Simeón era un hombre de pueblo, y tenía una ilusión: Casarse con su novia María.
Eran tiempos difíciles para España, pues todo apuntaba a que podría haber guerra civil. Y así ocurrió, Simeón fue llamado a filas, no se si al bando nacional o al republicano, porque esa parte de esta historia no me la contaron.
Simeón murió en la guerra, y María rota de dolor no volvió a tener novio, se quedó soltera, triste y desolada al haber perdido al amor de su vida.
La historia de Simeón me la contaba mi padre, haciendo un símil con un conocido refrán japonés, que dice que el clavo que más sobresale es el que se lleva más martillazos.
Es lo que tiene cuando das un paso al frente y te expones en público, que siempre hay alguien con derecho a utilizar tu persona para vaciar sus miserias en ti.
Hace unos días una buena amiga y grandísima periodista me dio un consejo, y hoy lo he recordado.
Se avecinan curvas, kilómetros y kilómetros, trabajo en equipo, ilusión y esfuerzo, y sinceramente prefiero ser como Simeón, valiente, que quedarme a ver que pasa.
La más pequeña probabilidad de poder representar a mi provincia en el senado, el simple hecho de pensar en la cara de satisfacción de mis padres, en el esfuerzo diario de mi marido y su apoyo incondicional, en mis hijas que son mi mayor tesoro, me impulsan a que en este momento apueste con empuje, determinación e ilusión por un gran proyecto, por el proyecto que aglutina los valores que desde 2008 llevo defendiendo en este blog, porque yo no defiendo las ideas de VOX, es VOX quién defiende las mías.