O CÓMO QUEDAR MAL CON LA DERECHA Y CON LA IZQUIERDA
Por Ileana Medina Hernández
Mi colega Can-Men, de El Blog Alternativo, que me conoce un poco y le gusta provocarme :-), me pasa el enlace a este post, donde se reproduce un artículo publicado en La Farola, que a su vez toma como bibliografía el libro La ideología de género, de Jesús Trillo-Figueroa, hermano de Federico Trillo, ambos importantes ideólogos del PP.
No he leído el libro de Trillo, ni siquiera conocía a este señor, pero el principal problema es que parece que la crítica al llamado "feminismo radical" tiene que provenir de la derecha católica-apostólica-romana y, lo peor, homofóbica. O sea, discriminadora.
Para que sepamos de qué hablamos: se supone que en este caso, yo tendría que estar de acuerdo con la hipótesis principal de Trillo, con quien escribió el artículo fotocopiado de La Farola (que no lleva firma), y con quien lo reproduce en su blog (Rafapal), en su crítica a lo que ellos llaman "feminismo radical". Y básicamente lo estoy. Aunque luego diverjamos en casi todo lo demás. (No hay más que leer la interpretación que da Trillo a El Código Da Vinci, y la que doy yo).
¿Pero cómo se puede estar de acuerdo -en algo- con Trillo, y a la vez no ser católico ni homofóbico ni votar al PP? ¿Cómo puede alguien como Osho pensar que "La Trinidad cristiana es un club de hombres gay" y ser la Iglesia Católica aparentemente tan homofóbica (¿o tan pederasta?) ¿Cómo a veces pueden parecer grandes enemigos los gays y las lesbianas? ¿Cómo pueden parecer enemigas entre sí las "feministas de la igualdad" y las "feministas de la diferencia"? ¿Cómo se pueden superar esas dicotomías, que no son más que fruto de un pensamiento binario que siempre tiene un enemigo del otro lado, y se empeña en construir guerras y oposiciones hasta el infinitesimal?
No puedo desaprovechar esta apasionante oportunidad de aclararme a mí misma algunas relaciones entre la política, la religión, el feminismo y la crianza. O sea, el meollo mismo de la vida humana.
Vamos a intentar, en lenguaje sencillo, desenredar la madeja:
Las teorías feministas y los estudios sobre construcción de género han revelado sin ninguna duda que los roles "femeninos" y "masculinos" históricos sobre los que hemos funcionado durante más de dos mil años, son CULTURALES:
"El género es una construcción cultural, por consiguiente no es ni resultado ni causa del sexo, ni tan aparentemente fijo como el sexo. Al teorizar que el género es construcción radicalmente independiente del sexo, el género mismo viene a ser un artificio libre de ataduras, en consecuencia hombre y masculino podrían significar tanto un cuerpo femenino, como uno masculino; mujer y femenino, tanto un cuerpo masculino como uno femenino". (Citado en el artículo, sacado de un manual universitario que no se cita adecuadamente).
Desde mi punto de vista, esta afirmación, representante del discurso hoy en día políticamente correcto de "identidad de género", es muy ÚTIL PARA NO DISCRIMINAR A NADIE. Mujeres, hombres, gays, lesbianas, bisexuales, transexuales, trabajadores del ano... cada ser humano es y debe ser libre para construir su sexualidad y su identidad humana allí donde lo desee, sin que ello menoscabe de ningún modo su valía ni su dignidad personal en ninguna instancia. Sin etiquetar, sin clasificar... abre la vida humana a todas sus infinitas posibilidades y combinaciones, y eso no daña a nadie y enriquece a todos.
Lo masculino y femenino, entendidos mejor como el yin y el yang de las filosofías orientales y no como algo asociado al sexo, están presentes en todos nosotros, y precisamente el mal de la sociedad occidental ha sido el patriarcado, entendido como un dominio absoluto de lo masculino, como una sobrecarga de los valores "masculinos" (yang) en detrimento (o incluso en asesinato) de los valores "femeninos" (yin).
El problema surge sin embargo, cuando llegamos al tema de la REPRODUCCIÓN HUMANA.
«¿Son absolutamente convencionales o hay algunas funciones socialmente asignadas al varón y a la mujer que no es posible variar sin violentar la naturaleza?» se pregunta el autor del artículo.
Responder a esta pregunta es uno de los grandes retos del pensamiento social actual, y sin embargo, la respuesta parece la mar de sencilla: gestar, parir y amamantar parecen, hasta hoy, funciones irrenunciables si la especie quiere continuar existiendo.
Desde mi punto de vista esta pregunta puede tener cualquier respuesta, desde el punto de vista del SER HUMANO ADULTO. El ser humano adulto puede renunciar, deconstruir o construir cualquier "función socialmente asignada", (siempre y cuando no perjudique a terceros, y el perjuicio a terceros puede a veces ser invisible o a largo plazo).
¿Qué pasa con la reproducción?
Parece que algunos sectores del feminismo han visto en LA TECNOLOGÍA la solución al deseo de las mujeres de no reproducirse, o sea, de librarse de ese "destino manifiesto" que la naturaleza habría concebido para nosotras.
A simple vista, el razonamiento no parece muy descabellado. Tiene cierta lógica, a partir del enfoque del ser humano ADULTO. O sea, de un enfoque adultocéntrico. ¿Pero qué pasa si miramos el asunto desde el punto de vista del bebé humano? ¿Usted, que ha sido bebé, cómo le gustaría haber nacido, cómo le gustaría haber sido alimentada, cómo le gustaría haber sido acunada?
