Sin ser un estudioso de la materia y todavía menos un teólogo, simplemente limitándome a constatar periodísticamente lo que se ve en las iglesias cristianas, el dolor entendido como sufrimiento del alma y del cuerpo y como forma para espiar los pecados, parece tener un espacio y un valor muy elevado en esta religión y así lo refleja la iconografía cristiana sobre todo en España y Latinoamérica. A veces pienso que esta iconografía del dolor tiene el mismo propósito que las performances de arte moderna en las cuales los “artistas” usan el dolor y el sufrimiento (normalmente auto-infligido) para generar sentimientos en los espectadores y hacerles reflexionar sobre temas tabú.
Mi trilogía Mexicana (empezada con Candelaria y seguida por Mexicolor) se completa hoy con este post dedicado a la iconografía del dolor encontrada en las iglesias de la ciudad de Querétaro.
Lo que me llevó a hacer las imágenes que presento, fue sobre todo el profundo y estridente contraste que se percibía (la verdad es que para mí era tan fuerte que casi se podía “tocar”) entre la vida, el barullo, los colores, la luz, la música, los olores y el frenesí humano de las calles y la calma, la inmanencia, las sombras, el recogimiento, el dolor y la fe que se percibía, entrando en cualquiera de las muchísimas iglesias del centro histórico de la ciudad. Entrar en una de ella, era como haber hecho un viaje a la velocidad de la luz en otra dimensión: lo anterior se quedaba únicamente como una hipótesis de la cual se dudaba incluso que hubiera existido nunca.
Luego, cuando los ojos y sobre todo el cerebro reconducía el todo a lo que realmente era, me daba cuenta que los “zarpazos” de vida, el barullo, los colores, la luz, la música, los olores y el frenesí humano que constituían la vida exterior, de alguna manera se materializaban también en la iconografía interior. Aquí también había mucho color, mucha teatralidad; la exageración de los rasgos de sufrimiento son de alguna manera el reflejo del ímpeto con el cual se vive en el exterior; la exaltación de la muerte es una manera de humanizarla para entenderla y asumirla. Mi cabeza iba pensando en todo esto, mientras que, al mismo tiempo, mis ojos decidían la composición de las imágenes y mi dedo iba apretando el disparador para grabar en mi memoria y en la de mi cámara, la iconografía del dolor.
La semana que viene el post será dedicado a los ganadores y finalistas del mes de Abril del “concurso” Photosatriani of the Month…¡suerte!