mi misma, en mi cuerpo, en el momento que estabamos viviendo. Pedí una ducha de agua caliente para pasar el dolor.
10 de la noche. La enfermera me ofreció una piscina para estar dentro del agua caliente. Yo tenía contracciones muy fuertes y no me negué. Qué maravilla. El agua caliente. Demasiada maravilla porque entre contracción y contracción me quedaba dormida.
11 de la noche. Le dije a mi marido que se fuera a cenar y que me trajera algo. Yo seguia dentro del agua. La matrona se fue y me dejó en la habitación con una estudiante. La estudiante me miraba cada cinco minutos con el doppler. Yo cuando no tenia contracciones relajaba en el agua como si estuviera en el spa. No tenia nada de analgesia y estaba disfrutando del momento.
12 de la noche. Yo creía que aún me quedaban tres horas. Cuando me exploraron a las ocho de la tarde me dijeron que me iban a volver a explorar a las 12 y media de la noche. “Aguanta media hora más” me daba ánimos. Y de repente lo noté…
Miré a la estudiante y la dije: “I need to push” (Necesito empujar). La estudiante fue corriendo a llamar a la matrona. La matrona vino y con toda la calma que podía tener en ese momento repeti “I need to push”. Se puso un guante metió la mano en el agua, me exploró y me dijo “eight centimentres. Push slowly” (ocho centimetros, empuja despacio”
Y en ese momento mi marido volvió.
No, mi vida. Aquí no hay “slowly” (despacio) y empecé a empujar cuando mi cuerpo me lo pedía. Con mucha tranquilidad. Con calma. Y aguantando. Sin analgesia. Solo con un café y un gramo de paracetamol. Como había hecho con mi anterior parto. Y no se por qué me relajaba mirar la lámpara que habia en el cuarto.
45 minutos después acababa de dar a luz a un bebé de casi cuatro kilos dentro del agua. Otra vez, puedo decir que ha sido una experiencia maravillosa.