Revista Arte

La historia del nicho 1501

Por Desdelaterraza
   Vicente García Valero había nacido, en Valencia, en 1855. Muy joven, se había trasladado a Madrid con el propósito de labrarse una carrera como autor teatral y actor. Pero Vicente había dejado en la ciudad del Turia una novia: Emilia.
   Trabajaba entonces García Valero en la Plaza del Rey, donde el antiguo teatro Olímpico. Había sido aquel teatro escenario, antes de la construcción del Teatro Real, de memorables veladas líricas con asistencia de la reina Isabel, de sus amantes, unas veces; de los financieros, como el archirico marqués de Salamanca, dueño durante algún tiempo del coliseo; o de los espadones, mandamases de la política española entonces, como el tosco Narváez, otras; siempre en busca de conquistas, éstas civiles, de las divas del bel canto.
   Cambió más tarde el teatro de nombre. Pasó a conocerse como Teatro del Circo, y en él se ofrecían variadas funciones de cómicos, zarzuelas o espectáculos circenses. Pero quiso el azar que el 3 de noviembre de 1876 las llamas devoraran el local y con ello que García Valero, sin trabajo, aceptase una oferta de un empresario de Valencia, que precisaba de él para formar compañía en Játiva. Sin trabajo y con la novia en Valencia aceptó sin pensarlo dos veces.
     *
   Mas la desgracia se cierne sobre el joven Vicente. Emilia sufre unas calenturas producidas por el tifus, y fallece. Vicente desconsolado enferma también. Ella, su amor, sólo tenía 18 años. Cuando se recupera, Emilia ha sido enterrada en una fosa común. No es ese el reposo que Vicente desea para su amada perdida. Pide permiso, pues, al padre de la difunta para exhumar el cuerpo y darle sepultura conforme al reconocimiento que por ella siente.
   Pero las cosas no resultan fáciles para el joven actor. Cautelas sanitarias y burocracias imposibles dificultan la operación. Tenaz en su voluntad, indaga. Averigüa, y cuenta en sus memorias García Valero, que el padre Civera,  cura de Santo Tomás y encargado del cementerio, hace y deshace en el camposanto. Decidido habla con él, le cuenta su apuro y su pretensión, que está dispuesto a todo. Y al día siguiente, tras localizar en el camposanto valenciano la ubicación precisa donde se inhumaron los restos de Emilia, todo queda arreglado con el pago de 250 pesetas por el nicho, título de propiedad y carta de pago con fecha del óbito de la difunta y otros suplidos especiales. Pasados dos días, el 24 de diciembre, día de nochebuena, todo se realiza con la debida discreción. Los restos de Emilia Vidal Esteve son depositados en el nicho 1501, y en la lápida colocada, inscrita la fecha del óbito: 25 de noviembre de 1876.
LA HISTORIA DEL NICHO 1501
   Desde entonces, ya de vuelta en Madrid, todos los años, por el tiempo de Todos los Santos, García Valero hace llegar 30 o 40 pesetas para el ornato del nicho 1501, donde descansa su primer amor. Quiere además el destino que Vicente se case de nuevo, y que lo haga con una hermana de Emilia, que tengan una hija, a la que ponen el nombre de la hermana ida y que al poco la desgracia cause en él un nuevo dolor: el de la pérdida de ambas. Sin esposa, sin hija, desposa a su cuñada Amparo, la tercera de las hermanas Vidal Esteve.
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   En octubre de 1912 las economías en casa de Amparo y Vicente no están para alegrías. Se acerca noviembre y ese año el escaso peculio disponible no es bastante para enviar a su hermano las cuarenta o cincuenta pesetas necesarias para adornar el nicho de Emilia, el 1501. No habría ese año flores ni huesos de santo ni caprichos, pero sí había urgencias y gastos que no admitían demora.
   Una de ella es una visita al odontólogo don Ramón Alcaide. Al terminarla, Vicente con su mujer abandonan el gabinete de don Ramón que está en la calle de la Montera, número 21, cuando en la casa de loterías que había frente a la iglesia de San Luis, en la misma calle de la Montera, aparece como una visión un billete a la venta con el número 1501, para el sorteo del día 10 de octubre.   ─Cómpralo, llevemos un décimo, le incita Amparo.   Y lo compran.
   Días después, al salir del teatro Apolo, donde trabaja, Vicente compra “La Correspondencia de España”. Al llegar a casa mira la lista de premios. El número 1501 está premiado, y con uno de los premios importantes. Vicente lo vuelve a mirar, Amparo lo comprueba. El décimo tiene un premio de 600 pesetas. Una fortunita.
   Aquel año, en el día de las ánimas, el nicho 1501 del cementerio de Valencia tampoco quedó sin flores.
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