Desde
este blog sostenemos que “Calidad Educativa” incluye también al aprendizaje de
la convivencia ¿Por qué es tan importante aprender a convivir? ¿Qué caracteriza
al nuevo capitalismo? ¿Vivir juntos es una consecuencia “natural”? ¿Qué
diferencias han entre pensamiento “único” y “hegemónico”?
Quisiera
comenzar este artículo aclarando que la utilización del término “notas” en el
título responde tanto a su forma como a su contenido. Estamos en un momento
donde es necesario introducir una cuota significativa de prudencia en los
análisis de problemas abiertos que, probablemente, admitan más de una
respuesta. La necesidad de prudencia tiene que ver con la incertidumbre que
provoca el desarrollo de los procesos sociales contemporáneos, acentuado a
partir de los acontecimientos del 11 de septiembre. Pero si bien lo sucedido
ese día obliga a revisar nuestros análisis de los procesos sociales, también
nos obliga a adoptar mucha más seguridad y firmeza con respecto al carácter no
negociable de ciertos valores y principios. Uno de los pilares de la educación
del siglo XXI –“aprender a vivir
juntos”– ya no puede ser mantenido en
el terreno de los discursos "blandos", de adhesión meramente
retórica. Es preciso asumir que aprender
(y, por lo tanto, enseñar) a vivir juntos, es tan importante como aprender a trabajar,
a razonar, a experimentar o a emprender.
La escasa
vocación hegemónica del nuevo capitalismo
En
el capitalismo industrial, parafraseando a Durkheim, existía un alto nivel de
“solidaridad orgánica”. Más allá de la discusión acerca del organicismo en el
análisis del orden social, lo cierto es que el capitalismo industrial era un
capitalismo inclusivo que establecía vínculos entre todos los sectores sociales
a través de relaciones de explotación y de dominación. El nuevo capitalismo, en
cambio, genera fenómenos de exclusión, que se definen, precisamente, por la
mayor precariedad, la ausencia o la ruptura de los vínculos. En este nuevo
capitalismo, en consecuencia, vivir juntos no es una consecuencia “natural” del
orden social. Vivir juntos sólo puede ser el producto de una decisión política,
voluntaria, consciente, específicamente humana. Esta es una de las razones por
las cuales, actualmente, las ciencias sociales tienden a asumir posiciones que
ponen de manifiesto un fuerte resurgimiento del humanismo y de la filosofía
social, frente a los paradigmas tradicionales del determinismo estructural.
El
carácter inclusivo del capitalismo industrial implicaba la necesidad de
postular un pensamiento hegemónico. La fuerte potencialidad excluyente del nuevo
capitalismo, en cambio, debilita su vocación hegemónica. Esta afirmación puede
resultar extraña cuando se habla tanto de “pensamiento único” y de ausencia de
alternativas al modelo capitalista neoliberal. Sin embargo, es preciso no
confundir pensamiento único con pensamiento hegemónico. El “pensamiento”
neoliberal puede ser percibido como único porque hasta ahora no enfrenta
alternativas, pero para ser hegemónico
tiene que convencer y ser capaz de generar adhesión.
La
debilidad de la vocación hegemónica del nuevo capitalismo está asociada a los
nuevos patrones de funcionamiento de las instituciones responsables de la
producción y la distribución de bienes culturales. En el capitalismo
industrial, la cultura se basaba en instituciones que funcionaban sobre la base
de la lógica de la oferta. La escuela –y
también la TV general– estaban basadas en ofrecer a todos un mismo
producto y esta oferta tenía, por eso, un fuerte poder homogeneizador. En esta
lógica y en este poder se expresaba la voluntad hegemónica de los sectores
dominantes. Los nuevos mecanismos culturales, en cambio, se basan mucho más en
la lógica de la demanda. Internet, la TV por cable (y la escuela basada en los
mecanismos de responder a las demandas del “alumno-cliente”), invierten el esquema
existente en el capitalismo industrial y, en ese sentido, expresan la escasa
vocación hegemónica del nuevo capitalismo.
En
esta discusión, es oportuno retomar algunas de las hipótesis de Dominique
Wolton acerca de las nuevas tecnologías
de la información y, en particular, de Internet. Wolton nos advierte que poner
el centro de la dinámica cultural en la demanda de los usuarios no es,
necesariamente, un mecanismo más democrático que el basado en el control de la
oferta. Para formular una demanda es necesario dominar los códigos de acceso al
mundo. Al contrario de lo que sostiene el discurso actualmente dominante, la
emancipación, el desarrollo personal, la libertad, pasan primero por la oferta,
pues es ella la que permite constituir los marcos de referencia a partir de los
cuales se podrá expresar, ulteriormente, la demanda. Wolton nos recuerda que
uno de los efectos más importantes de la dominación sociocultural consiste,
precisamente, en no pedir más que lo que uno ya tiene. La simple adecuación a la
demanda, en última instancia, implica reforzar la dominación.
Una
de las preguntas más importantes acerca de los actuales procesos de
transformación social se refiere al carácter transitorio o permanente de
algunos de sus rasgos más importantes. Esta pregunta tiene particular
importancia cuando la referimos a la vocación hegemónica del sistema social
capitalista globalizado. ¿Se trata de un fenómeno transitorio o, al contrario,
en algún momento este nuevo capitalismo adoptará una configuración más estable
y pretenderá perpetuarse a través de procesos clásicos de transmisión cultural?
El libro reciente de M. Hardt y A. Negri
plantea la hipótesis según la cual estaríamos ante un proceso de
construcción de un nuevo orden social de carácter “imperial”. De acuerdo a
estos autores, ya se estarían conformando los elementos propios de una
estructura consolidada, capaz de ejercer una función hegemónica y de recrear
procesos de transmisión cultural regulada. Sin embargo, aun en estos análisis
aparece la idea de que este "imperio" es decadente y que nace y se
presenta a sí mismo como crisis y como un imperio de la corrupción. Los sucesos
del 11 de septiembre han agudizado esta tensión y han puesto de relieve la
relevancia de las opciones que estamos enfrentando: vivir juntos o entrar en la
lógica fundamentalista donde el diferente es el enemigo.
Extraído
de:
Educación
y hegemonía en el nuevo capitalismo: algunas notas e hipótesis de trabajo
Juan
Carlos Tedesco