Las crías humanas podrían concebirse in vitro, gestarse en un útero artificial, alimentarse por sondas y robots, acunarse por brazos eléctricos, y luego... venderse en los supermercados, supongo yo. Sí, pero ya no serían crías humanas. Sería una generación de robots.
El sistema emocional, la capacidad de amar, la generosidad, el pacifismo, la solidaridad, la empatía... todo lo que nos hace seres vivos y humanos, se gesta en el útero materno, se mama con la leche materna, se recibe con el amor corporal de nuestros progenitores, se adquiere en un primer período con el CONTACTO FÍSICO y la comunicación con otro cuerpo, con otros brazos.
Al "separar la reproducción de la sexualidad", la alejas también del CUERPO HUMANO. Puede separarse la sexualidad de la reproducción, pero no se puede separar la reproducción de la sexualidad. Sexualidad es todo: todo contacto físico, todo placer, y no solo la sexualidad coital. Y los niños desean y necesitan ser criados CON CUERPO Y CON PLACER, o sea, con sexualidad.
Ya no sólo sexualidad coital en el acto de la concepción (que es al fin y al cabo un instante), sino la mucha más duradera e importante sexualidad maternal durante la gestación y los primeros meses y años de vida. Lactancia, libido, cuerpo y placer en el contacto entre la madre y la criatura. Deseo materno, que lo llama Casilda Rodrigañez.
Como está demostrando la ciencia, el ser humano, en su etapa primal (durante la gestación y el primer año de vida), necesita el calor de un cuerpo que lo geste (daría igual el sexo, llámalo como quieras), los latidos de un corazón, el mecanismo metabólico de un cuerpo gestante, las hormonas y los anticuerpos de ese ser gestante (llámemoslo MADRE, ¿no?), el placer, el contacto y los fluidos de su primer progenitor; y además, ese vínculo no termina tras el parto, dado que la crianza en la naturaleza es siempre un proceso donde la cría es la que marca las etapas de emancipación de sus progenitores.
Un bebé mamífero primate humano -y no un robot- ha de ser engendrado y criado por un cuerpo humano, y además el continuum con ese cuerpo no se rompe bruscamente con el parto, pues los mamíferos necesitamos aún mamar durante un tiempo.
Es evidente, que de momento (si no triunfan los implantes de útero) ese cuerpo sólo puede ser un cuerpo femenino, vamos, aquellos cuerpos que traen ÚTEROS de serie, y que tienen mecanismos hormonales que permiten el parto y la lactancia.
Es el útero y el pecho el que determina la continuidad la especie, el futuro de sus miembros, y también su felicidad, su armonía, su capacidad de relacionarse equilibradamente con el mundo: si su primer hábitat -el útero y el pecho- es también placentero y armónico para la criatura.
Paradójicamente, todo esto podria derivar en algo así como en una sociedad de robots donde los niños se engendrasen, gestasen y críasen en máquinas. Enchufados a máquinas que los alimenten, los mezan y hasta los eduquen (bueno, esto último ya casi está). Si te gesta y te cría una máquina, serás una máquina. Una sociedad sin vínculos, sin amor, sin oxitocina. Si eso es el destino del feminismo, se convertirá en cómplice de la robotización de la naturaleza humana, en nuestro fin como especie.
El "destino manifiesto" de reproducirnos, de gestar, de parir, de amamantar no nos supondría una "carga" pesada en una sociedad conectada con la vida, donde las labores de cuidado fueran prestigiadas, donde el mundo exterior estuviera concebido en torno a la crianza y a los niños, donde fuera más fácil trabajar y criar, donde pudiéramos ser reconocidos en nuestra labor de cuidadores, donde la maternidad se viviera en todo su placer oxitocínico, similar -o incluso lógicamente superior- al de cualquier otro encuentro corporal con el otro.
Si la sexualidad se concibe sólo como sexualidad coital, si la maternidad se concibe sólo como una carga pesada, y la familia se concibe sólo como familia autoritaria, es hasta cierto punto lógico que algunos quieran pues eliminar la sexualidad, otras quieran eliminar la maternidad y otros quieran eliminar la familia. Pero con eso, sólo botamos el sofá.
Ni la izquierda ni la derecha actuales parecen dispuestas a apoyar con sus políticas a la maternidad, es decir, apoyar el INICIO LO MÁS AMOROSO POSIBLE DE LA VIDA HUMANA.
Para criar seres humanos satisfechos, felices, sanos y pacíficos, se necesita amor, se necesita sexualidad y se necesita familia: amor en forma de DESEO MATERNO, de contacto físico, lactancia, y placer entre cuerpo gestante (madre) y criatura. Y amor en forma de familia NUTRICIA, que críe desde abajo y no desde arriba, que geste con conciencia, que amamante, que portee, que esté, que sostenga, que acompañe, que comparta, que respete, que dé raíces y alas, que aporte al principio un suelo nutritivo donde asirse y crecer, y que dé libertad para volar.
Es posible que no conozcamos hoy ni hayamos conocido durante más de dos mil años ni ese tipo de sexualidad, ni ese tipo de maternidad placentera, ni ese tipo de familia, ni ese tipo de amor. Y ahí precisamente radican todos los males de nuestra cultura. Pero, como especie, negar nuestros cuerpos no es la solución. Al negar nuestros propios cuerpos, negamos la vida.
Artículos relacionados:
El instinto maternal lo inspira la propia cría: ¿Qué es el instinto maternal?
Sobre la tecnología para curar, pero no como utopía: Ciencia, libertad y naturaleza