Supongo que también os pasará a vosotros, pero cuando una, aun declarándose satisfecha con su día a día, con la gente que conoce, o con su estilo de vida... reduce sus vivencias a su particular mundo, las pequeñas incidencias cotidianas, a todas luces adquieren proporciones descomunales y desproporcionadas, y las opciones disponibles para encontrar un remedio a la melancolía, se ven considerablemente mermadas...
Darse cuenta de que el mundo "ES OTRA COSA" para millones de personas, es la mejor medicina para el dolor de alma... No se trata de consolarnos con que los males que nos aquejan golpean más fuerte a otros, sino de darnos cuenta de que el abanico de tonalidades que ofrece la vida es tan inmenso, que sentirse integrada e identificada "ES SIEMPRE ES POSIBLE"
Aprender a aceptar que la dimensión del mundo depende de los ojos con los que se le mira, ser consciente de que cualquier espacio debe de ser compartido con cuantos quieran ocuparlo, comprobar de primera mano que la variedad es una realidad, la única que nos permite evolucionar... Abrirse al mundo NO ES SINÓNIMO necesariamente DE IRSE LEJOS,viajar a lugares remotos o alimentarse de otras culturas, también puede puede conseguirse con un sencillo paseo, aprendiendo a escuchar, preguntando lo que no sabemos, o simplemente abriendo nuestro corazón a alguien que no tenía la llave...
Numerosas son las publicaciones que tratan de convencernos de que el secreto de la felicidad reside en sentirnos grandes, especiales e importantes... Dejar a un lado complejos e inseguridades... Y hoy, desde este, mi rincón abierto, apuesto por disfrutar de la ventaja de sabernos diferentes pero no caer en el frecuente error de considerarnos únicos abriéndonos al mundo para constatarlo a cada momento.
Para que os hagáis una idea de como me siento cuando me abro al mundo, quiero mostraros algunas de las maravillosas fotografías tomadas este verano por mi amigo Pedro en los Fiordos Noruegos... Así me siento cuando respiro otro aire, cuando viajo en coche, cuando camino por un parque, cuando doy pequeños pasos, cuando escucho un sonido hasta ahora desconocido, cuando escribo o cuando me paro en un escaparate, cuando supero obstáculos, cuando me atrevo...
¡FELIZ TARDE!
Fotografías: Pedro Colmenero