En estos últimos días he podido encontrar en el periódico varias noticias sobre violencia de género que me han puesto la piel de gallina y que me demuestran, una vez más, que las mujeres aún estamos muy lejos de conseguir una igualdad de género real.

Esta vez, afortunadamente, no se trata de ex-maridos que asesinan a sus ex-mujeres, no hay golpes, ni moratones, ni sangre. Esta vez se trata de una violencia de género institucional a manos de dirigentes políticos y judiciales basada en la humillación de la mujer, un tipo de violencia de género que puede llegar a ser tan peligrosa como la de los golpes y asesinatos.
Se trata del Presidente del Consejo General de la Ciudadanía en el exterior ( bueno mejor dicho el ex-presidente porque tras lo sucedido no tardó mucho en anunciar su dimisión) diciendo: “las leyes son como las mujeres, están para violarlas”.

Se trata de un ex-concejal y ex-policía nacional que está siendo juzgado por incitar a la violencia de género, tras divulgar un videojuego que mostraba 20 maneras de acabar con la vida de una mujer que circulaba en bicicleta.
Se trata de un tribunal que no ve acoso sexual en besos y tocamientos indeseados y ha absuelto a un hombre que daba besos, acariciaba las piernas y el pelo, abrazaba y daba palmadas en las nalgas a sus empleadas en contra de la voluntad de éstas.

Tras leer estas noticias tres palabras me vienen a la mente: repugnante, vergonzoso e inadmisible.
Desde pequeñas nos hacen creer que en España hace tiempo conseguimos tener los mismos derechos y oportunidades que los hombres, nos dicen que la igualdad de género existe, que todos somos iguales y que el feminismo ya no tiene sentido.Y nosotras que sólo somos unas niñas inocentes nos lo creemos.
Pero crecemos y vemos que sólo por ser mujer ganamos menos dinero, tenemos que ocuparnos de las tareas domésticas, nos piden más cualificación y experiencia a la hora de optar a un puesto de trabajo, somos acosadas sexualmente, somos violadas, somos maltratadas y somos asesinadas.

Así es, cuando crecemos, nos damos cuenta que queda un largo camino por recorrer para conseguir la igualdad de género y que tenemos que seguir luchando como lo hicieron las primeras feministas para conseguirlo. Gracias a esas feministas nosotras podemos votar e ir a la universidad, esperemos que gracias a nosotras nuestras hijas y nuestras nietas no sean discriminadas en el trabajo y sobretodo no sean maltratadas en casa.
