En un arrebol de nubes se pierde el sol por el oeste y el viento ábrego se calma en una ancha pausa del crepúsculo.
Veo niños jugando por las calles del pueblo mientras un pastor recoge al ganado a las afueras.
Bandos de estorninos pasan hacia el cañaveral, tintinea el colirrojo por el tejado; ahora se realza el olor a tierra mojada, a la paja húmeda en el corral, a cena temprana en las casas abiertas.
Momentos tan cálidos, tan dulces que los relojes se duermen cuando las farolas de la plaza avivan quedas y en silencio su luz.
Tardes de paseos machadianos en un esperado otoño, tardes que erizan el vello y saturan de belleza los cielos lavados de mi tierra.