Revista Cultura y Ocio
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Imagino que a toda una generación, la imagen superior nos transporta a otro mundo. Aquél, que el alemán Michael Ende creó en 1979. Esas dos serpientes entrelazadas representan el Aurin, símbolo que aparece en la portada del libro que protagoniza la película de 1984. La historia interminable, que primero conocí en cine, es el símbolo de mi infancia. Un mundo que la mente humana es capaz de imaginar cada vez que se sumerge entre las páginas de un libro. Cada vez que me sentaba delante del televisor a ver la película, me olvidaba de todo lo ajeno a ella. Me veía a mí misma en Fantasía, corriendo aventuras con Atreyu y su caballo, conociendo a la vetusta Morla y sobre todo, montada a lomos de Fujur, Falcor en la novela.
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Todo esto y mucho más es lo que la literatura crea en nuestra mente. Una buena novela es capaz de trasladarnos a mundos lejanos o cercanos, reales o imaginarios. Ése es su cometido.Cuando años más tarde tuve la gran suerte de leer el libro, se convirtió en uno de mis favoritos. Nunca olvidaré Fantasía, ni sus habitantes. Esa versión en las que las letras están estampadas en verde y rojo, en la que cada página es una nueva aventura, en la que te metes en la piel de Bastian y sufres cuando él sufre, lloras cuando él lo hace..., convierte la lectura en algo mágico.
Hoy, 32 años después de su llegada al mundo, La historia interminable vuelve a presentarse al público. Esta vez mejorada. No he podido asistir al reestreno, pero seguro que acabo viendo esta nueva versión; pues aún a mi edad, sigue siendo un referente literario y cinematográfico.
La imagen de Atreyu y Fujur para mí es una de las más representativas. La imaginación puede hacer que un dragón sea tu mejor amigo y volar a sus espaldas sea la experiencia más maravillosa que existe.Ojalá cuando acabáramos una novela pudiéramos entrar en ella y vivirla como lo hizo Bastian.
Este es mi humilde homenaje a la que será siempre la película de mi infancia.
P.D. La historia interminable, ha sido el único libro que no he acabado intencionadamente. Así la fantasía nunca tendrá fin.